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La política no brinda respuestas a la crisis

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La situación en el Líbano se torna más traumática ante la ausencia de un presidente que pueda coordinar un plan para enfrentar los problemas económicos de los refugiados y llevar adelante una estrategia militar para combatir las incursiones de EI.
Tras la finalización del mandato de Michel Suleiman, el 25 de mayo de 2014, las diferentes fuerzas políticas se reunieron una veintena de veces, pero no lograron ponerse de acuerdo para nombrar a su sucesor, que debe ser un cristiano maronita por la división de poderes pactada en los acuerdos de Taif (el primer ministro es un musulmán sunita y el titular del Parlamento, chiita), aunque tienen que contar con el apoyo de los otros partidos, especialmente Hezbollah, que maneja las riendas en las sombras. Los dos candidatos más importantes, Michel Aoun y Samir Geagea, aún no han conseguido el sustento necesario para quedarse con el cargo y se especula que podría aparecer una tercera figura que cuente con el ansiado consenso, tras la reanudación de las negociaciones, a principios de diciembre.
“Esta situación contribuye de manera significativa al deterioro de la seguridad interna, y a la inestabilidad económica y social. Muchos analistas estiman que habrá un nuevo presidente antes de marzo, aunque ello dependerá, en gran medida, de la actitud que asuman las dos potencias regionales más importantes: Irán y Arabia Saudita”, explica la fuente de la Cancillería argentina, aunque Baroudi destaca que esto “parece no estar en los planes de ninguno” de ellos.
“En los últimos cuarenta años, los políticos libaneses miraban a Siria antes de tomar una decisión. Hoy en día, es un actor relevante pero no de peso dentro del Líbano ya que tiene sus propios problemas –resalta Bazán–. Los políticos locales no saben qué hacer con esta libertad para elegir a sus propios candidatos. Están viajando a Teherán y a Riad para ver si dentro de la esfera religiosa sunita y chiita pueden encontrar una opción de gobierno”.
El otro gran obstáculo es Hezbollah, que no logra encontrar un referente afín a sus intereses y que sea aceptado tanto por los cristianos como por los sunitas. Entonces, prefiere mantener todo congelado hasta que se aclare la situación.
“Sin su aprobación, difícilmente haya un presidente cristiano en el corto o mediano plazo porque Hezbollah siente que está amenazado su propio poder –concluye Bazán–. Hasta que no se logre una cierta calma, no aparecerá un candidato. La situación se va a mantener en punto muerto hasta que se resuelva lo de Siria”.