La verdad fue, desde la Grecia clásica hasta hoy, una cuestión de filósofos. En el Renacimiento y más hacia aquí, también pasó a ser tema de científicos. La certeza, la evidencia, los datos, parecieron trazar un tema que abría nuevos debates y habilitaba también posturas políticas y éticas.
El siglo XX fue –bajo una mirada optimista– el siglo en que esas evidencias, esas verdades también habilitaron a los gobiernos. Las usinas de pensamiento, los think tanks fueron la base ideológica, ideológico-científica, de muchos gobiernos occidentales.
Hoy, todas esas verdades, todos esos sistemas de producción de verdad –entre los que está el periodismo– se ponen en cuestión. En el cierre del debate “Representación y comunicación política en la era de las fake news”, en el marco de la reunión T20 Summit, que sirvió de preparación para el G20 que se realizará en el próximo noviembre, evento que tuvo lugar en el CCK, Jorge Fontevecchia, fundador de editorial Perfil, planteó la cuestión de verdad y valores: “Estamos frente a una crisis de valores –dijo–. Se pone en cuestión no solo la verdad, ni mucho menos la verdad del periodismo. Es una pérdida de jerarquías, que no solo es política. Sigmund Freud decía que hay tres actividades imposibles: ser padres, enseñar y gobernar. Un ejemplo puede percibirse en los errores de todos los analistas económicos en cuanto a las previsiones para la economía argentina en 2018. Tanto los argentinos como los extranjeros erraron en cuanto a la previsión de crecimiento, inflación y valor del dólar. Esta falta de creencias está en la matrix de muchas de las problemáticas actuales”.
Las palabras, las cosas, las evidencias. En materia de medios –y de la producción de la verdad de los medios: los contenidos, la posibilidad de investigar, de aportar a las discusiones públicas– hay una contracara de la verdad que no es exactamente la mentira. Se trata de las fake news, que establecen un vínculo con la verdad en el que no solo hay intención, también hay algo de las creencias (creencias que las fake news vendrían a “confirmar”) que se transforman en ideología.
Por eso, en el debate de las usinas de pensamiento incluir el vínculo que no solo es ideológico, se torna algo esencial.
Del debate participaron junto a Daniel Zovatto, del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA); Simon Hix, del London School of Economics; Shanta Devarajan, del Banco Mundial, y Mario Riorda, de la Universidad Austral, moderados por Danila Terragno, de Nuevos Papeles. Tal como sucedió en todo el T20 Summit algunos de los oradores expusieron en castellano y otros, como el CEO de Perfil, en inglés.
Fontevecchia planteó que la posverdad también guarda un vínculo con la posibilidad de financiamiento del periodismo de calidad. “Siempre hubo fake news”, dijo. El problema que surge es el del “contexto de la monetización de la conversación privada. Usamos el mismo tiempo que antes en informarnos, entre unas cuatro y seis horas. Pero el tiempo de la comunicación en las redes sociales suma unas tres horas de comunicación, con un efecto sobre la publicidad y la posibilidad de los medios de producir periodismo de calidad”.
Esta crisis en la producción hizo que bajara notablemente la cantidad de periodistas profesionales: “En cinco años bajó la cantidad de periodistas en los Estados Unidos casi a la mitad. Y así baja la posibilidad de chequear la información y de investigar”.
Así el riesgo es “una suerte de ceguera paradigmática, que produce una crisis en el periodismo con los valores del siglo XX” que se vería reemplazado por un “periodismo emocional, que confirma las perspectivas de las audiencias. Como existen canales de turismo o de gastronomía, también hay canales que protegen la imagen de los políticos”.
En este contexto, la grieta –un fenómeno que a juicio de Fontevecchia no es solo argentino– ocupa un lugar fundamental.
Transparencia. Simon Hix, por su parte, apuntó: “Me preocupa que los políticos cada vez más usen evidencias falsas. Se eligen las evidencias que sustenten opiniones y no al revés. Y las sociedades están dispuestas a aceptar esos argumentos”. Agregó que “antes, las usinas de pensamiento trabajaban produciendo evidencias para los políticos. No importaba que fuesen de izquierda o de derecha, lo que era importante era formular datos que pudieran comprobarse”.
“Sería importante –dijo– que los mismos think tanks expliciten más información sobre sus orígenes, su financiación, sobre sus datos”.
Dickens y la posverdad. Previamente, Daniel Zovatto señaló “No estamos ni en el peor de los mundos ni en el mejor”, citando a Historia de dos ciudades de Dickens. “No debemos quedarnos ni en las instituciones del siglo XIX ni en los paradigmas del siglo XX” para comprender el cambio en la representación política. A su juicio, en 2008 se inició una crisis, aún no resuelta, de la que “Trump no es más que un síntoma”. El resultado global es un aumento de la desigualdad, que brinda un caldo de cultivo para el nacimiento de informaciones falsas. La mejor manera de romper ese contexto es “generar soluciones más disruptivas que evolutivas” para paliar el malestar social, que se produce a un ritmo vertiginoso.
Públicos que no creen en los medios. Mario Riorda destacó cómo se puede observar este vínculo entre públicos y manejo de la información.
Presentó el resultado de una reciente investigación que realizara con Chequeado.com. De ella se desprende que “casi el 50% de las noticias que producen los gobiernos son falsas. Y un 25% son fuera de contexto. A eso se suma que un 64% de las personas desconfían de lo que leen”.
Para el especialista, hay una producción industrial de fake news, que se producen por goteo y que inciden en la discusión pública.
En este sentido, el nivel de debate del caso Maldonado resulta paradigmático. La cantidad de cuentas falsas y trolls marcó la discusión en las redes sociales. Lo que produce un “riesgo para la libertad, trastoca la política, fomenta actitudes tribales y gregarias y pone al tema como esencial en la política”.
Para el especialista es clave que existan regulaciones y autorregulaciones; regulaciones gubernamentales y autorregulaciones de las propias redes.
Evidencias. Shanta Devarajan indicó que “no hay evidencia de que estemos en plena diseminación de las fakes news.
El especialista del Banco Mundial agregó que “solíamos buscar soluciones perfectas en un mundo imperfecto. A medida que crece el libre cambio hay ganadores y perdedores. Y no siempre terminamos de entender las necesidades de los perdedores”.
Para él, hay que comprender que las personas no reciben igual las noticias luego de las crisis. “Tenemos que estar a la altura de las circunstancias. Comprender la psicología de las personas traumatizadas, cómo responden políticamente”, concluyó.
Las crisis políticas y económicas son caldo de cultivo para la proliferación de noticias falsas. A eso se suma un cierto empobrecimiento de la discusión política: los datos son de una relevancia menor que la psicología a la hora de decidir.