ELOBSERVADOR
Abraham Skorka

El rabino amigo del Papa

Invitado por Francisco, Abraham Skorka se alojó varios días en el Vaticano. Una amistad que comenzó por el fútbol, hace 15 años, y que se profundizó al calor del diálogo interreligioso, que ambos impulsan.

Encuentro. Skoka viajó en septiembre a Roma a un encuentro de la comunidad Sant’Egidio. Pernoctó en Santa Marta, en el Vaticano, invitado por el Papa.
| Cedoc Perfil

En Argentina, muchas cosas tienen su inicio en torno al fútbol. La amistad entre Jorge Mario Bergoglio y Abraham Skorka también se inscribe en ese origen. “Este año creo que vamos a comer puchero de gallina”, le dijo en tono de broma el entonces arzobispo de Buenos Aires, fana de San Lorenzo, al rabino simpatizante de River Plate. El escenario de la chanza no fue cualquiera: en el atrio de la Catedral Metropolitana, a la salida del Te Deum del 25 de mayo de 1999, Bergoglio había decidido saludar uno por uno a los invitados de otras confesiones y a cada cual le preguntaba de qué equipo era hincha. “Ese chiste, tiró debajo todo muro entre nosotros”, rememora Skorka en entrevista con PERFIL. “Me quedó en la memoria porque en ese momento lo sentí cerca y pensé: ‘Con este hombre se puede trabajar, ir hacia adelante’”. Desde aquel puntapié inicial, la amistad entre el ahora Papa Francisco y el director del Seminario Rabínico Latinoamericano “Marshall T. Meyer” se fue forjando en el fuego de las coincidencias y de una visión en común. “Quizá esa escena tuvo que ver con mi postura a favor del diálogo interreligioso. Él debía saberlo”, agrega el responsable de la comunidad Benei Tikva, del barrio porteño de Belgrano.

Tendiendo puentes. Cartas personales; visitas a la catedral, por un lado, y a la sinagoga, por el otro; programas de televisión y un libro en común. Las acciones emprendidas por ambos fueron numerosas hasta que Bergoglio se embarcó hacia Roma tras la renuncia de Benedicto XVI. Siempre con el mismo espíritu, como explica Skorka: “Queremos cambiar la vieja impronta. Nunca más la muerte y el odio entre nuestras religiones. Es el mensaje que pretendemos transmitir”.
La larga historia de desencuentros entre la Iglesia y el judaísmo sufrió un vuelco cuando Juan Pablo II pidió perdón públicamente por los crímenes y las omisiones cometidos por los católicos en perjuicio de sus “hermanos mayores en la fe”. Y ahora, con Bergoglio en el Vaticano, el diálogo interreligioso probablemente alcanzará nuevas profundidades. La estrecha relación entre Francisco y Skorka podría desempeñar un rol clave en ello. “Con mi amigo como Papa, Dios nos dio la posibilidad de dejar una marca en la historia”, señala el rabino. Una de las primeras iniciativas concretas en esa dirección será de alto impacto: ambos preparan un viaje conjunto a Israel en 2014 (ver recuadro).
“Estamos viviendo un tiempo particular. Creo que lo que nos falta es pulir teológicamente qué somos los unos para los otros, católicos y judíos. Debemos marchar juntos si queremos construir un mundo mejor. Todos esperan que cambiemos el rumbo”, argumenta. En realidad, “casi” todos, como dan fe los incidentes provocados por lefebvristas en la celebración de la “Noche de los Cristales Rotos” en la Catedral de Buenos Aires (ver recuadro).

De Roma con amor. Un jalón importante en el recorrido compartido por Skorka y Bergoglio fue el ciclo televisivo Biblia, diálogo viviente, un programa emitido por el Canal 21 del Arzobispado en el que –acompañados por el teólogo protestante Marcelo Figueroa- conversaban sobre cuestiones de la vida cotidiana a la luz del mensaje bíblico. Esa serie de programas devino además en un libro, Sobre el Cielo y la Tierra, traducido a más de diez idiomas.
Para que la “saudade” por el amigo en la distancia no calara demasiado hondo, Skorka aprovechó al máximo su viaje a Roma para participar en un congreso de diálogo interreligioso, a fines de septiembre. Como las festividades religiosas judías le generaban problemas logísticos de vuelo y alojamiento, Francisco le ofreció permanecer en la residencia de Santa Marta. Un rabino compartiendo la casa del Papa en el Vaticano, un hecho sin precedentes.
“Apenas nos encontramos nos dimos un largo abrazo. Un día me recibió en su despacho. Había libros y papeles por todos lados y él me dijo ‘perdóneme el desorden’ –porque no nos tuteamos pese a la confianza que nos tenemos-, a lo que respondí: ‘Al contrario, no sabe lo bien que me siento acá, está igual que mi escritorio’”. A Skorka le alegró en particular encontrar en la biblioteca un libro con una dedicatoria del teólogo disidente alemán Hans Küng dirigida a Francisco: “Decía algo así como ‘para usted, que está haciendo tantos cambios y espero que pueda hacer muchos más”.
La paz internacional, el rol de las religiones en un mundo conflictivo y el diálogo interreligioso fueron algunos de los temas abordados por los dos amigos en un encuentro que se prolongó por más de una hora. Además, compartieron desayunos y almuerzos en el comedor de la residencia. Skorka relata que el abrazo de despedida fue tan especial que “aquellos que acompañaban a Francisco creo que entendieron por qué me pidió que me sentara a su mesa todos esos días”.
Una frase del Papa le llegó al corazón. “Me dijo algo así como ‘bueno, usted ya vio cómo es mi vida aquí’. Me quedó como la experiencia del amigo que no suelta al amigo, que quiere que el otro sepa exactamente por lo que está pasando”.
A propósito de la nueva vida de Bergoglio, Skorka comparte su impresión de primera mano. “Al final del día a veces lo notaba molido. La verdad sea dicha, es una vida dura: trabaja los siete días de la semana. A veces lo noté muy preocupado. Cuando le escribo un mail me doy cuenta que debo ser sintético, porque sus respuestas son escuetas. Es lógico, está con trabajo hasta el techo”.

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Las vitaminas del Papa. ¿Es feliz Francisco en el Vaticano? “No lo sé, pero estoy seguro que es una persona muy compenetrada con una labor que él es consciente que puede transformar muchas cosas. Él es un punto de inflexión, quiere una Iglesia distinta, comprometida.
Y coincide con otros que conocen a Bergoglio desde hace tiempo. “En enero grabé un par de programas con él y lo noté muy cansado, no podía grabar dos programas seguidos. Ese tipo de cansancio ahora no lo tiene, es como si le hubiesen dado una vitamina, muestra un pulso de energía muy grande”.
Y casi a modo de síntesis, el rabino de 63 años y padre de tres hijos define su sentimiento hacia el amigo que se convirtió en Papa. “Él sabe que cuenta conmigo para seguir adelante con lo que veníamos haciendo, ahora a escala mundial. Nuestra fidelidad es absoluta, aunque pueda parecer una arrogancia, porque nada en el hombre es absoluto… pero sí, yo diría que es una amistad a prueba de todo”.
Incluso de la pasión futbolística. En la previa de la definición del torneo argentino, consultado sobre si prefería un San Lorenzo campeón para felicidad de su amigo en Roma o la consagración de cualquiera de los otros tres contendientes para que River lograra el pase a la Libertadores, respondió sin dudar. “No, en este caso prefiero dejar de lado mi corazoncito y que Francisco disfrute de una alegría”. Así fue nomás