Mariano Castex, probablemente, sea uno de los peritos forenses con más trayectoria del país. Con casi 81 años y en pleno ejercicio de su profesión, el médico trabajó en los casos más famosos de las últimas décadas: Grassi, Cromañón, Tablado, García Belsunce, Carlitos Menem Jr. y Gastón Duffau.
Su trayectoria no se reduce a la medicina únicamente: fue cura durante 15 años y estuvo preso en 1981, lo que lo llevó a pelear por los derechos humanos y contra las torturas que viven los reclusos en los penales de todo el país. Además, opina sobre Ausencia perpetua, el libro de la filósofa Diana Cohen Agrest, publicado tras el homicidio de su hijo Ezequiel, en el que fundamenta su posición ante la impunidad, el garantismo y la reducción de penas.
“Creo que alguien que mata no tiene los patitos en fila”, arranca Castex, sentado en su oficina de la calle Arroyo. Analiza la situación de los detenidos y sostiene que “la cárcel no es la solución”.
De su estadía en los penales de Caseros y Devoto, recuerda que lo dejaron con mucho odio. La causa era por una estafa con unas recetas falsas que le hizo un socio, y finalmente fue absuelto. “Yo salí con mucho odio –destaca– pero me hice la promesa de que los tipos que estén adentro se queden lo menos posible. Por eso me especialicé en derecho penal.”
Sobre el caso Cohen Agrest (ver recuadro), y en particular sobre el libro de la escritora y filósofa, analiza que la sociedad no quiere asumir su responsabilidad: “Se pide más seguridad pero no se hace nada para que la haya”, opina.
Castex piensa que hay que buscar soluciones alternativas a la cárcel, y propone que en algunos casos se opte por penas más moderadas, como la prisión domiciliaria. “Dos años adentro me volvieron loco, no quiero imaginarme lo que son veinte. En todo lo que pueda evitarse el encierro, hay que evitarlo. Sé que si un tipo es un violador serial, tiene que ir preso”, enfatiza. Según él, “un convicto sale con más ganas de matar, y encima adentro aprende todas las maneras de hacerlo. Además del deterioro que genera la prisión, donde los pocos patitos que tenías en fila se te desordenan por completo.”
Por otra parte, manifiesta que “no se entiende por qué hay tantos casos en los que se dicta una prisión preventiva cuando no hay riesgo para la causa, ni de que haya una fuga. Pero igual hay decenas de ejemplos, es inexplicable”.
Como perito, trabajó en la investigación sobre el padre Julio Grassi, acusado de violación de niños en la Fundación Felices los Niños. Está seguro de que sobre el caso puntual que analizó no era culpable, pero de los demás creía que sí. Igualmente, recuerda, su paso por esa causa fue “fugaz”.
“De García Belsunce mi trabajo se limitó a definir si se habían utilizado pegamentos. Afirmé que no había indicios de ello, sino de los derivados del Grupo Ciano, por ejemplo tinturas para el pelo”, asegura. Aunque hace memoria e indica que “se intentó adornar mucho todo”.
—¿Cómo hace para estar seguro de su definición?
—Nunca voy con un juicio preconcebido. Escucho y miro, tanto el cuerpo como la causa, eso es lo más importante. En mi primera época hice pericias muy buenas. Planeo mucho lo que voy a hacer. Hay exámenes internos y externos, se verifican las lesiones. En algunos casos, para hacer una buena pericia estoy más de una hora.
Cuando aceptó la pericia del incendio en el boliche Cromañón, que en 2004 causó la muerte de 194 personas, Castex sabía que se involucraba en un caso difícil. “Hubo que analizar todos los cuerpos y hacer muchos estudios, además de ver todas las autopsias”, cuenta, y asegura: “Hubo una falla institucional muy seria”.
El 21 de mayo pasado, la Justicia absolvió a cinco policías acusados por la muerte de Gastón Duffau, otro de los centenares de casos que analizó Castex. “Las lesiones que tenía el chico eran de maltrato, le pegaron –dice sin vacilar–. El informe del cuerpo forense de la Justicia dice que hay dos vértebras cervicales rotas. Al pibe lo subieron a una camioneta atado como una salchicha. Un policía le pisó el cuello y automáticamente lo mató. El golpe mortal es el que dije yo, un pisotón. Y esto pone en debate los maltratos policiales.”
Para Castex, “ver a un muerto es desagradable”, algo que, dice, nunca pudo superar. “Si hay un accidente no veo, sólo participo cuando tengo que estar. Aparte, en las autopsias los cuerpos están podridos y tienen muy mal olor”.
Si bien no hizo las pericias sobre el atentado a la Embajada de Israel, estaba en su estudio, ubicado frente a la sede diplomática, cuando en marzo de 1992 se produjo la explosión que dejó 29 muertos y más de 200 heridos. Se rompieron todos los vidrios del departamento que está enfrente, pero no el suyo. “Y eso que vibró todo”, recuerda. “Lo más impactante que recuerdo era el “crunch, crunch” de los vidrios que pisábamos, pero también la gente llorando, con sangre”.
A los 21 años, Castex decidió ser cura. Y lo fue durante una década y media, en la que estudió Filosofía y Teología, además de desempeñarse como médico, graduado tiempo antes, ya que con sólo 15 años ingresó a la carrera. Además, durante su exilio fue periodista en Israel. También es escritor: mucho de su material fue recopilado y publicado en su libro Mitos, transgresión, creación y transiciones, en 2012. Aunque se define como “ordenado”, también asegura ser arriesgado, aventurero y muy desafiador.