En México se le atribuye a Porfirio Díaz la expresión: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Un amigo sociólogo, con una buena dosis de humor, me decía que los argentinos dicen al revés: “Pobre Argentina, tan cerca de Dios y tan lejos de los Estados Unidos”. Con la elección del ex arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, como Obispo de Roma y Sumo Pontífice de la religión católica, algunos consideraban con humor la confirmación de esa sentencia.
Pero, ¿qué sabemos de las creencias de los argentinos en materia religiosa? En el año 2008, el Piett Conicet realizó la primera encuesta sobre “Creencias y actitudes religiosas en Argentina”, dirigida por los sociólogos Fortunato Mallimachi y Juan Esquivel. Este año, desde el 26 de febrero al 7 de marzo de 2019, dentro de la Encuesta de satisfacción política y opinión pública (#Espop) de la Universidad de San Andrés, preguntamos sobre las creencias de los argentinos acerca de Dios, el cielo, el infierno y algunas practicas religiosas, entre otras cuestiones. La muestra está compuesta por 1.006 casos de mayores de 18 años, con cuotas de edad, sexo, región y nivel socioeconómico, el margen de error es aproximadamente ±3.15.
Dios. De acuerdo a la percepción y el conocimiento común respecto de la religiosidad de los argentinos, un 76% de los entrevistados respondió que cree en Dios, mientras que tan solo un 14% no cree en la existencia de un ser superior, un cambio significativo comparado con los valores registrado en el estudio de 2008 que indicaban un 91% de creyentes y un 5% de no creyentes. La creencia en Dios en la actualidad está más extendida entre los mayores de 35 años, entre los que supera el 80%, mientras que en los más jóvenes (los millennials y la generación zeta) la creencia cae al 65%. Efectivamente, esto podría ser un indicador de la existencia de nuevas generaciones más permeadas por la secularización.
Entre los entrevistados, un 59% se identificó como católico (lo que representa un 77% de los creyentes), mientras que un 8% se identificó como evangélico, un 1,5% como judío, y 4,5% de otras religiones. En el mundo de los no creyentes (14%), un poco más de la mitad se reconoció como ateo (8%) y el resto como agnóstico (7%).
Para la mitad de los encuestados, la religión es algo importante en sus vidas (muy importante y algo importante). Y esta importancia alcanza valores muy por encima de la media en el NOA (63%), en el NEA (58%), y entre los mayores de 44 años.
En general, el estudio nos permite observar que, si bien hay una mayoría superlativa de creyentes en Dios o en un ser superior (76%), las creencias no parecen responder estrictamente a los cánones de una religión dominante ni en sus prácticas, ni en sus creencias específicas. A continuación desarrollo alguno de estos hallazgos.
Prácticas religiosas. Por un lado, creer en Dios o responder que la religión es importante en la vida de uno tiene un significado. Por otro lado, muy diferente es el significado de practicar los rituales religiosos específicos. Esto último implica otro nivel de involucramiento. Al respecto, un 14% afirmó que reza varias veces al día, un 15% afirmó que reza una vez al día, mientras que un 14% indicó que reza alguna vez en la semana. En total la incidencia de la oración al menos semanal, como una práctica arraigada, tiene una incidencia en el 43% de la población según inferimos de las respuestas.
La práctica de la oración está más difundida entre los mayores de 45 años (superior al 60%) y alcanza valores similares en el NOA y el NEA, ambas regiones del país profundamente practicantes. Las regiones donde menos extendida están las prácticas de la oración son CABA (31%), Patagonia (35%) y GBA (39%). Al parecer es la oración la práctica religiosa más extendida, ya que tan solo el 13% va a algún oficio religioso al menos una vez por semana, sin contar celebraciones tales como casamientos, bautismos, Bat Mitzvah o servicios fúnebres.
El cielo y el infierno. Más allá de la creencia en Dios y de las prácticas religiosas, es interesante explorar sobre el contenido de algunas creencias. Al respecto preguntamos sobre la creencia en “la vida después de la muerte”, a lo que un 59% respondió afirmativamente. Un dato peculiar: un 16% de los creyentes en Dios o en un ser superior, no creen en que haya vida después de la muerte.
Ante la pregunta de si creían en que “en el cielo, la gente que ha tenido una buena vida será eternamente recompensada”, un 46% respondió afirmativamente, mientras que un 35% indicó que no cree. Menor es la incidencia de la creencia en su opuesto: solo un 32% nos respondió que cree “en el infierno, donde la gente que ha tenido una mala vida y una muerte sin haber sido perdonada será eternamente castigada”. Al respecto los que dicen no saber si creen o no aumentan con la edad, indicando que si bien las creencias están más extendidas entre las personas mayores, también las dudas aumentan con la edad.
Las creencias no son homogéneas al interior de los que se identificaron como católicos: por ejemplo, mientras el 63% cree en la existencia de la vida después de la muerte solo un 56% cree en la existencia del cielo y un porcentaje aun inferior en el infierno (37%).
Religión y satisfacción. Puede ser una hipótesis plausible el hecho de que la creencia o no en Dios o en un ser superior, en las diferentes formas que se manifieste, puede ser un factor que afecte o explique diferencias en la satisfacción con la vida personal, espiritual o incluso con alguna idea de bienestar. El mecanismo explicativo podría radicar en las diferencias en las expectativas y percepciones que se configuran en las mentalidades de creyentes y no creyentes. Por ejemplo, el año pasado, a propósito de la discusión sobre la ley de interrupción voluntaria del embarazo en la #Espop de julio de 2018, encontramos que las opiniones a favor o en contra de ese proyecto de ley estaban asociadas al nivel de religiosidad de las personas. Así, entre los muy religiosos el 75% estaba en desacuerdo con el proyecto de ley y solo un 19% manifestaba su acuerdo; a la inversa entre los no creyentes el 72% manifestaba su acuerdo y solo un 22% se expresaba en desacuerdo.
En este sentido las creencias religiosas bien pueden ser un factor que influya en ciertas opiniones, actitudes y /o percepciones, como lo hacen el nivel socioeconómico o la educación. No obstante, un resultado que encontramos en esta encuesta fue la no existencia de diferencias estadísticamente significativas entre el nivel de práctica religiosa (entendida como frecuencia de oración o frecuencia de asistencia al culto religioso) y la percepción de satisfacción con la vida personal o con la vida espiritual de los entrevistados. En otras palabras, no se observa que la proporción de satisfechos con la vida espiritual sea mayor entre los más prácticantes que entre los no practicantes o incluso los no creyentes. Lo mismo se observó en cuanto a otras dimensiones de la vida personal, como el trabajo, los hijos y la pareja. La hipótesis de que los creyentes o los más practicantes tienen una percepción más optimista o una experiencia más reconfortante, no parece corroborarse.
En cambio, si se observan algunas diferencias en cuanto a las percepciones colectivas o sociales, tales con el tema ya mencionado del aborto. Por ejemplo, entre los que consideran que la religión no es importante en sus vidas la satisfacción con la marcha general de las cosas es del 11%, y sube progresivamente de acuerdo a la importancia que le asignan a la religión en sus vidas los entrevistados, llegando al 21% entre los que consideran que la religión es muy importante.
Respecto de las preferencias políticas tampoco encontramos diferencias en las simpatías según las frecuencias de prácticas religiosas o de importancia que la religión tiene en sus vidas. La proporción de votantes de Mauricio Macri, de Cristina Fernández de Kirchner o de Roberto Lavagna se mantiene similar en todos los grupos.
En términos generales, los hallazgos indican que aproximadamente tres cuartos de la población argentina cree en Dios y que, como es de conocimiento común, la religión predominante es la católica. No obstante, las proporciones han variado con el paso del tiempo. En la actualidad el 8% de los que se identifican como evangélicos expresan un crecimiento importante, del mismo modo que el 15% que se reconoce como agnóstico o ateo. Hipótesis sobre la influencia de las creencias, las prácticas religiosas en las opiniones y actitudes de las personas deben ponerse a prueba, del mismo modo que la influencias de las opiniones de los líderes religiosos sobre las personas.
*Politólogo, Investigador del Conicet, director de la Encuesta de satisfacción política y opinión pública de la Universidad de San Andrés. @dgreynoso.
Campaña “Yo Creo”
Una de las preguntas más antiguas de la humanidad es cuál es el sentido de estar vivos. Una respuesta, también desde siempre, es tener una forma particular de ordenar el universo. Este es el territorio que vamos a explorar en el Centro Cultural Recoleta con la campaña “Yo Creo”, durante los meses de mayo y junio.
Vamos a buscar pistas en conversaciones de poetas, de pensadores, de astrólogos, en intervenciones y en la obra de artistas visuales. Vamos a celebrar la espiritualidad en la música y vamos a buscar pistas en los rituales.
Queremos que en el Recoleta vibre una sensación existencial. En lo invisible hay una energía que modifica de manera real lo que que pasa en el mundo. Cada persona que cree lo hace de manera particular, pero hay elementos comunes que nos unen a todos.
Hay una comunidad mundial de personas buscando respuestas. Hay mucho poder de transformación en la acción de gente que no se conoce entre sí, pero que se encuentra todo el tiempo, en la calle y en la intención de que la calle sea una experiencia más pacífica, por ejemplo.
Creemos para encontrar un sentido que ordene nuestra vida, creemos en favor de lo que anhelamos. Creer es armarse un sistema de reglas, estar conectado con algo que disminuye la incertidumbre, que explica las cosas, que es un lugar al que volver en búsqueda de claridad.
Se puede creer con la razón o con la intuición segura de lo que se siente. Se puede creer en no creer. Creemos porque no encontramos manera de entender de manera completa. Una parte grande del dolor del mundo es no poder conocer con la certeza de lo seguro la respuesta a las preguntas que nos hacemos.
Cómo creemos es parte de lo que somos, está presente en nuestra manera de contarnos a los demás y a nosotros mismos. Lo que creemos nos define aún cuando estamos con la cabeza puesta en otra cosa. Creemos en evolución, a medida que somos diferentes a lo largo de nuestras vidas.
Hacemos rituales para poder tocar lo que creemos, para poner en nuestras manos el poder de entender y transformar. Nos interesa la búsqueda sobre los sentidos en común, sobre las diferencias y las características únicas de los rituales antiguos y de los rituales nuevos. Los rituales son las herramientas en una historia de exploradores.
Creer es un acto de libertad personal, una manera propia de encontrar tranquilidad en medio del ruido. En el Recoleta vamos a acercarnos a todas esas búsquedas a través de una programación que se extenderá durante los meses de mayo y junio e involucra a distintas disciplinas artísticas y referentes de muchas maneras de creer.
*Luciana Blasco. Subsecretaria de Políticas Culturales y Nuevas Audiencias de la Ciudad.