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A 45 años del retorno de Perón

El regreso que no pudo evitar la tragedia

Para el peronismo, el 17 de noviembre quedó como el Día de la Militancia. Pero hubo otro hecho de esos días que merecería un lugar en la historia: el abrazo Perón-Balbín.

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Paraguas. La imagen de José Ignacio Rucci guareciendo a un ya anciano general Juan Perón de la lluvia se transformó en el símbolo de una época convulsionada. | CEDOC

El próximo viernes 17 se cumplen 45 años del primer regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina tras su exilio de 17 años. El teniente general Alejandro Agustín Lanusse –presidente de facto con el mismo rango militar que se le devolvería al ex presidente derrocado en 1955– levantó la interdicción, en el marco de una desembocadura electoral a la dictadura de la llamada Revolución Argentina, instalada seis años antes tras el derrocamiento de Arturo Illia.

El retorno de Perón se concretó en medio de un impresionante operativo de seguridad, sin que se registraran en esa oportunidad incidentes graves. Alrededor de 1.500 periodistas de medios locales y extranjeros cubrieron la llegada del ex presidente. Las autoridades entregaron 300 credenciales a miembros del Partido Justicialista y dirigentes sindicales que integraron un comité de recepción. La CGT convocó a un paro general y el gobierno, sin levantar el estado de sitio, decretó feriado. Miles de militantes acudieron para darle la bienvenida, pero las fuerzas policiales les impidieron llegar hasta el aeropuerto.

El avión Douglas DC 8 de Alitalia que trajo a Perón desde Roma, bautizado como “Giuseppe Verdi”, había partido de Roma y realizado una escala en Dakar. La comitiva de 150 pasajeros, cuidadosamente elegidos, era nutrida y heterogénea. Uno de ellos, Miguel Angel Barrau, periodista de contacto directo con ámbitos castrenses que integraba el equipo de la mesa redonda de Radio Splendid conducido por Juan Ramón Luna (h), brindó su testimonio en el libro Historia del regreso: “El compartimiento de primera clase estaba en penumbras. Observé a Juan Perón descansando, al igual que su esposa, María Estela Martínez. El doctor Cámpora me siguió con la vista. Apenas cruzando el umbral observo al doctor Solano Lima conversando, en voz muy baja, con Alberto Fonrouge.

”Se avisa que comenzamos a sobrevolar territorio argentino. Los viajeros entonaban la tradicional marcha Los Muchachos Peronistas y Perón sonriendo dice: ‘Yo les pido que de ahora en adelante y cuando aterricemos en el suelo de la patria, no se entone otra canción que no sea el Himno Nacional’”.

El avión aterrizó en el Aeropuerto de Ezeiza. A diferencia de lo ocurrido con la fallida Operación Retorno en 1964, el Operativo Regreso había culminado con éxito. A los 77 años, acompañado por su esposa, María Estela Martínez de Perón, su secretario privado, José López Rega y su delegado personal, Héctor J. Cámpora, Perón pisaba suelo argentino en esa mañana lluviosa del viernes 17 de noviembre, a las 11.20. Cuatro automóviles de custodia precedían, flanqueaban y cerraban la caravana de recepción. Perón descendió por la escalerilla del avión y, al vitoreo de quienes allí lo esperaban, sus brazos se alzaron en el clásico saludo. José Rucci y Juan Manuel Abal Medina, secretarios de la CGT y del Movimiento Nacional Justicialista, ingresaron a la pista. El jefe de la central sindical llevaba un paraguas y, con él, protegió al Líder de la lluvia. Con velocidad, en un automóvil blanco se cubrió el corto tramo del camino al Hotel Internacional.

Luego de una jornada cargada de incertidumbre, alrededor de las 19.30, Perón reunió en el tercer piso del hotel a unos 300 dirigentes y militantes y les dijo: “Compañeros: me encuentro muy apenado porque mi pueblo no me pudo recibir como lo esperaba y lo deseaba…”. Sorpresivamente, pasadas las 21, se desarrolla otra secuencia. Al anunciarse que Perón va a salir –varias personas sacan valijas y bolsos de su equipaje– una columna de jeeps, ómnibus, motocicletas, camiones hidrantes y automóviles forman lo que se presume es la “custodia” proporcionada por el gobierno. A las 0.40, ya del sábado 18, la dirigencia peronista sostiene que a Perón le impiden retirarse. Una hora después, el secretario de la Junta Militar, brigadier Ezequiel Martínez, que ha llegado al hotel, anuncia en conferencia de prensa que el ex presidente podría dejar su alojamiento a primera hora de la mañana.

Se arguye la preocupación del gobierno por su seguridad personal. El secretario de Prensa, Edgardo Sajón, les manifiesta a los colegas con quienes ha tenido trato frecuente en la Casa Rosada que todo está previsto para que Perón vaya a la residencia elegida. Finalmente, Perón abandona el hotel de Ezeiza a las 6 de la mañana del 18. Se dirige a la casa de Gaspar Campos 1065, en Vicente López, una vivienda, de tres plantas. La entrada exhibe un escudo y una inscripción: “Nec temere nec timede” (“ni temerariamente ni tímidamente”).


Perón y Balbín, un gesto de unidad incomprendido en su propia época

La estancia de Perón en Buenos Aires se prolongará por 27 días y transcurrirá con una intensa agenda de reuniones en ese chalet de Vicente López. Por allí desfilarán dirigentes de todo el espectro peronista. Recibirá en dos oportunidades al caudillo radical y viejo adversario Ricardo Balbín, y tendrá con él un abrazo histórico luego de una reunión multipartidaria en la confitería Nino, en la Avenida Libertador, a pocas cuadras de la casa en la que residía. Dijo Balbín en una de esas dos reuniones: “Es una conversación entre dos argentinos que olvidan sus pasados y hablan de las perspectivas del futuro nacional” .

El primer encuentro multipartidario y multisectorial convocado por Perón había sido anticipado en reuniones previas y se realizó el lunes 20 de noviembre. Hubo algunos forcejeos antes del inicio en la puerta de entrada entre la representación de la CGT, encabezada por José Ignacio Rucci, y la Juventud Peronista. Estuvieron presentes, entre otros, los radicales Ricardo Balbín y Enrique Vanoli, los democristianos José Antonio Allende y Augusto Conte Mac Donell y Horacio Sueldo y Arturo Ponsatti, el socialista Víctor García Costa; Jorge Abelardo Ramos y Jorge Eneas Spilimbergo, de la izquierda nacional; los nacionalistas Marcelo Sánchez Sorondo, José María Rosa y Mario Amadeo, los conservadores populares Vicente Solano Lima y Eduardo Paz, los justicialistas Miguel Revestido, Jorge Taiana, Nélida de Miguel y Rodolfo Tecera del Franco, por el Encuentro Nacional de los Argentinos, Jesús Porto, por el denominado radicalismo yrigoyenista Alberto Assef; por la CGT, junto a Rucci, José Rodríguez y Ramón Baldassini, por la CGE, José Ber Gelbard e Ildefonso Recalde y por la Federación Agraria, Humberto Volando.

Perón, flanqueado por Héctor J. Cámpora y José López Rega, pronunció un discurso introductorio en el que explicó las ideas de su movimiento a la luz de su reciente experiencia europea, instó a construir la unidad nacional y pidió que las representaciones partidarias y sociales dijeran su pensamiento e hicieran las preguntas que consideraran convenientes. Al concluir la reunión el general Perón saludó a todos y se retiró acompañado por el coronel Jorge Osinde.

La convocatoria fue la primera de una serie de reuniones que se realizaron luego, con Perón y con Cámpora, en los hoteles Savoy, Plaza y Crillón, y también en la casa de Benito Llambí, que culminarían con las reuniones para la elaboración de la Coincidencias Programáticas y la conformación del Frente Justicialista de Liberación, el Frejuli. El regreso definitivo se produciría meses más tarde, ya con Cámpora en la presidencia, el 20 de junio del 73. Lo que había sido pensado como un reencuentro feliz y entusiasta del líder con su pueblo se transformará en una batalla campal que culminará en un baño de sangre. El “trasvasamiento generacional” sería cruento y preanunciará la tragedia que sucederá a la muerte de Perón, meses después de su regreso al país y la consagración de su tercera presidencia, que quedaría trunca.

*Autores de La lucha continúa. 200 años de sindicalismo en la Argentina (Vergara), entre otros libros.