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ocho de cada diez argentinos solo usan efectivo

Inflación, baja educación financiera y evasión nos alejan de los bancos

Una encuesta de la UADE sobre la bancarización reveló que en nuestro país estamos muy lejos de la tendencia mundial a usar cada vez menos billetes en la vida cotidiana.

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En el colchon. Las diferentes crisis y medidas tomadas no ayudan a depositar con tranquilidad el dinero en las instituciones. | shutterstock

En un mundo cada vez más tecnificado en sus relaciones financieras, la Argentina parece ir a contramarcha. Muchas son las crónicas, incluso con imágenes, que describen cómo países europeos casi no utilizan dinero efectivo o cómo los chinos pagan sus gastos del supermercado acercando su rostro a una cámara en la caja registradora. En la Argentina, el panorama es más bien distinto. Según un estudio de la Fundación UADE y Voices!, el 82% de la población de nuestro país dice utilizar dinero en efectivo para sus gastos cotidianos. Como contrapartida, solo el 21% reveló darle un uso frecuente a las tarjetas de débito y otro 13% a las de crédito.

El 7% restante correspondió al uso de otros tipos de medios de pago electrónico, algunos de los cuales hoy son vanguardia en varios países. Otro dato de este estudio es que la mitad de los argentinos no operan con bancos, pese a tener una cuenta bancaria habilitada.

Evasión. En ese sentido, datos del Banco Central revelados en su Informe de Inclusión Financiera muestran que el 80% de los adultos argentinos cuentan con al menos una cuenta bancaria. Indudablemente, hay bases para que en el país las operaciones comerciales se hagan masivamente por medios bancarios, pero los argentinos las dejamos de lado.

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¿Por qué? Varias son las razones. En primer lugar, hay que hablar de un contexto económico hostil, cuyo síntoma más evidente es la inflación. Este fenómeno endémico que sufre la Argentina estimula crónicamente la informalidad económica. Son varias las alternativas presentes en las operaciones comerciales con dinero en billetes, como por ejemplo, los descuentos por pago en efectivo.

Sin embargo, cuando un cliente paga de ese modo también abre las puertas a la evasión. Esta distancia entre los argentinos y los bancos tiene una consecuencia (o tal vez una causa): la falta de educación financiera. Según la coordinadora de investigaciones de la Fundación UADE, Solange Finkelsztein, esta carencia combinada con la incertidumbre económica “no son facilitadores para propiciar el uso de otros medios de pago, como la tarjeta de crédito”.

Esto tiene consecuencias directas en nuestro bolsillo, ejemplifica Finkelsztein, un descuento del 15% pagando con tarjeta de crédito “puede ser muy atractivo, pero si luego el consumidor no puede pagar el total de la tarjeta a fin de mes y se queda debiendo el saldo, los intereses pueden no solo dejar sin efecto el descuento, sino también dejar al consumidor en una complicada situación financiera”.

La macro. La historia recurrente de la inflación es parte del problema de la falta de bancarización de los argentinos. Pero no es el único. Los problemas financieros del país y sus periódicos defaults de la deuda soberana también contribuyen a deteriorar el clima de inversión externa e interna.

En ese sentido, Solange Finkelsztein advierte sobre la necesidad de un “fortalecimiento de las instituciones financiera y reglas de juego claras y duraderas”. Con un contexto más o menos previsible se podría ir construyendo la confianza de los clientes, que los estimule a tener una relación más dinámica con distintas herramientas financieras.

Aunque esto no sucede con plenitud. El trabajo de Fundación UADE y Voices! reveló que el 92% de los encuestados reconoció que utiliza la caja de ahorro en pesos y el 54% admitió utilizar la tarjeta de débito. Mucho más abajo en las preferencias, las tarjetas de crédito son usadas por el 39% de los argentinos.

El resto de los instrumentos financieros como las cuentas corrientes, créditos y cheques logran porcentajes por debajo del 15%.

Dar en el blanco. Y en el blanqueo. En líneas anteriores trazábamos un paralelo entre dinero en efectivo y evasión. Dicha relación es innegable y tiene como una de sus principales consecuencias la baja bancarización de los argentinos.

Para el tributarista Santiago Sáenz Valiente “a mayor bancarización, menor evasión posible. Los países donde las personas adquieren sus bienes o servicios siempre abonando con tarjeta de débito tienen sus fondos acreditados en la cuenta bancaria para poder ser utilizados”. Esto fomenta un blanqueo generalizado de las operaciones comerciales, incluso las de más complejidad, como la compraventa inmobiliaria.

“Quien vende se ve obligado entonces a emitir el documento fiscal oficial y registrar la operación ante el fisco. Así surge la determinación del débito de IVA por la operatoria y se incluye el ingreso en su declaración jurada anual, siendo parte de la ecuación con los gastos para el impuesto a las ganancias”, detalla Sáenz Valiente. Una operación mediante instrumentos bancarios genera una trazabilidad en nuestros gastos y consumos que no todos los argentinos estamos dispuestos a generar. Esto provoca una suerte de “estado de excepción impositiva” que atenta contra la conveniencia del uso de medios bancarizados.

En ese sentido, el tributarista recuerda las idas y vueltas con respecto al impuesto al cheque que, desde su implementación en 2001 –en tiempos de Domingo Cavallo como ministro de Economía de la Alianza– nunca más se eliminó, con las consecuentes distorsiones y superposiciones que provoca.

En este contexto, las operaciones comerciales terminan enrareciéndose. Para aliviar la carga tributaria, ejemplifica Sáenz Valiente, “los comerciantes toman por distraído al consumidor y le entregan cualquier ticket sin validez. De esa forma se embolsan directamente el monto del IVA del 21% cuando son responsables Inscriptos, dejan de abonar el impuesto a las ganancias por la renta y evitan pagar, además, el impuesto sobre los ingresos brutos por esa operación”.

Para eludir esto, el especialista en impuestos aconseja fiscalizar las actividades de consumidores finales y volver a instalar algún tipo de premio posible a quien exige la factura o ticket oficial (por medio de un sorteo o algún otro método que ya se ha utilizado en el país).

Sáenz Valiente señala que tanto la estructura tributaria actual argentina, que “aplica la mayor presión fiscal del mundo y la distorsión provocada al no considerar la capacidad de aporte del contribuyente, invitan a la evasión”.

Inclusión, pero real. De lo que venimos hablando, en definitiva, es de la ausencia de una relación efectiva entre población y sistema financiero. Estamos hablando de la necesidad de una inclusión financiera real. Desde Ualá, la aplicación que permite cargar dinero en una tarjeta por fuera de los bancos tradicionales, afirman que la Argentina, al igual que muchos países de la región, tiene una deuda muy grande.

La baja bancarización de los argentinos “significa que gran parte del país está condenado a manejarse en efectivo como única forma de pago. El efectivo es inseguro, es caro, fomenta la informalidad y no permite ahorrar”, advierten en Ualá. Según Red Link, en la Argentina una de cada tres personas tiene cuenta bancaria, pero no la usa ya que son personas que cobran el sueldo, una jubilación o plan social y lo retiran de los cajeros.

Esta sub-bancarización, remarcan desde Ualá, se suma a que “las entidades financieras tradicionales resultan complejas de entender para muchas personas, por la falta de transparencia en los costos, el déficit en la atención al público y las limitaciones de horario”.

Bancarización sin bancos. Las empresas financieras con fuerte anclaje en lo tecnológico, denominadas Fintech, están dándole un ánimo inédito al sistema financiero tradicional.

Ellas, como en el caso de Ualá, Mercado Libre o Moni, buscan simplificar los procesos de financiarización, adaptados a cada cliente. Las Fintech, además, resultan ser la primera experiencia financiera para muchas personas que no tienen cuenta bancaria.

Las apps que se vienen desarrollando y que ya están funcionando transparentan las operatorias y costos.

En el caso de Ualá, por ejemplo, el dinero cargado en la tarjeta permite realizar inversiones en Fondos Comunes de Inversión desde el celular. Más allá de los vaivenes económicos del país, una mejor y más difundida educación financiera resulta clave para lograr el fortalecimiento de la relación entre los argentinos y entidades financieras.

No es casual que, de por sí, cuanto más elevada sea la educación formal mayor es la utilización de instrumentos financieros.

Los datos del estudio de Fundación UADE y Voices! muestran que el 78% de las personas con educación universitaria opera con bancos, mientras que las que tienen estudios primarios apenas el 33%.