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Cambios en el humor social

Fantasías y realidades sobre los invulnerables de la política

Se cree que existen dirigentes a los que “no les entran las balas” y miden bien en todas las encuestas, más allá de las coyunturas. La autora cuestiona esta idea y brinda datos que muestran cómo se vuelven vulnerables.

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Los de hoy. Acel Kicillof es el político que mejor resiste las críticas en el kirchnerismo. María Eugenia Vidal pasó de ser Heidi a la Leona. Martín Lousteau pierde terreno. | Presidencia / Obregon

El sueño de cualquier político establecido es que su imagen positiva, cuando es buena, crezca aún más o permanezca inalterable. Es una mezcla de ego, supremacía ante los pares, construcción de poder, pervivencia. Todos miran las mismas encuestas, y el juego de la imagen política es siempre un ejercicio de comparación. Permanecer igual, sostener el favor de la opinión pública cuando todos bajan ya es motivo de regocijo. En el fondo, es una fantasía de invulnerabilidad. Y hay quienes, durante un tiempo, lo logran.

Siempre el tiempo. Así como va mutando la cara que nos devuelven las fotos del pasado cuando las revisamos de tanto en tanto, también se van transformando los rasgos esenciales de la imagen del político. Esta metamorfosis es, a veces, simplemente un cambio en la significación de un mismo atributo. El caso más elocuente es el del “empresario” de Mauricio Macri. Se trata de una misma cualidad de imagen cuyo sentido social va cambiando con el tiempo.

“Empresario” significaba un freno y un argumento para no votarlo, hasta que la estrella que lo acompañó durante 2015 reorientó el sentido y la interpretación. En esa campaña, “empresario” significaba buena administración, eficiencia de gestión y garantía de no corrupción. En ese tiempo, eso se formulaba como “ya está hecho, plata no precisa, va por la gloria”. Hoy, en cambio, sigue en pie el atributo con un nuevo sentido: “Es empresario, vino a hacer negocios y gobierna para los de su clase, los ricos”. Aquí un caso en que un mismo atributo sostenido en el tiempo, con significancia diferente, impacta y hace fluctuar la imagen: recién asumido arañó los 60 puntos; hoy apenas llega a los 30 puntos de imagen positiva. Al acecho de la imagen hay siempre una fuerza pendular.

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También están los casos en los que los atributos pueden cambiar pero la imagen del político permanece estable, incluso ante adversidades. Son casos en los que la imagen está acorazada; en la jerga se suele decir “no le entran las balas”. Vidal es un caso paradigmático. Con eje en la “fuerza”, pasó de ser Heidi a La Leona. El atributo inicial se formulaba como interrogante, “¿Tendrá la fuerza necesaria para enfrentar lo que hay que enfrentar en la Provincia?”. Esa era Heidi Vidal. Luego vendría una nueva argumentación de época, La Leona Vidal es la que “tiene la fuerza para enfrentar las mafias, reventar búnkers, desplazar policías”.

Esa fuerza –y las buenas intenciones, estela residual de Heidi– son los argumentos que se escuchan en los estudios cualitativos con grupos focales y que nos permiten comprender por qué, en la opinión pública, se eclipsan el escándalo de los aportantes truchos, la desafortunada frase sobre la educación superior y los sectores populares en la que declaraba que “nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad”, la sucesión de conflictos docentes –en 2018 hubo 29 días de paro– o el estado deplorable de la salud. La gobernadora flota. Cuatro de cada diez bonaerenses siguen teniendo buena imagen de ella. Es menos de lo que tenía, cierto; pero esto alcanza para seguir siendo una de las figuras de la política mejor posicionadas del país, y mucho más si se considera el colapso de la imagen del líder del espacio. ¿Lo explicará solo la “fuerza”, o incidirá también que sobre la figura del gobernador bonaerense no pesa demasiada demanda? Ya lo aprendimos con Scioli, que logró conservar su imagen en medio de una gestión caracterizada en ese momento con el principal atributo de su figura: “Ni”.

Y a veces, las buenas noticias tampoco alcanzan para garantizar la invulnerabilidad. Vidal tiene en Axel Kicillof una contrafigura relativamente simétrica: ambos jóvenes, ambos convencidos, ambos sinceros, ambos carismáticos, ambos con buenas intenciones, ambos capaces de seducir a demandas electorales opuestas, ambos diferentes de los referentes de sus espacios, ambos honestos, solo por nombrar algunos atributos que aparecen sucesivamente en los estudios cualitativos. Para Vidal, de cara a las urnas, se trata del pasaje de Caperucita y el Lobo en 2015 a Hansel y Gretel en 2019, donde dos figuras con varios rasgos simétricos positivos se enfrentarían.

Volvamos. ¿Políticos invulnerables? Por un tiempo, puede ser. Porque la sociedad se regenera en el olvido y porque una vida hecha de recuerdos y facturas es inviable. No solo olvidamos cosas porque carezcan de importancia, sino también porque importan demasiado. Pero frenemos acá, en la ambición, legítima, del político a gozar de una buena imagen. La invulnerabilidad de la imagen está sobreestimada. La buena imagen no construye voto. Hay figuras que conservan una buena imagen a lo largo del tiempo pero que son insustanciales en las urnas, como Margarita Stolbizer. Imagen no es rendimiento electoral. La imagen sin chispa es nada. Además de imagen, se precisa conversación. Y la conversación es controversia.

 Vemos crecer un fenómeno extraño que domina una parte del tablero político actual; son las figuras políticas que recogen votos en el descrédito. Paradójico y difícil de explicar, pero es lo que sucede en un escenario quebrado y en el que hay temor a la experimentación de lo nuevo. Les pasa a Cristina Kirchner y a Mauricio Macri. El voto blando de ambos no está exento de duras críticas por parte de sus propios votantes. El caso M es más previsible, porque repite el antagonismo ya jugado en 2015 y en 2017. Pero el caso de Cristina Kirchner es un poco más novedoso.

Cristina Kirchner es la figura política más resguardada de la actualidad: es de amianto. Ninguna acusación sobre corrupción la afecta. Nuestras mediciones mostraron que el caso de los cuadernos no afectó su imagen; por el contrario, desde ese momento ha mejorado sistemáticamente su performance y su “rendimiento” medición tras medición. Hasta aquí, algo sabido. Esa cuenta ya la había pagado: el daño más grande se produjo con el caso de los bolsos de López, y con Lázaro Báez. La bala corrupción había entrado.

Pero la curiosidad del momento es el acompañamiento electoral, por parte del segmento blando de su electorado, en el reconocimiento de sus defectos y con una caracterización negativa de imagen. La imagen que tenemos los unos de los otros está hecha de capas. En la imagen de Cristina hay dos que se solapan: el hacer y el robar. Dependiendo de cómo se conjuguen esas dos, habrá un nivel mayor de aceptación o rechazo aun cuando en una encuesta de imagen prime el rechazo. Veamos cómo funcionan juntas. Un argumento dice “roba pero hace”; otro dice “hace pero roba”. Parecen similares, pero son muy diferentes.

Por lo general, la verdad del corazón y también la electoral viene después del “pero”. Así, quien sostiene “roba pero hace” está señalando su capacidad de gestión y su orientación al hacer; es una razón, junto a otras razones, para el voto. Quien dice “roba pero hace” quiere decir “hace”, y lo hace otorgando una crítica. Para seguir con las narrativas clásicas, un participante de grupo focal la caracterizó como “Robin Hood, roba y reparte”.

En la otra frase, “hace pero roba”, en cambio, se pone el acento en la corrupción. Probablemente ese votante termine decantando por otra oferta electoral. Hoy, “roba pero hace” es un argumento frecuentemente escuchado a la hora de indagar su figura en estudios cualitativos. Es la forma en que se expresa el acompañamiento electoral crítico. Esta frase introduce una complejidad en el horizonte de la imagen política, pues no puede ser explicada simplemente con la frialdad de los números.

En definitiva, para el político la imagen, o su balance, es una conciencia posicional de sí y de los otros; pero para la ciudadanía la imagen es un artefacto complejo, hecho de narrativa, empatía, conversación, ambivalencias, ideología, proyecciones, en el que lenta e inconscientemente se va macerando el voto.

*Directora de Trespuntozero.