Las leyes de la naturaleza señalan que nada se pierde, que todo se transforma, y así, la semilla se convierte en flor o, a cierta cantidad de grados, el vapor es el producto del agua. Del mismo modo, la militancia en organizaciones de la sociedad civil o gremial llega, en cierto momento, a la pregunta sobre los límites y las posibilidades de su acción: ¿una agenda sectorial podría convertirse en una acción política más general? Es en esa instancia, si la pregunta se responde afirmativamente, cuando el militante del tercer sector se convierte en un candidato político.
Una experiencia que transitó Laura Alonso, actual diputada del PRO. “En la facultad yo había militado en la Franja Morada hasta que partí a Londres a estudiar en 2000. Al volver en 2002 no quedaba nada. Yo no tenía trabajo y era todo muy difícil. Decidí canalizar mi vocación por lo público en la fundación Poder Ciudadano, sin cobrar, y ahí estuve hasta 2009”, recuerda. Poder Ciudadano es una organización no gubernamental (ONG) que intenta fortalecer los mecanismos democráticos desde el campo civil.
—¿Qué la impulsó a pasar al ámbito político? –pregunta PERFIL.
—Fue la crisis del campo. En ese momento me di cuenta de que había comenzado un proceso muy difícil para la construcción institucional, que era peligroso. Necesité involucrarme desde adentro y me acerqué al PRO.
—¿Por qué se acercó a una fuerza que se señala como de centroderecha?
—Siempre me moví entre categorías clásicas y eso me provocaba cierta incomodidad. Yo me sentía parte de un ala liberal progresista, o socioliberal, del PRO. Me considero del centro puro: entiendo el rol del Estado, la iniciativa privada, y tengo una mirada del mundo bastante moderna, por eso me incomodaban algunos sectores conservadores del partido. Pero cuando se votó a favor del matrimonio igualitario y pudimos actuar con plena libertad y autonomía me gratifiqué por mi elección política.
—¿Qué diferencia hay entre la militancia en una ONG y en el Parlamento?
—Las ONG funcionan con una agenda particular, por la misión que decidan y por la historia institucional a la que respondan, que además está acotada por el presupuesto que puedan tener. En cierto momento, de acuerdo con la vocación por lo público que se pueda tener, se puede pensar en fortalecer la democracia desde adentro. No me siento parte de la corporación parlamentaria, y ésa es una herencia de mi militancia en una ONG. Pero también es cierto que es en el ámbito de la política donde se pueden tomar grandes decisiones transformadoras de nuestra sociedad.
Sindicalismo y política. Raúl Llaneza es encuestador del Indec y delegado sindical de sus compañeros, a la vez que candidato a una diputación por Progresistas en el sector de Libres del Sur, de Viki Donda. “Estos años desde la intervención del Indec en 2007 nos enseñaron cómo se mueve el Estado, cuáles son sus intereses y cómo reaccionar para parar sus ataques”, explica. “Yo creo –dice Llaneza– que existe un mote de ‘sindicalista’, como si se fuera eso y no más, como si no se pudiera aspirar a otra cosa. La labor del Indec nos lleva a cuestionar el rol del Gobierno y del Estado todo el tiempo, porque son esas fuerzas las que permiten la distorsión de los datos. Por eso me parecía importante, y por eso me convertí en candidato, para que se cambien las contradicciones del modelo no sólo en mi trabajo, sino en todos los ámbitos de la sociedad. Es también una cuestión familiar –admite Llaneza–: mi mujer es Marcela Almeida, que es candidata a diputada del Frente de Izquierda.
El camino a la Cámara. Karina Banfi, precandidata a diputada por el radicalismo, coincide: “Los trabajadores son los primeros lobbistas ya que saben cómo presionar a una patronal en función de una agenda de trabajo. Así es que no sólo presionan a la patronal sino que buscan mecanismos para que el Estado intervenga y se sancionen leyes”. Banfi es la ex presidenta de la Alianza Regional por la Libre Expresión e Información.
“En 2006 me fui a vivir a los Estados Unidos porque acompañé a mi pareja, que acababa de ser nombrado en un cargo. Entonces empecé a trabajar en esa ONG y a moverme para que la coalición sumara organizaciones líderes en este campo de la mayoría de los países de Latinoamérica. En 2013 decidí no presentarme a la reelección en la ONG para que la alternancia sirviera como modelo, a la vez que decidí que debía integrar un proyecto político en mi país.
—¿Cómo fue ese traspaso a la política desde una ONG?
—Siempre abogué por que se abrieran los canales de información estatal, por el gobierno abierto, por el fin del secretismo. Es distinto el trabajo que se realiza desde una ONG, pero en un rol parlamentario se ve bien cómo se es un actor político y cómo se puede realizar una acción concreta legislativa en pos de los mismos intereses. Es complicado, pero a la vez natural, que una agenda particular se traslade al ámbito político llevada adelante por una representante civil. Hemos alcanzado varios logros en todo este tiempo y esperamos seguir haciéndolo desde el Parlamento.
Representantes de otros ámbitos que no son los tradicionalmente políticos se lanzan a la lucha política. ¿Una paradoja insalvable? No parece el caso. Sin embargo, los representantes de la sociedad civil que obtengan cargos públicos deberán mostrar cómo actúan al interior de los estamentos del Estado. Con los riesgos que ello implica.