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“El día que asumió ya estaba en marcha el golpe”

A 65 años de la asunción de Arturo Frondizi como presidente, el testimonio de Román Frondizi, su sobrino y colaborador directo.

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Entrega. Frondizi recibe el bastón de mando de Aramburu. | cedoc

Arturo Frondizi fue el primer presidente constitucional luego del golpe de Estado que derrocó al gobierno de Juan Perón en 1955. La dictadura militar encabezada por el general Pedro Eugenio Aramburu intentó en 1958 una salida política al régimen impulsando una normalización institucional aunque condicionada porque mantuvo proscripto al peronismo. La figura de Frondizi se había instalado con fuerza en la última etapa del gobierno justicialista como líder de una generación de recambio. Se había afiliado a la Unión Cívica Radical en los años 30 y luego fue uno de los dirigentes que renovaron esa fuerza en la década de 1940 al dar origen al Movimiento de Intransigencia y Renovación. En 1946 fue elegido diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires y en las elecciones de 1951 integró la fórmula presidencial de la UCR como candidato a vicepresidente de Ricardo Balbín que, finalmente, fue derrotada por la fórmula peronista. Desde 1954 hasta 1957 fue presidente del Comité Nacional de la UCR y luego de la UCRI hasta 1958.

El ascenso de Frondizi dentro de la UCR y la posición de algunos de los dirigentes de peso del partido con relación a la dictadura de Aramburu llevó a una ruptura como consecuencia de que grupos internos encabezados por Ricardo Balbín, Amadeo Sabattini y Miguel Ángel Zavala Ortiz desconocieron la candidatura presidencial de Frondizi, proclamada por la Convención Nacional de la UCR en noviembre de 1956. Así, se llegó a las elecciones de 1958. El 23 de febrero Arturo Frondizi, como candidato de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), fue elegido con el voto de muchos peronistas presidente de la Nación por 4.049.230 votos, contra 2.416.408 de Ricardo Balbín, propuesto por la UCR del Pueblo (UCRP), y 690 mil en blanco.

“No hubo ningún documento que probara un pacto entre Frondizi y Perón, como se dijo. Esa versión fue una maniobra que se instaló para poder condicionarlo. Una cosa fue la decisión político-electoral de Perón de instar al voto hacia Frondizi y otra, muy diferente, que se haya firmado un documento, exhibido en una fotocopia cuyo original jamás se conoció, con la firma de ambos líderes, que luego se demostró con un estudio caligráfico que se trataba de firmas falsificadas”, aclara antes de todo Román Frondizi, sobrino y colaborador directo del presidente durante los años de gobierno y hasta su fallecimiento, en 1995.

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Luego describe los momentos previos a la candidatura de Frondizi. “Hubo distintas maniobras de sectores políticos y militares para vetar la postulación de Frondizi e imponer un estatuto de los partidos políticos que favoreciera al Dr. Balbín, afín al gobierno militar. También las hubo desde el ala balbinista del radicalismo: Armando Balbín, hermano del candidato, se encargó de las tratativas con el peronismo con la idea de autorizar a un neoperonismo a concurrir a la elección. Incluso hubo una reunión entre Aramburu, Balbín y Manrique para buscar un modo de entenderse con un sector del peronismo, proyecto que fue abandonado por las repercusiones negativas que podría haber tenido entre los radicales”.

—¿A qué se debía la resistencia a Frondizi?

—Su figura había crecido fuertemente en vastas áreas de la opinión pública más allá de su partido: desde los católicos y nacionalistas hasta los independientes, amplios sectores de la juventud y los intelectuales. La empatía social se fundaba en la posición autónoma que tenía frente a las políticas del gobierno militar y también en su propuesta de reconciliación nacional y desarrollo económico con justicia y libertad, que fue expresando en sus discursos. Y un dato no menor fue que crecía en la clase trabajadora y en sectores afines al peronismo que habían votado en blanco en la Constituyente de 1956 y que entendían que votarlo era el mejor medio para impedir el continuismo de las políticas del gobierno militar, encarnadas en la figura de Balbín. En junio de 1956, como parte de consultas a los partidos políticos, Aramburu invitó a cenar en la quinta de Olivos a Frondizi y a Balbín con sus respectivas esposas. Tras la cena, los tres hombres se retiraron a conversar y Aramburu les preguntó cuál sería la actitud del partido radical ante las medidas del gobierno. Frondizi, que era el presidente del partido, respondió que prestarían su apoyo a las que considerasen positivas para el país, pero que criticarían las negativas. Balbín se expresó en un sentido muy diferente y dijo que, si bien siempre había estado de acuerdo con Frondizi, no lo estaba ahora. Argumentó que la Revolución Libertadora había acabado con la dictadura de Perón y que, por lo tanto, le iba a dar todo su apoyo, hiciera bien o hiciera mal las cosas. Obviamente estas posiciones trascendieron a la opinión pública y se confirmaron cuando el radicalismo de Balbín puso en el gabinete de Aramburu a Carlos Alconada Aramburú como ministro del Interior, a Acdeel Salas como ministro de Justicia y a Ángel Cabral, sabattinista, como ministro de Comunicaciones. Poco a poco la masa de los votantes en blanco de 1957 percibió a Balbín como sucesor natural del gobierno militar y por eso mismo se fue inclinando a favor de Frondizi.

—¿Asumió condicionado por esas internas del poder?

—En realidad, hoy a la distancia, puedo decir que el día que asumió Frondizi ya estaba en marcha el golpe de Estado. Entre el triunfo electoral y la asunción el 1° de mayo hubo momentos muy tensos. 

—¿Cómo fueron esas circunstancias antes de hacerse cargo de la presidencia?

—Muy difíciles, cargadas de gran incertidumbre. La dictadura que estaba dejando el gobierno no estaba convencida de entregárselo a Frondizi, según claras señales que nos llegaban. Se oponía a que el nuevo gobierno creara un Ministerio de Defensa y, además, quería decidir quiénes deberían ser los secretarios de Ejército, Marina y Aeronáutica. Tal era la situación que mientras esperábamos en la casa de Arturo el momento para ir al Congreso, donde prestaría juramento, no sabíamos si los jefes más antiguos de las Fuerzas Armadas lo acompañarían o lo llevarían preso. Consideramos la posibilidad de que lo iban a detener antes, sospecha que comprobamos después de escuchar al jefe de la agrupación de jeeps escolta del automóvil presidencial, quien dijo que debía esperar una señal del ministro de Guerra, general Arturo Ossorio Arana, para saber dónde debían llevar a Frondizi, si al Congreso o a prisión. Ante esa situación, me fui directamente a la Rosada. Fue patético ver todo vacío, sin gente, sin papeles. Era el vacío administrativo preparado por el régimen saliente. Incluso, unos oficiales del Ejército con quienes me crucé decían casi gritando que no había que entregar el gobierno. Frondizi asumió como presidente en medio de conspiraciones. Sin duda el golpe estaba agazapado esperando su oportunidad, y la tuvo el 29 de marzo de 1962, tras soportar Arturo 34 amenazas y alzamientos militares, para terminar derrocado y detenido en la isla Martín García.

*Escritor y periodista.

 

Semblanza

Con 88 años de edad, Román Frondizi es abogado por la UBA, graduado con diploma de honor. Ejerció su profesión en Argentina e Italia, con particular referencia al derecho constitucional y al de la empresa. Fue juez y presidente de la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata. También fue conjuez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación; miembro de la delegación argentina a las Cumbres de Cortes y Tribunales Supremos de Iberoamérica (Caracas, La Antigua-Guatemala-Santa Cruz de Tenerife, Cancún); y representante argentino ante la Primera Cumbre Judicial de las Américas (Quito). Es autor de numerosos libros y artículos relacionados en su mayoría a distintos temas del derecho.

Homenaje

El lunes 1º de mayo a las 10 se realizará en el Cementerio de Olivos un acto de homenaje a Arturo Frondizi con motivo de cumplirse 65 años de asumir la presidencia de la Nación. Es convocado por la Comisión de Homenaje, integrada, entre otros, por Martín Balza, Félix Borgonovo, José Octavio Bordón, Carlos Corach, Raúl Estrada Oyuela, Norma Cadoppi Frigerio, Álvaro González Lonzieme, Gustavo Grobocopatel, Diego Leivas, Arnoldo Listre, Emilio Perina y Elva Roulet.