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lejano oeste

En su feudo de Merlo, Othacehé sí reprime protestas sociales

Como sucedió después del tornado de abril de 2012, los reclamos y protestas populares reciben en Merlo una invariable respuesta violenta de patotas que, según denuncian las víctimas, son enviadas desde la intendencia, alineada ahora al kirchnerismo. Esta vez, el detonante fue el asesinato de un joven de 20 años.

Con itakas. Así entraba la Bonaerense al barrio Ferrari, en el Merlo de Othacehé, donde balearon a jóvenes y mujeres.
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En el Lejano Oeste hay un sheriff. Allí se hace lo que él manda. No es un western, sino la vida real: en Merlo, el poder absoluto lo tiene, hace veintidós años, Raúl “el Vasco” Othacehé, el “querido Vasco” de Cristina Kirchner.
En su tierra, las denuncias por corrupción y manejos “mafiosos” son algo cotidiano. Quien no responda al Vasco sabe que lo puede pagar con represiones policiales o de patotas, persecuciones, aprietes, amenazas y hasta escraches. Un modus operandi que en el distrito está muy aceitado.

Por eso los vecinos tienen miedo de hablar con la prensa sobre lo que sucede en sus barrios. También le temen a manifestarse por algún reclamo, ya que la Policía Bonaerense, “que responde al intendente”, puede terminar reprimiéndolos. En el último episodio, la Bonaerense detuvo menores, golpeó niños, pateó puertas, amenazó a las mujeres que no “acataban las órdenes” y disparó con balas de goma a menos de diez metros a un grupo de vecinos.
PERFIL se comunicó con el subsecretario de Prensa local, Ariel Correia, para consultarlo por las denuncias, pero no obtuvo respuesta.

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El martes 19 de noviembre, más de cien personas cortaron la Ruta 200, a la altura de la localidad de Agustín Ferrari, a 7 kilómetros del centro de Merlo, camino a Marcos Paz. Pedían seguridad para el barrio y el esclarecimiento de la muerte de Santiago Silva, un joven de 21 años que, en la noche del domingo 17 de noviembre, fue asesinado en un intento de robo mientras cruzaba “el corredor de la muerte”, un sendero que une parte del barrio Ferrari con la ruta (ver recuadro).

Los vecinos estaban en medio de la ruta, habían convocado a medios de TV para que cubrieran el corte y lo que siguió se asemeja a una escena cinematográfica: cuando los canales ya se habían ido, un tren con destino a Marcos Paz pasó por las vías del Sarmiento, que se encuentran paralelas a la ruta, y, al terminar de pasar, detrás del ferrocarril, empezó la balacera. “Los policías estaban del otro lado de la vía, uniformados y con sus armas apuntándonos a nosotros”, relata Jorge Lahitte, un vecino que participó de la manifestación. Según el relato de los vecinos, el ataque perpetrado por los servicios de calle de la Comisaría Merlo 1ª, Mariano Acosa y Pompeya se dio sin previo aviso. “Pero lo más grave se dio después, ya que la Policía no se conformó con reprimir el corte, sino que entraron al barrio, disparaban al aire, contra niños, mujeres. Hicieron un uso desmedido de su fuerza”, le contó Jorge a PERFIL. Con “el barrio” se refiere al Barrio Policial de Ferrari, una zona de 20 manzanas donde viven 1800 personas, sobre todo familiares de policías.
PERFIL recorrió el barrio y habló con vecinos que participaron de la marcha. Muchos tienen fotos en sus celulares y videos en sus cámaras que retratan estas escenas calientes de tres horas de represión que vivieron el martes 19 desde las dos de la tarde hasta las cinco. “Si te escapabas, te perseguían, pateaban puertas. A mí, a menos de diez metros, mientras subía una pared, me dispararon en la espalda”, especificó Luis, mientras mostraba su herida. Ellos los acusaron de estar robando. “¿Cómo íbamos a estar robando? Estábamos en el corte. Antes de llevarme al hospital, me dejaron en una comisaría para chequear que no estuviera armado. Cuando lo comprueban, me derivan al hospital”, detalló el joven.

Santiago tiene 15 años y fue uno de los diez detenidos que se llevó la Policía ese día a la comisaría 6ª de Mariano Acosta: “Yo estaba yendo a la escuela con dos amigos. En mi mochila tenía cosas del colegio, me golpearon en la panza, me agarraron de las piernas y me subieron a un móvil”, contó. Su madre, enfermera, cuando llegó del trabajo, fue corriendo a la comisaría a buscarlo. Tardaron siete horas en liberarlo. Se fue a quejar a la Fiscalía de Menores, donde no estaban enterados del caso y ahora denuncia a los oficiales por maltrato y retención del DNI, que aún no le devolvieron.
Jorge no sabe contabilizar cuántos fueron los heridos porque hay muchos vecinos que no se animan a hablar luego de la represión. Una periodista local, que prefiere mantener su identidad reservada y que quedó en medio de la balacera, aseguró: “Lo que más me impactó fue el maltrato de género y contra los niños. A las mujeres les gritaban que se metieran dentro de sus casas y que se callaran porque si no las amenazaban con que se iban a meter en sus domicilios y hacerlas callar a su manera”.

Después de la tormenta. Cuando PERFIL le preguntó a los vecinos si recordaban otro episodio similar, al unísono respondieron que en abril de 2012, cuando protestaban por la falta de luz y agua tras el feroz tornado que había destruido sus viviendas. En esa ocasión también fueron reprimidos violentamente, cuando cortaban la Ruta 200, por la Policía: balas de goma y, en algunos casos, hasta armas de fuego. Pero, en ese caso, la represión duró seis horas y se dio hasta la madrugada, sin luz. Tuvo participación, además, un grupo paramilitar. Lo mismo sucedió en otras zonas, como la barrera Los Patitos y Mariano Acosta.
Una fuente cercana a la intendencia afirmó que “Merlo es uno de los distritos donde la Policía responde al intendente porque amenaza con arruinarles la carrera a los oficiales”.

 

“El corredor de la muerte”

Lo último que hizo Santiago Silva la noche del 17 de noviembre fue tomar un helado con su amiga Angie. Al volver a su casa en el barrio Ferrari, para cortar camino tomó “el corredor de la muerte”, como bautizaron los medios a un sendero que hay entre el polideportivo municipal El triángulo y el camping de Aminra, a 300 metros de la estación de Ferrari. Este corredor de 200 metros, que une la Ruta 200 con el barrio, muchos vecinos lo usan para evitar caminar una cuadra y media de más para tomarse el colectivo o ir al centro comercial. Ellos aseguran que hay diversos hechos de inseguridad que se dan en ese lugar. “Sobre todo de noche, porque no está iluminado”, afirmó María Godoy, mamá del joven que fue detenido luego de la represión policial. Pero ese domingo Santiago fue sorprendido –según cuenta un grupo de jóvenes que presenció el hecho– por otro que intentó robarle y que estaba armado. Este último le dio un disparo en el pecho y se dio a la fuga. A partir de este hecho es que los vecinos decidieron manifestarse y así es que se desató la manifestación. La respuesta municipal, además de la represión policial, fue la de alambrar el corredor para que los vecinos no puedan pasar más por allí. Ahora, la familia de Santiago no quiere hablar con la prensa por temor y, además, porque tanto a ellos como a Angie, la amiga que se encontraba con el joven asesinado, la Policía les allanó la casa.