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el peronismo de hoy

¿El fin de la utopía?

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Papa Francisco. | afp

Dijo Evita citando a Napoleón: “Los genios son un meteoro que se quema para iluminar un siglo”. Y aunque a muchos les cueste reconocerlo, en Argentina y Latinoamerica el genio de Perón  marcó de manera indeleble el siglo XX. Del mismo modo,  otro argentino, el papa Francisco seguramente iluminará el siglo XXI en Latinoamérica y el mundo.

En 1948, Perón escribió y depositó al pie de la Pirámide de Mayo el “Mensaje para los jóvenes del año 2000”, en el que postulaba que “la juventud argentina del año 2000 querrá volver sus ojos hacia el pasado y exigir a la historia una rendición de cuentas”. Su mirada siempre estuvo  puesta en el fin de siglo, allí donde sabía que no iba a llegar a verlo. Esta idea del “año 2000 nos encontrará unidos o dominados” referida a la unidad de la Patria Grande latinoamericana, también fue una referencia hacia lo interno, hacia la necesidad de unión del pueblo argentino detrás de un proyecto común.

La unidad de la Patria Grande. Cuarenta años antes de la creación de la Unión Europea, Perón firmó en 1953 con el presidente de Chile, Carlos Ibáñez del Campo, el primer acuerdo para constituir una comunidad económica entre Argentina, Brasil y Chile. El 7 julio de ese año, junto al mandatario chileno, expresó: “Frente a las nuevas fuerzas de carácter económico que pretenden dominarnos, nosotros, chilenos y argentinos, retomando los antiguos ideales de O’Higgins y de San Martín, y pensando como ellos en nuestros pueblos y también en los pueblos de América, hemos decidido realizar la unión de nuestras fuerzas económicas (…). Presentimos que el año 2000 nos hallará unidos o dominados. (…) No debemos engañarnos ante el porvenir. Ninguna clase de unión se realiza con papeles. Los pactos firmados suelen ser a veces letra muerta. Sabemos demasiado bien que detrás de nuestras firmas y aún más allá de la letra de cualquier convenio está la fuerza que representa la voluntad mayoritaria de nuestros pueblos, con una ambición insaciable de justicia, de libertad y de soberanía.”

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El 11 noviembre de ese mismo año, en una disertación ante la Escuela Nacional de Guerra, volvió sobre la idea: “La República Argentina sola no tiene unidad económica; Brasil solo no tiene tampoco unidad económica; Chile solo tampoco tiene unidad económica; pero estos tres países conforman en el momento actual quizás la unidad económica más extraordinaria del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa disponibilidad constituye su reserva. Estos son países reserva del mundo.” (…). Si subsistiesen los pequeños y débiles países, en un futuro no lejano podríamos ser territorio de conquista como han sido miles y miles de territorios desde los fenicios hasta nuestros días”. En este discurso, explicaba también las dificultades que había tenido su amigo el presidente Getulio Vargas con sectores internos brasileños aliados a los Estados Unidos que se negaron a firmar el acuerdo.

Francisco. Setenta años después el papa Francisco responde al periodista Hernán Reyes Alcaide: “Ante todo se trata de recorrer las vías de la integración hacia la configuración de la Unión Sudamericana y la Patria Grande latinoamericana. Solos, separados, contamos con muy poco y no iremos a ninguna parte. Sería un callejón sin salida que nos condenaría como segmentos marginales, empobrecidos, y dependientes de los grandes poderes mundiales”.

En la Evangelii Gaudium, Francisco desarrolla los  cuatro principios para la construcción de un pueblo. El cuarto, “el todo es superior a la parte”, aplica directamente a los procesos de integración: “El modelo no es la esfera, que no es superior a las partes, donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad”. A diferencia de la globalización que tiende a la hegemonía económica social y cultural, la idea de integración poliédrica respeta y suma al todo las particularidades de cada pueblo.

El 1º de mayo de 1974, Perón  lo decía de este modo: “Se percibe ya con firmeza que la sociedad mundial se orienta hacia el universalismo que, a pocas décadas del presente, nos puede conducir a formas integradas, tanto en el orden económico como en el político (...). Tal evento nos exige desarrollar desde ya un profundo nacionalismo cultural como única manera de fortificar el ser nacional, para preservarlo con individualidad propia en las etapas que se avecinan.”

Tiempos lentos. Cuando en 1973 el peronismo vuelve al gobierno, Chile, Brasil, Bolivia y Uruguay estaban gobernados por dictaduras, y el clima político no era el propicio para la integración. Debimos esperar hasta 1983 con el retorno de la democracia para dar los primeros pasos del Mercosur. Pero, como Perón lo había planteado ya en 1953, la idea de la unidad se había hecho carne en los pueblos con independencia de los gobiernos.

Hoy la relación con Brasil vuelve a ser tirante, pero el camino avanzado es demasiado importante como para desandarlo. El presidente Alberto Fernández, casi parafraseando a aquel Perón del 53 vuelve a decir: “con la República Federativa del Brasil, particularmente, tenemos para construir una agenda ambiciosa, innovadora y creativa, en lo tecnológico, productivo y estratégico, que esté respaldada por la hermandad histórica de nuestros pueblos y que va más allá de cualquier diferencia personal de quienes gobiernan la coyuntura”. Aplica al caso el segundo de los principios de Francisco: “La unidad prevalece sobre el conflicto”

“El conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido. Pero si quedamos atrapados en él, perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada. Ante el conflicto, algunos simplemente lo miran y siguen adelante (...). Otros entran en él y quedan prisioneros (…). Pero hay una tercera manera (...). Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso”, afirma el Papa en su encíclica.

Desencuentros. “Por encima de los desencuentros, nos pertenece por igual la suerte de la Patria”. Con esta frase descarnada se dirige Perón al pueblo argentino el 1º de mayo de 1974, en su mensaje al Congreso de la Nación. Luego de 18 años de exilio, de soportar persecuciones, atentados contra su vida, de la proscripción y feroz represión contra su fuerza política; Perón volvía “descarnado”, sin odios, sin rencores, ni venganzas que cobrar. Su primer gesto fue ir a encontrarse con sus viejos adversarios Balbín, Frondizi, Alende, Solano Lima. Su primera consigna fue “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”.  Tenía muy claro que la grieta, esa profunda división entre peronismo y antiperonismo, solo había servido a los intereses de las minorías y a profundizar la dependencia.

Ese 1º de mayo viene a plantear que: “Nuestra Argentina necesita un proyecto nacional, perteneciente al país en su totalidad. Estoy persuadido de que, si nos pusiéramos todos a realizar este trabajo y si entonces comparáramos nuestro pensamiento, obtendríamos un gran espacio de coincidencia nacional”. Para ponerlo en marcha anuncia la constitución del Consejo del Proyecto Nacional integrado por las representaciones de todos los sectores, económicos, sociales, y culturales que componen el tejido nacional. Exactamente dos meses después, Perón fallece y el reloj de la historia vuelve a atrasar.

El presente. “El sueño de una Argentina unida no necesita unanimidad. Ni mucho menos uniformidad”. El 10 de diciembre de 2019, Alberto Fernández retoma aquellas ideas del Perón de 1973. “Vengo a convocar a la unidad de toda la Argentina en pos de la construcción de un Nuevo Contrato de Ciudadanía Social. Un contrato social que sea Fraterno y Solidario (...) Tenemos que superar el muro del rencor y del odio entre argentinos. (...). La idea de un Nuevo Contrato de Ciudadanía Social supone unir voluntades y articular al Estado con las fuerzas políticas, los sectores productivos, las confederaciones de trabajadores, los movimientos sociales, que incluyen al feminismo, a la juventud, al ambientalismo. Vamos a sumar en ello, también al entramado científico-tecnológico y a los sectores académicos. Una Argentina con una visión de Proyecto Nacional de Desarrollo. (...). Una Argentina inserta en la globalización, pero con raíces en nuestros intereses nacionales. (...). En esa globalización también sentimos a América Latina como nuestro ‘hogar común’. Vamos a robustecer el Mercosur y la integración regional, en continuidad con el proceso iniciado en 1983 y potenciado desde 2003.”

“Y así, proponemos una Argentina donde el abrazo crezca, se multiplique, porque necesitamos unirnos. Si logramos detener el odio, podremos detener la caída de la Argentina.”

Desde aquel discurso de 1953: “El año 2000 nos encontrara unidos o dominados” han pasado 67 años, y veinte desde el límite presupuesto de la utopía. ¿Pero, entonces fue el fin de la utopía?

 Volvamos al primer principio de Francisco: “El tiempo es superior al espacio”. Dice el Papa: “Los ciudadanos viven en tensión entre la coyuntura del momento y la luz del tiempo, del horizonte mayor, de la utopía que nos abre al futuro como causa final que atrae. De aquí surge un primer principio para avanzar en la construcción de un pueblo: el tiempo es superior al espacio. Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios.  El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad.”

Dirigiéndose a los jóvenes, expresa: “Una utopía crece bien si está acompañada de memoria y de discernimiento. La utopía mira al futuro, la memoria mira al pasado, y el presente se discierne. El joven tiene que recibir la memoria y plantar, arraigar su utopía en esa memoria. Discernir en el presente su utopía, los signos de los tiempos, y ahí sí la utopía va adelante, pero muy arraigada en la memoria, en la historia que ha recibido”.

Unidos o dominados es la utopía que nos legaron nuestros padres fundadores hace ya 210 años, San Martín, Bolívar, O’Higgins, Artigas... seguramente las nuevas generaciones la harán propia y la verán crecer.

*Autor de Salvados por Francisco y La Lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón.