ELOBSERVADOR
Los cuatro de Liverpool

La banda sonora de la segunda mitad del siglo XX

La semiología, la estética, la música y el corazón siempre fan de un intelectual se cruzan en The Beatles: arte y vanguardia en la sociedad de masas, el libro de Bernardo Suárez, profesor de la UBA.

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Los Beatles. | cedoc

Para Bernardo Suárez, magíster en Análisis del Discurso por la Universidad de Buenos Aires que enseña en la cátedra de Semiótica de los Medios II de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, la de Los Beatles fue una de las primeras experiencias de un producto de la industria cultural “que alcanzó escala planetaria”. Y al que, desde la Argentina, un país periférico hoy y quizás un poco más entonces, se accedió básicamente a través de los medios de comunicación, nuestra “gran ventana al mundo”. Y, si bien en su libro intentó ordenar “algunas reflexiones sobre este fenómeno a partir de la pregunta: ‘¿Por qué Los Beatles?’” en una clave casi filosófica, la entrevista se imponía también como un acercamiento a la versión criolla del “caso” creado por John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison, cuatro pibes de Liverpool que de repente se convirtieron en ídolos, inspiración y amigos de millones alrededor del mundo, incluyendo la remota Argentina. 

—¿Cómo se “leyó” a Los Beatles desde Argentina? Se trató de un fenómeno que, en su momento, estuvo muy marcado también por su contexto.

—Hay algo que me parece muy interesante en el fenómeno de Los Beatles y es que quizás haya sido una de las primeras experiencias de un producto de la industria cultural que alcanza escala planetaria. Es importante considerar que la sociedad de los 60 presentaba características bien distintas a la actual. Aún no se podía hablar de globalización. En ese entonces, los medios de comunicación, y especialmente la televisión, ocupaban un lugar central en esa sociedad llamada en su momento “de masas”. 

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Las noticias llegaban a través de los medios de comunicación que funcionaban, sobre todo para países como el nuestro, al modo de una gran ventana al mundo. De todos modos, la información no arribaba con la rapidez en que circula actualmente. Y las novedades, cuando llegaban a estas tierras, muchas veces habían dejado de serlo en otros lados. 

Sin embargo, con Los Beatles ocurría algo particular porque los ecos de ese fenómeno conocido como “beatlemanía” parecían extenderse por el aire. En ese sentido, es bien conocido el episodio en el que el entonces director de Canal 9 de Buenos Aires, Alejandro Romay, ante el furor por los de Liverpool, trae con exclusividad para su canal a unos falsos Beatles, a los American Beatles. Y por un momento se creyó que verdaderamente los Fab Four habían llegado al Río de la Plata. Hay incluso un documental, muy interesante, que retrata el hecho: El día que Los Beatles vinieron a la Argentina, de Fernando Pérez y Tomás Epstein, 2015. 

—¿Y ahora? ¿Cómo se explica la vigencia?

—Ese es un segundo aspecto que me parece interesante del fenómeno: su permanencia. Brian Epstein, el mánager del grupo, había dicho allá por los tempranos 1964 que los chicos de 2000 seguirían escuchando a Los Beatles. Y parece no haberse equivocado. El otro día vi un fragmento del programa Late Show en el que le mostraban a Paul McCartney el video de BTS, el grupo de K-pop (o pop sudcoreano) del momento, haciendo un cover de Hey Jude. Parece que Los Beatles siguen vivos musicalmente. Y que –lo que es todavía más interesante– su música no envejeció como sus integrantes.

Hay dos hechos más que quisiera destacar. Por un lado, no es solamente el aspecto musical que los trasciende sino el universo estético que crearon –conscientes o no del todo– en el que se encuentran imágenes, gestos, lugares que adquirieron un carácter eminentemente simbólico. Me refiero, por ejemplo, a la cantidad de turistas que, llegados a Londres, se acercan al cruce de Abbey Road para intentar reproducir la imagen. Y así. 

Eso nos podría llevar a pensar en una “cultura beatle” que se reactualiza de distintas formas en las nuevas generaciones. Finalmente, quería destacar que sus canciones, escritas en inglés y con los estilos musicales propios de la isla, son cantadas en distintas lenguas y en los lugares más recónditos del planeta. 

—Nos ayudaría conocer más sobre su historia de amor con la banda de Liverpool.

—La historia de Los Beatles es verdaderamente cinematográfica y, de hecho, hay numerosos films que la retratan. Y estoy seguro de que cada uno podría hacer su versión acerca de cómo los conoció. En mi caso, por ejemplo, hice la primaria en un colegio parroquial que durante los fines de semana tenía un cine. No se daban los últimos estrenos mundiales, digamos que los anteúltimos. Mi papá llevaba los libros con los ingresos y los egresos y eso le daba acceso a la sala de proyección. Y así me hice de una colección importante de fragmentos de celuloide que se cortaban y que para mí era como poseer la película entera. 

Debe haber sido un domingo de principios de los 70 que me topé con el afiche cuyo título era Déjalo ser. Cuatro melenudos que miraban para lados distintos asomaban en medio de múltiples colores planos. Se trataba de una película musical. Ya en la sala oscura, impactaba el technicolor y el sonido de avanzada –comparado con lo que uno escuchaba en la radio o en el modesto tocadiscos– comenzó a envolver el lugar. Desde la pantalla y en un tamaño sideral, un rostro joven y barbudo nos miraba fijamente y decía: “Speaking words of wisdom. Let it be” (Que yo no entendía que quería decir, pero sonaba bien). La cámara se abrió y pude ver que eran cuatro. Todos con pelo largo, barbas, bigotes. Tocaban instrumentos, cantaban. Y, desde ese momento, fueron Los Beatles. 

De más está decir que me llevé un pedacito de celuloide. Y durante mucho tiempo el trofeo mayor fue tener en mi poder algo beatle. El tiempo se llevó, entre tantas otras cosas, también mi colección de películas. 

—Pasemos a su libro. ¿Cuál es la intención de su aproximación a este fenómeno?

—En The Beatles: arte y vanguardia en la sociedad de masas intenté ordenar y presentar algunas reflexiones sobre este fenómeno a partir de la pregunta: “¿Por qué Los Beatles?”. Y en verdad, un fenómeno tan complejo presenta muchas cuestiones que parecen haber colaborado para que termine produciendo un efecto de esa magnitud. 

Hay cuestiones que remiten al contexto de época, local, internacional; a los jóvenes que comienzan a ocupar un lugar más preponderante en la sociedad. A las búsquedas propias en las que se aventuró esa generación. A distintas tendencias y movimientos estéticos que encontraron su desarrollo durante esos años. Y claro, el gran talento y la química que se produjo a partir de esas cuatro personalidades que supieron estar a la altura de las circunstancias en el lugar y momento indicados. A ello hay que sumarle la visión de su representante, Brian Epstein, y el conocimiento y la percepción musical del productor, George Martin.

—Para terminar: ¿cree que podría generarse hoy, en la era de las redes sociales, una experiencia semejante?

—Es muy difícil pensar si podría desarrollarse hoy en esta sociedad globalizada e hipermediatizada. La industria de la música cambió, las grandes cadenas parecen imponer los estilos y para ello eligen a los ejecutantes que mejor consideran que pueden hacerlo. Mientras tanto, los que deciden aventurarse en el camino de la composición propia tienen, muchas veces, un circuito más restringido. Tal vez más parecido a lo que ocurría por aquellos años. 

Sin embargo, las redes sociales, el streaming y demás proporcionan una interesante posibilidad para darse a conocer. Esta situación no es mejor ni peor. Es otra época. Por eso resulta tan sorprendente que, en medio de tantos cambios, la música de Los Beatles, producida por estos cuatro muchachos provincianos allá lejos y hace más de medio siglo, siga resonando cada tanto en este aire tan sobrecargado de sonidos. Let it be.

*Excorresponsal en Washington y en Israel. Escribe sobre temas de Estados Unidos y Medio Oriente y sobre tendencias.

 

La estética del pop art

Bernardo Suárez*

“La extraordinaria vitalidad que se expresa parece surgir de la mezcla entre la confluencia de las personalidades individuales en esa mente grupal y el trabajo duro de las giras por Hamburgo y el resto de Inglaterra. La visita de George Martin a The Cavern, que ya hemos mencionado, le hace vislumbrar la posibilidad de plasmar en el vinilo esa energía desbordante. Así ocurre en la grabación del primer álbum, Please, please me (1963). En una maratónica sesión de diez horas, la banda graba diez temas, un récord que hoy en día, y con la técnica de ese momento, resulta impensado. Casi sin edición ni sobregrabaciones, Martin se propone plasmar el sonido del Cavern como un largo recital. El detalle que da cuenta de ello es que necesitan una canción para cerrar el disco, y se sugiere Twist and shout (Twist y gritos), el tema de The Isley Brothers que resulta uno de los momentos más encendidos de sus presentaciones”.

“Desparpajo y desenfado parecen ser dos de las principales características de Los Beatles en tanto grupo; la figuración de un ethos desafiante capaz de contestar rápidamente las preguntas de los periodistas, que los observan como un fenómeno de circo; la respuesta no se hace esperar, sin intimidarse y con tono burlón o irónico. Pareciera, si se vuelve a las imágenes de esa primera gira por Estados Unidos en el año 1964, que no se percatan de dónde están, de quiénes son o de lo que provocan. En definitiva, son un grupo de jóvenes tomando en broma al mundo adulto, acartonado, y que mira con cierta mezcla de desconfianza y desdén a esos muchachos extranjeros que causan tanto revuelo en el suelo propio. Y si bien en parte es así porque son muy jóvenes, sobre el escenario despliegan una actitud aplomada y profesional, como si nada los inquietara. Actitud, claro, gestada por las largas jornadas de ensayo y presentaciones sin descanso”.

“Si tomamos como referencia las portadas de los álbumes de Los Beatles, se observa un proceso artístico en sus artes de tapa que transita de la corporización a la composición abstracta. Puede establecerse cierta taxonomía en los discos de la banda pertenecientes a esta primera configuración. En un primer grupo se pueden encontrar aquellos discos o producciones individuales que son parte de su carrera artística. Y, en un segundo grupo, aquellos que conforman un complejo semiótico mayor: nos referimos a los que son subsidiarios de producciones cinematográficas. Podría establecerse un último grupo con los álbumes que no forman parte de la discografía oficial, es decir, aquellos producidos fuera del Reino Unido, por ejemplo, en los Estados Unidos”.

“Gran parte de la obra de Los Beatles, desarrollada en la segunda mitad de los sesenta, se encuentra, de un modo u otro, atravesada por las particularidades estéticas del pop art. Como sostiene Eco: ‘Cuando el pop entra en la cultura de masas, produce films como El submarino amarillo, notable e interesante ejemplo de fenómeno de éxito artístico de las comunicaciones de masas’. Con este film, su director, George Dunning, y el diseñador Heinz Edelmann intentan quebrar algunas de las convenciones que la factoría Disney había incorporado como un sello a sus producciones. De este modo se busca integrar elementos del arte y la estética contemporáneos para demostrar así que las películas animadas también pueden atraer a una audiencia adulta”.

*Fragmento del libro The Beatles: arte y vanguardia.