ELOBSERVADOR
RESULTADOS DEL INFORME PISA

Jóvenes, saqueos y una secundaria desconectada

La OCDE plantea que sólo dos de cada diez argentinos de 15 años comprenden lo que leen. Algunos especialistas lo relacionan con el uso ocioso que se les da a las netbooks del Gobierno. La repercusión en los conflictos sociales.

GENERACIÓN JOVEN. El autor del artículo asegura que gran parte de los jóvenes que salieron a saquear en Córdoba son los mismos que poseen un bajo nivel de comprensión lectora fomentado por la obtenció
| Cedoc

Recientemente se dieron a conocer los resultados de la última medición de la calidad educativa del informe PISA. Como sucedió en las mediciones anteriores, a la Argentina le fue mal. La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) ubicó al país en el puesto 59 de un total de 65, y uno por debajo del puesto que el país logró hace dos años.

El peor aspecto de la evaluación fue la comprensión lectora. Sólo dos de cada diez chicos de 15 años comprenden lo que leen. Argentina salió penúltima entre los países latinoamericanos medidos, detrás de Chile, Costa Rica, México, Uruguay, Brasil y Colombia y sólo delante de Perú. Cuesta digerir esta noticia en el país de Borges y Cortázar.

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Esta grave noticia fue rápidamente tapada por otra, los saqueos en Córdoba. Otra vez lo urgente tapa la importante, como un Cambalache del nuevo milenio. La evidencia de la debacle educativa argentina queda en el olvido, para tranquilidad de Ministros de Educación, que ya no tienen que dar explicaciones por su gestión para pasar a culpar a la realidad social de nuestro país.

La conexión entre saqueo y educación adquiere más sentido cuando tomamos en cuenta un contexto más amplio. Solo hace una semana el titular del ANSES, Diego Bossio, sostuvo en un evento denominado Universo Conectar, en donde se presentaron experiencias de alumnos y docentes utilizando las netbooks del programa Conectar Igualdad en Tecnópolis, que “todos los chicos de la República se pueden formar mediante la inclusión digital, ya que este programa no tiene que ver sólo con una computadora, sino con la calidad educativa para achicar la brecha existente”. Efectivamente muchas de las críticas expresadas por los lectores en comentarios y blogs por la mala “nota” en PISA atacaron la política oficial de distribución de netbooks argumentado que las netbooks solo se usan para entretener a los estudiantes con  videojuegos y Facebook, distrayéndolos de las actividades de aprendizaje.

Lo que se observa en las aulas es que estas críticas tienen asidero. Los docentes no están preparados para hacer un uso educativo de las netbooks y las capacitaciones planificadas, si bien han sido de calidad, no llegaron en tiempo y forma a los docentes. A esto tenemos que sumar que las condiciones técnicas de las escuelas para el acceso a internet son deficitarias. No se logró conectar a las escuelas o bien la conexión que disponen es de muy baja velocidad.

Por eso sorprende que en el mismo evento de sólo hace una semana el Ministro de Educación, Alberto Sileoni, haya anunciado que “La escuela pública tiene brecha digital cero”. Una netbook sin banda ancha no sólo no elimina la brecha digital, sino que tiene un efecto búmeran. Los estudiantes identifican a la netbooks con el ocio y la contrastan con la escuela sin Internet, que pierde la oportunidad de ser un lugar en donde se accede al conocimiento del mundo informacional, queda estigmatizada como la institución del conocimiento viejo, vencido.

Por lo que parece un detalle, la falta de internet, se extreman las condiciones de precarización de acceso al conocimiento en la escuela secundaria argentina. Ante el abandono de los docentes, los estudiantes terminan usando las netbooks exclusivamente para los consumos habituales del ocio adolescente: Videojuegos, redes sociales, fotos, videos y música. En este sentido la netbook termina siendo como la copa de leche. Tiene el valor de la inclusión social pero se desaprovecha su valor educativo.

Ahora la pregunta que aquí nos podemos hacer es si efectivamente es posible mejorar la calidad educativa distribuyendo computadoras mediante el uso de tecnologías en el aula. Los mismos datos del informe PISA nos permiten desentrañar el problema. El patrón común entre los países que están en la vanguardia de la calidad educativa, tanto países asiáticos como europeos, indica que efectivamente hacen uso, aunque moderado, de la tecnología en el aula, y fundamentalmente dicha tecnología se usa para acceder al conocimiento más actualizado.

Es tan importante asegurar el uso de tecnología en el aula como la actualización del conocimiento. Los países líderes aún con sus diferencias culturales reconocen que el siglo XXI la educación es un factor directo de producción cuando se fusiona con la innovación. Países como Corea y Finlandia que hace cincuenta años no se destacaban, hoy entienden que el sistema educativo es la locomotora de su crecimiento económico.

Esto no sucede en nuestro país. Seguimos creyendo que el crecimiento económico está en algún lugar entre la soja y la industria automotriz según el dogma que no toque en suerte. El resultado es una sociedad dividida, entre los que perciben que tienen un futuro y aquellos que están perdidos, aquellos a los que el Estado y la Educación los abandonó. Como señalaron mis colegas Semán y Auyero, son víctimas de la violencia estructural.

La pregunta que nos estamos haciendo todos hoy es por qué acontecieron saqueos en Córdoba cuando no hay necesidades económicas agudas. Aquí las estructuras del Estado están crujiendo. Tanto las fácticas, cuerpos de policía y de gendarmería, como las simbólicas. La cultura argentina que supo ser un instrumento de cohesión social para millones de inmigrantes dejó de proveer un sentido de futuro colectivo. Evidentemente nuestros problemas no tienen que ver sólo con la economía, sino con el Poder y la Cultura. Y los pongo con mayúsculas para enfatizar este cambio en nuestra realidad.

La conexión entre saqueos y educación, entre cultura y poder está ahí, solo tenemos que distinguirla como cuando calcábamos mapas de pibes. Algunos de estos chicos que saquearon los supermercados en Córdoba rindieron las pruebas PISA. Hartos de ir a un cole que no les ofrece un futuro, que no les brinda las herramientas cognitivas para poder cambiar su realidad, que no los motiva para acceder al conocimiento, salen a saquear.

Es difícil de imaginar un alumno saqueador. Eso en sociología se llama anomia, falta generalizada de normas o la incapacidad de la estructura social de darle a algunos sectores de la población las oportunidades para alcanzar sus metas. La novedad acá es que no se trata de un momento puntual en la historia generado por una crisis hiperinflacionaria o recesiva, como fue en 1989 o en 2001. No es una crisis sino es el modelo K en su apogeo.

En Córdoba, la ciudad de la solidaridad obrero-estudiantil del Cordobazo del 69, abandonados por las fuerzas del orden, estudiantes y familias de clase media resistieron solos los saqueos. Civilización y Barbarie se vuelven a enfrentar en el siglo XXI. Pero no nos confundamos, detrás de los saqueos hay una mayoría silenciosa de clases postergadas que “reclaman conocimiento” como señala el sociólogo sudafricano Gerd Müller. Hay una brecha de conocimiento entre unos sectores sociales que están integrados y otros que no. Los que pueden entender lo que leen y pueden aprender nociones científicas, de aquellos que con una alfabetización básica no han experimentado el pensamiento científico. En la Argentina la tasa de alfabetización (muy alta) oculta los graves problemas de acceso al conocimiento.

Por eso los estudiantes porteños tomaron los colegios. Porque tanto el oficialismo como la oposición están ciegos ante la evidencia de que la llamada Nueva Escuela Secundaria huele rancia. Los chicos de 15 que lideraron la tomas (no aquellos que aprovechando la revuelta cometieron abusos) tuvieron la lucidez de denunciar que se quitaron las horas de informática de la grilla curricular en plena implementación del Plan ConectarIgualdad o que se quitaron horas de taller de 6to año en escuelas técnicas para poner historia o literatura.

Los países líderes de PISA no hacen eso. Finlandia tiene al 45% de sus alumnos secundarios en la educación técnica. En los treinta años de democracia Argentina no hubo ningún gobierno que tuviera un plan consistente de recuperación y actualización de la educación técnica. Todos los sectores coincidieron en un especie de suicidio colectivo que la educación técnica estaba condenada. Tuvimos globalización sin informacionalización.

La brecha de conocimiento (informacional) que afecta a la Argentina no se resuelve con netbooks. Es urgente recuperar los hábitos de lectura, renovar el atractivo del conocimiento, acceder a los libros digitales. No es posible hacerlo sin dotar a las escuelas secundarias de las verdaderas herramientas de igualdad social: internet y docentes que puedan hacer la conección al mundo del conocimiento informacional.

Es insoslayable la presencia de internet en las aulas. Saber usar Internet (de banda ancha) para aprender es la divisoria de aguas entre los ciudadanos y los excluidos. Es la brecha informacional. La corporación educativa debe dejar de estigmatizar a la informática como herramienta de segundo orden, y comprender que en el mundo en que vivimos la informática es el pensamiento fundamental que nos brinda el acceso al conocimiento y el desarrollo socio-económico.

Así como es difícil imaginar un alumno-saqueador, tendremos que hacer un esfuerzo para entender que la igualdad social también pasa por la fibra óptica y las páginas webs. Hoy la Argentina tiene kilómetros de fibra óptica tendida por el estado a lo largo de todo el territorio nacional. Esta fibra óptica está “apagada”, cómo lo está el futuro de nuestro país. La desconexión es total sin un replanteo profundo de la llamada Nueva Escuela Secundaria. Una secundaria desconectada sin acceso al conocimiento real es garantía de saqueos no solo porque no puede prometer ascenso social sino fundamentalmente porque niega el más sagrado de los derechos sociales del siglo XXI, el acceso al pensamiento científico, tecnológico, crítico e independiente.


*Profesor Universidad de San Andrés.