Sor Lucía Caram es tucumana, pero hace 19 años vive en España. La llaman la “monja cojonera”: le da de comer a 4.500 personas en Cataluña, está a favor del uso del preservativo, es carismática y polémica. Usa Twitter y hace unos días pidió la renuncia del ministro de Hacienda español por cuestionar las cifras de la pobreza. Publicó dos libros (Mi claustro es el Mundo y A Dios Rogando) y es fan del Barcelona a muerte. Es la primera monja en cocinar en la TV española, y sus empanadas tucumanas pusieron a su provincia de origen en el mapa. Critica a Cristina Kirchner y dice que su país “le duele”. Aquí, su diálogo con PERFIL.
—¿Por qué le dicen la monja cojonera?
—Porque parece que toco los cojones (“huevos”) cuando hablo. Es que cuando trabajas con gente que está en exclusión social, y ves lo que está pasando, tienes un compromiso con la verdad, y a veces uno denuncia cosas, y eso resulta incómodo.
—¿La Iglesia Católica española la llamó a bajar el perfil y a callarse?
—Las cosas han cambiado mucho desde que está el papa Francisco, un hombre que llama a la Iglesia a vivir con austeridad, esto ha hecho que mucha de la gente que me criticaba se calle la boca, pero aún tengo muchos detractores. Yo no tengo nada que perder, porque el que da todo lo que tiene no tiene nada tiene que perder. Lo que yo intento es ser el altavoz de los que no son escuchados.
Sor Caram es una monja dominica contemplativa. Compagina en su vida claustral la oración, el estudio y la vida en comunidad con la actividad social junto a las personas más necesitadas. Esto la llevó a promover el Grupo de diálogo interreligioso de Manresa, el proyecto Mosaic de salud mental y la Fundació Rosa Oriol, en Cataluña.
—¿A cuántas familias está ayudando a comer en Cataluña?
—Estamos ayudando a 1.600 familias, que son unas 4.500 personas, a través de nuestro banco de alimentos; también damos albergue a 17 personas sin hogar, creamos una empresa de inserción para trabajar en huertos ecológicos, un taller de costura y haremos una cooperativa de trabajo asociado a ello.
—¿Qué representa el papa Francisco para usted?
—Es un tsunami de normalidad dentro de la iglesia, habla con un lenguaje humano. Es una persona coherente, por eso la gente le escucha. Ha simplificado las liturgias pomposas que había en el Vaticano; ha nombrado una comisión de investigación en el Banco Vaticano para eliminar la corrupción. No sólo es muy consciente de que hay que ser santos, pobres y austeros, sino que, además, hay que dar esa imagen.
—El lujo y el oro que posee el Vaticano, ¿resulta un mensaje contradictorio a la austeridad que reclama el Papa?
—Fui a Roma hace dos años a dar una conferencia, y estaba tan cabreada (enojada) con cómo estaba montado todo el sistema, que no visité el Vaticano. A ese oro no lo tiene que gestionar la Iglesia. La Iglesia tiene que potenciar su imagen en todo el mundo con una presencia desde la pobreza y austeridad, ayudando a que la gente tenga una vida más feliz.
—¿Qué opinión le merecen los numerosísimos casos de pederastia en la Iglesia?
—Tolerancia cero. A quienes se vean involucrados en estas situaciones hay que apartarlos del ministerio y del contacto con niños. Cuando se le ha hecho daño a un pequeño y se le ha arruinado la vida para siempre, esto no puede quedar impune. Por lo cual, la Iglesia tiene que colaborar con la Justicia.
—¿Y qué opina sobre el aborto y el preservativo?
—Siempre digo que estoy a favor del preservativo porque estoy en contra del aborto. El uso del preservativo induce a una paternidad responsable. La relación de sexualidad no es mala, y tiene que ser la experiencia de un amor compartida. Por lo que creo que la Iglesia tiene que actualizar sus argumentos respecto de estos temas si quiere ser escuchada por la gente.
—Hace unos días, usted le pidió la renuncia al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, luego de que cuestionara las cifras de la pobreza del informe de Cáritas España…
—Es que Montoro hace las estadísticas contando al tanto por ciento, y los que trabajamos con los más pobres las hacemos contando personas. Yo no sé dónde vive el ministro, que, en vez de arrodillarse y dar gracias al trabajo que están haciendo Cáritas y tantas instituciones humanitarias en España, es capaz de descalificar tan fácilmente.
—Usted es una monja contemplativa, pero ha pasado a la acción…
—Para las monjas contemplativas, el claustro es un espacio de silencio para dedicarse a orar por el mundo. Pero los gemidos de la humanidad atraviesan los muros del monasterio donde vivo, me llegan por las redes sociales, por la web… y así es como el mundo se ha convertido en mi claustro. Y el gran reto es hacer del mundo un lugar donde todos podamos vivir con dignidad.
—En un mundo tan consumista, ¿practicar la austeridad es ser revolucionario?
—Sin duda, es ir contra la corriente. Nos han vendido –y hemos comprado– que ser felices era tener, y tener más que los otros; era competir y consumir de forma voraz, y en esta dinámica nos hemos ido haciendo daño. Tenemos que cambiar nuestros hábitos de consumo porque nos hemos dado cuenta de que, teniendo más, no éramos tan felices. Nos habíamos creado necesidades que son absolutamente prescindibles. Y nos hemos dado cuenta de que se puede vivir de otra manera: tener un consumo responsable y amar y compartir la vida, porque ahí, y no en otro sitio, está la felicidad.
—¿Y los políticos, qué responsabilidad tienen en todo esto?
—Mientras nosotros estamos intentando construir otro mundo y otro orden, otra forma de relacionarnos que no sea depredadora, los políticos y los poderes del mundo están intentando que este tren vuelva a los rieles para continuar hacia el abismo, porque no hacen más que decirnos que para salir de esta crisis tenemos que consumir más y nos llevan a una economía enraizada en las entrañas del capitalismo más duro, que recorta los derechos sociales de las personas.
—Tiene 53.700 seguidores en Twitter. ¿Son útiles las redes sociales?
—Para el trabajo que yo estoy haciendo, crear una pandemia de compromiso y solidaridad, son imprescindibles. Yo creo que Jesús fue el primer tuitero del mundo: sus frases eran para motivar al compromiso, y mí me sirven para eso, para despertar conciencias, para motivar a la gente a comprometerse, y también para crear redes de complicidad que nos hagan saber que no estamos solos y que somos muchos los que creemos que el cambio es posible.
—Otro tema: ¿es del Barça?
—A muerte. Lo llevo en el ADN, pero tengo un cabreo increíble con las cifras pornográficas que mueve el negocio del fútbol, con sueldos inmorales e indecentes, que son una ofensa para la gente y para los momentos de austeridad que hay que llevar.
—¿Y se conocen con Messi?
—Sí. Coincidimos una vez, pero lo único que hay que pedirle a Messi es que juegue bien al fútbol; cambiamos cuatro palabras y estaba como espantado. Estaba mudo, es muy tímido.
—Es la primera monja de clausura con un programa de cocina grabado en un set de TV. ¿Por qué surge esta iniciativa?
—Se emite por Canal Cocina. Allí cocinaré platos monásticos con ciertos guiños actuales y toques argentinos, como las empanadas tucumanas. La comida une a las personas y la sobremesa después de una comida tranquila ayuda a compartir lo que llevamos en el corazón.
“La Argentina me duele”
—¿Qué imagen tiene de la pobreza en Argentina?
—Argentina padece a generaciones tras generaciones de políticos corruptos. La corrupción allí es endémica, y esto hace que la pobreza sea endémica. Yo soy una gran crítica del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Creo que Cristina es una persona muy inteligente, que ha sabido poner a personas clave en puestos políticos, que sabe manejar muy bien a los punteros políticos, pero, desgraciadamente, el modelo de Cristina es el modelo de Hugo Chávez y de Fidel Castro. Y creo que, donde no hay libertad, no hay una democracia real. Y en Argentina no hay libertad. En Argentina, la gente no se atreve a decir lo que piensa. Hay muchísima impunidad, con lo cual también hay una injusta redistribución de la riqueza. A mí me duele Argentina. Tengo a mi familia y a muchos amigos allí, y veo que este gobierno ha logrado dividir a la gente y ha polarizado a la sociedad.
Sobre el poder en la clase política argentina, sor Caram puntualiza: “Yo creo que la Presidenta se enfermó de poder. Me duele hablar así de mi país. Veo que hay situaciones de pobreza y corrupción enquistadas y que son siempre exactamente los mismos los que se benefician. Y esto de La Cámpora me parece de terror: fomentar el odio y el enfrentamiento, cuando lo que hay que promover es la justicia y la fraternidad desde la bondad y el compromiso”.
—En Argentina, hay niños que viven literalmente en la calle; e, incluso, venden productos en los subtes o piden en la vía pública. Y la gente que pasa a su lado pareciera asumir esta escena repetitiva con cierta naturalidad…
—Yo creo que nos hemos acostumbrado a esto; lo grave es que el Estado ha aceptado esto como normal, y es aberrante. La mayoría pensamos que si le damos por lo menos comerá, cuando la realidad es que esos niños están siendo explotados, y que les quitarán lo que les demos. En Tucumán, por ejemplo, llama la atención la cantidad de niños y de perros que hay en la calle. En horario escolar, ves niños pidiendo en la calle. ¡Y no pasa nada! Esto es tremendo, y es una responsabilidad de la administración y del Gobierno.
Cuando hay crisis, los más vulnerables y las primeras víctimas son los niños. Incluso aquí, en España, el informe de Cáritas por el que reaccionó el gobierno español, y por el que llamé a dimitir al ministro de Hacienda, revela que los niños españoles son los más pobres de Europa, por detrás de los de Rumania.
Desde Madrid