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neoliberalismo, algo más que economía

El impacto antropológico de una nueva racionalidad dominante

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Neoliberalismo, algo más que economía. | cedoc

Con facilidad y liviandad se etiquetó al neoliberalismo sólo como una corriente netamente económica; de ahí que lo podemos ubicar dentro de los años 90 en Argentina, con toda la gestión del presidente Menem y desde lo teórico con el libro: El fin de la historia y el último hombre (The End of History and the Last Man) de Francis Fukuyama, de 1992. 

Pero claramente es un proyecto abarcativo, que nació desde lo económico, partiendo desde los Chicago Boys, y que se desplegó a otros saberes de las ciencias humanas, hasta poder convertirse en una nueva racionalidad dominante.

Me animaría a afirmar que el capitalismo en su historia, como ahora hace el neoliberalismo, son muy influyentes en afectar la “antropología” de sus coetáneos. El neoliberalismo logró ahondar en la concepción filosófica social generando una “racionalidad” nueva, asumiendo postulados antiguos, y haciéndose muy atractiva llegando a ser “dominante”.

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Propongo analizar algunos postulados o afirmaciones que se escuchan con frecuencia en la sociedad argentina actual. Dándolos como postulados certeros, como paradigmas indiscutibles que algunos llegan a marcar la agenda política. 

Líder. En las empresas, tanto grandes como pequeñas, el discurso preponderante es que debe haber un “líder”, la palabra jefe no está bien vista porque se atribuye a algo unidireccional, en cambio el “modelo de liderazgo” lo caracterizan por participativo, dialogante, con capacidad de escucha. Lo que no dicen es que las empresas –no hago una valoración moral– ponen sus modelos de gestión y de ahí no se mueve, es decir, que la escucha no puede hacer cambiar las cosas internamente porque hay pautas que son bajada de línea. 

Pero me parece más interesante pensar en lo antropológico-psicológico: para ser líder, hay que tener ciertos rasgos de carácter, que viene de lo aprendido en tu medio socio-existencial. Si no, preguntémonos por qué con tantos cursos que se imparten de liderazgo, no encontramos tantos líderes. 

Salgamos del mundo de la empresa y vayamos al campo político: cuántos líderes podemos pensar que hay en la Argentina, son muy, pero muy pocos en comparación con la cantidad de dirigentes que existen. Entonces, me animo a afirmar que: el exigir que seas líder o capacitarte en liderazgo es una de las sobreexigencias de esta cultura neoliberal, que siempre está pidiendo un poco más y, como no se llega, te deja en falta, te hace sentir que sos responsable de la situación no satisfactoria.  Veamos otro ejemplo más claro.

Emprendedurismo. “Ser tu propio jefe”. Como estamos inmersos en una sociedad que nos invade con las afirmaciones: “querer es poder”, “si te lo proponés, podés”, el problema de la falta de empleo o de la pobreza se debe a que las personas no toman el riesgo, son vagos, no son sus propios jefes. Cuando escuchas estas reflexiones, no se plantean las señoras que hacen servicio doméstico, que trabajan en dos casas por día, que trabajan en negro, que si se enferman no tienen cobertura, ni jubilación. Hoy en día, en esta Argentina, podés tener trabajo, estar en blanco y no llegar a cubrir la canasta mínima, es decir, trabajás y sos pobre. 

Entonces, qué sentido tiene esta afirmación. Desde mi punto de vista es: anular cualquier pensamiento que analice lo estructural, que demuestre que hay estructuras sociales que sobrepasan al individuo que son las que regulan el mercado y tu sueldo. Un gran logro del neoliberalismo filosófico es centrar el problema en el individuo, que es el único responsable de su cambio y si no lo logra, lo responsabiliza. 

Pensemos en otra ciencia, la economía. Que, aunque les cueste aceptar a muchos, es de la rama de las humanidades, y no de las exactas. Esta pequeña diferencia es una diferencia epistemológica, que me hace preguntarme: “con lo que poseo cómo hago para que la sociedad vida bien”, o “este es el modelo enlatado que tengo que aplicar para que la economía derrame”.  Hay que tener mala memoria o poca percepción de la realidad para afirmar que la economía no es una ciencia exacta, cuando en la Argentina no paramos de sufrir, corridas bancarias o inflacionarias que grupos de poder lo hacen a su antojo con el objetivo de “domesticar” al gobierno de turno o a la población, con el eslogan: “sin ajuste no hay salida posible”. 

Claramente, el neoliberalismo en la economía logró imponer sus principios, desde hace años en la Argentina no se utiliza otro modelo económico que no sea ese, puede ser más ortodoxo o heterodoxo, pero nos quieren mostrar que hay un modelo ideal (como el mundo de las ideas de Platón) en economía que cuando lo apliquemos saldremos de una vez. Y así nos proponen las constantes devaluaciones. 

El gran broche de oro es el ser positivo. Nos vuelven a proponer desde los manuales de autoayuda, desde libros que son best-seller, como “el secreto”, como el querer es poder. Tiene su fuente en el “idealismo” que niega la existencia de la cosa en sí, sino que todo es posible con la construcción de nuestro querer. Que nosotros podemos manejar la energía que nos llevará a vivir mejor y ser más plenos, por eso tenemos que aprender “las verdades ocultas y que solo pocos manejan” y como siempre, si nos va mal, somos nosotros responsables de ello, porque nuestra energía atrae lo negativo. 

En estos cuatro ejemplos podemos desmenuzar que el neoliberalismo es un modelo bastante pragmático, que se impregna en varias ciencias y toma de ellas lo que necesita. Lo que lo hace atrayente es que revalora al “individuo” mostrándolo como un ser competitivo, rapaz, que necesita dar todo y más, para lograr su objetivo. Lo que no sabe es que nunca lo logra porque en términos psicoanalíticos lo hace esclavo de su superyó, que cada vez le pide más de sí mismo, más de su propia sangre. El filósofo contemporáneo Byung-Chul Han lo define con claridad: “vivimos en una sociedad donde uno se explota a sí mismo y cree que se está realizando”. 

Pero… ¿por qué esto es atrayente?  Porque nace del superyó que llevamos dentro, que nos lleva a la autoexigencia y a jugar con la pulsión de muerte; esa exigencia desmesurada que nos pide todo, hasta la última gota de sangre, hasta la vida misma.

Calvinismo. Podemos seguir pensando un poco más, con otra ciencia. En términos teológicos su raigambre es el calvinismo, una corriente cristiana que tomaba de la filosofía platónica que el cuerpo en sí es malo, que existía un modelo perfecto en el mundo ideal, y para llegar lo único que quedaba era el esfuerzo, el desangrarse ofreciendo todo para que así, tal vez, seamos perdonados, lo que había que hacer era trabajar de sol a sol.  

En general no es frecuente pensar la realidad desde diferentes categorías, pero eso nos ayudan a analizar el momento actual en que vivimos, y siempre terminamos pensando en una antropología o teología que nos cierran el discurso; y es ahí que con claridad que podemos ver sus falencias. La negación del cuerpo ayuda a la propia explotación por ese superyó indomable que nos exige la vida, en pos de dioses que ni Dios sabe quién los fabricó. 

El neoliberalismo fomentó el contacto con la divinidad de una manera mágica, impulsando prácticas que nos quieren mostrar lo que está predeterminado en el mundo, y así volvemos a lo mismo de otra manera. Negando la existencia de estructuras sociales que los poderes fácticos (que son hombres de carne y hueso) impusieron en dicha sociedad.  

Por último, debemos pensar que, en el lado de enfrente al neoliberalismo social, intelectual y económico, no hay nada. Que si ganó (hasta hoy) la batalla cultural es debido a que no se pudo o supo hacer una propuesta sólida que se anime a mostrar otro estilo de sociedad. Las discusiones serias terminan arribando a la conclusión de a qué estilo de sociedad queremos arribar, para ello, qué relaciones entre ciudadanos nos interesan y qué modelo de Estado las propiciará. Todo concluye en qué Estado queremos, un Estado que intervenga haciendo una sociedad más justa o un Estado inexistente “solo sobre sus individuos de a pie”, que deja que el libre mercado organice la agenda. De esta discusión no podemos alejarnos, y por acción u omisión hacemos que alguna de las dos ejerza su poder. Hoy, claramente viene imponiéndose un Estado inexistente, generando un individuo que solo busca su salvación individualmente, donde la construcción de un proyecto común, una defensa de la “casa de todos” es imposible, donde en la cumbre del clima no participan los políticos de las potencias, y donde los medios de comunicación nos proponen un No comprometerse en proyectos políticos porque son todos corruptos. Donde solo queda encerrarte en tu casa, dejando que el libre mercado organice todo.

*Profesor de Teología y licenciado en Psicología.