Alejandro Koretzky dibuja una U para explicar cuál es el impacto de la innovación tecnológica en la sociedad: “Lo que se ve cuando estudiás qué efecto generan las tecnologías es que los dos extremos se favorecen. Aplicado a la música, los que no entienden nada se animan a expresarse musicalmente sin ser músicos; los que saben mucho se valen de lo nuevo para ser todavía mejores. En definitiva, siempre la tecnología te eleva la vara”.
Así, convencido, entusiasta, este músico y tecnólogo cordobés se divierte dándoles vueltas a las cosas desde alguna isla cercana a Mykonos, en Grecia, donde pasa unos días con su novia, haciendo uso del beneficio de quienes trabajan en remoto. Son parte de ese actual fenómeno denominado “nómades digitales”.
Lyric –sí, efectivamente Alejandro es músico y ella se llama Lírica– se ríe desde la cama de la habitación del hotel desde donde él se dispone a conversar acerca de cómo impacta la inteligencia artificial (IA) en la música. Ella recién se despierta de su siesta.
“Nos conocimos en un boliche, en Los Ángeles –refiere él, con saludables 38, sabedor de que, más allá del nomadismo y su inigualable libertad, ella, con 33, quiere hijos–, y yo todavía no hice el switch pero vamos a tener familia”, comenta levantando un poco el tono. Gira con picardía cordobesa y Lyric, negra, con una sonrisa fabulosa, reafirma en inglés: “Yes, we’ll have kids”, y se tapa con la almohada.
Ella es una de las abogadas de Snapchat, la red social para adolescentes que propone jugar con la cámara del celular. Su especialidad es la privacidad de datos, tema espinoso de las aplicaciones. “A veces, cuando estoy investigando algo o creando un producto, ella me orienta en cuanto a qué es posible y qué no”, explica Koretzky.
De todas formas, es dudoso que alguien pueda frenarlo a la hora de crear. Koretzky (con antepasados en Europa del Este, bilingüe de perfecta pronunciación) grabó dos discos con su banda, Ximétria, y con el tema It’s a Wild Ride tuvo éxito en MTV. Mientras, como ingeniero en Telecomunicaciones, ganó becas con las que estudió Ciencia Computacional e Ingeniería Electrónica en Estados Unidos.
Fundó empresas, es mentor de emprendedores y aconseja a jóvenes talentosos e innovadores que inician sus startups. Su mentor es Lars Perkins, fundador de Picasa, la plataforma de fotografías que tuvo su esplendor a inicios de este siglo, y que Google compró en varios millones de dólares.
Hoy, y desde hace un lustro, es quien dirige el Departamento de IA e Innovación en Ciencias del Audio en Splice, una compañía que ofrece todo tipo de herramientas digitales para crear música: banco de sonidos, espacio virtual de grabación, efectos, capacidad de grabar y editar desde cualquier dispositivo digital.
Dentro de ese increíble mundo, Alejandro es especialista en utilizar redes neuronales convolucionales (RNC) para agregar y desagregar sonidos que devienen en música. ¡Marche una traducción para la mesa cinco!
De las múltiples maneras en que un programa de computación puede aprender y volverse inteligente, las RNC son las que mejor emulan el comportamiento del cerebro humano, incluso porque logran aprender de la información que reciben, sin la supervisión de nadie.
Dentro de Splice, el último invento de Koretzky se llama CoSo –acrónimo de Complementary Sounds–. Es una aplicación para móviles con la que uno tiene la oportunidad de crear música pero ya no intentando componer de forma simplificada –lo que vienen haciendo artistas que hoy son tendencia mundial– sino más intuitivamente.
En un clic, eligiendo el estilo de música que el usuario esté imaginando, CoSo crea una base de sonido al instante. O sea, algo que empieza, del vamos, siendo único y atribuible a quien usa la interfaz. Luego, ese tema es infinitamente tuneable: se le agrega o quita toda clase de sonidos, incluyendo voces, con absoluta simplicidad, sin usar más que el dedo índice.
Una vez que el usuario está satisfecho, guarda la nueva canción en un perfil de CoSo, que incluso ofrece un nombre tentativo para la creación, si es que el ¿compositor? no anda inspirado para los títulos. De allí en adelante, es posible seguir produciendo el material en editores de audio dentro de Splice, para poder grabar más instrumentos, o mezclar.
Desde luego, con cada nuevo intento, el cerebro artificial de CoSo aprende y mejora sus creaciones. El dilema sobre si esto es o no música, bien encarado, le encanta a Koretzky: “Siempre que la tecnología impacta en el arte, tendemos a creer que lo nuevo no es auténtico (…) pero luego, a pesar de que se generen muchas cosas que no tienen, probablemente, valor artístico, se destila lo que no es bueno, y las tecnologías terminan siendo de gran ayuda para los verdaderos talentosos. Hoy, del top ten Billboard, todos usan software para crear sus canciones”.
Alejandro piensa venir a Argentina a fin de año, y traer a Lyric por tercera vez “porque sigo amando mi país, y trato de que ella lo conozca y le explico que es un país de contrastes, donde los amigos son hermanos y hay gente muy valiosa, pero yo no puedo vivir ahí porque psíquicamente no lo soporto (…) de todas maneras me gustaría que ella incorporara un poco más de lo bueno de nosotros, los argentinos”.
Esto último, sobre finales de julio y con los vientos que soplan por estas pampas, suena, por momentos, indescifrable. Lyric ama la humita salteña, las pizzas de Buenos Aires y el vino mendocino. Quizá sea eso lo que tengamos para ofrecer, además de la hospitalidad que, sin dudas, les brindará en Córdoba la familia del futuro padre de sus hijos.
Por lo demás, caerá por su propio peso que la extraordinaria carrera de Alejandro necesita bastante más que hermosos paisajes, rica comida y la calidez de quienes hacen de la fraternidad un culto.
¡Larga vida para quienes parten de un país deshilachado, dejan su huella en el mundo a puro talento y todavía son capaces de guardar cariño para con sus orígenes!