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Lousteau, según Washington: bien intencionado, pero inexperto

Qué revelan los cables que Santiago O'Donnell no llegó a incluir en su libro Argenleakssobre eldesignado embajador en los Estados Unidos. Galería de fotos

Jura. A los 36 años había llegado a ser el ministro de Economía más joven de la historia argentina y entusiasmó a Washington, quien lo consideró "un excelente representante de Argentina". Pero apenas
| Cedoc Perfil

Primero vino la sorpresa, después la esperanza, después el enamoramiento y finalmente la desilusión. Según los 46 cables diplomáticos filtrados por WikiLeaks que nombran a Martín Lousteau, entre fines de 2007 y principios de 2008 el entonces ministro de Economía se reunió varias veces con funcionarios, legisladores y diplomáticos estadounidenses. A través de ellos, y valiéndose de sus contactos en el gobierno de Cristina, la embajada siguió paso a paso ascenso, apogeo y caída de Lousteau del Olimpo kirchnerista. Los cables describen al futuro canciller como un técnico creativo y bienintencionado pero políticamente inexperto, que sucumbió ante una brutal demostración de manejo del poder. Un drama argentino escrito en clave de serie norteamericana que, según desde dónde se lo mire, termina en tragedia o final feliz.

En todo caso, una historia fugaz. Decisiva quizá, pero fugaz. Pasaron cuatro meses desde su asunción como el primer ministro de Economía de Cristina Kirchner, hasta que Néstor Kirchner lo echó del Gobierno a las patadas. A los 36 años había llegado a ser el ministro de Economía más joven de la historia argentina, destacan los cables estadounidenses. En sus primeros contactos con los funcionarios de ese país, Lousteau llegó a generar un gran entusiasmo, al punto que en la embajada escribieron que el joven ministro podría ser un “excelente representante de Argentina” en el mundo de las finanzas globales. Eso sí: había que ver si lo dejaban.

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Pero la ilusión duró un suspiro. Tres semanas después de asumir, Lousteau cargó con el costo de haber presentado al país un esquema de retenciones agrícolas móviles que derivó en un duro enfrentamiento con las patronales del campo, las cuales lograron derrotar la medida. A partir de entonces, empezó a perder poder con respecto a sus rivales internos, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y el ministro de Planificación, Julio De Vido. La embajada, seducida por el compromiso de Lousteau de pagarle a Estados Unidos la deuda del Club de París y de reabrir el canje para los tenedores de bonos del default, escribió que sería una lástima que Lousteau perdiera la interna porque es “lo mejor a lo que se puede aspirar” dentro del gobierno kirchnerista.

Según el relato de los cables, el final llegó en pleno conflicto rural pero por razones ajenas a ese conflicto, o que al menos lo excedían. Lousteau había presentado a la Presidenta un pliego de exigencias, un paquete de medidas para bajar el gasto, levantar barreras proteccionistas y sincerar números con el objetivo de bajar la inflación, que por entonces el Indec medía en 9% anual y los demás, en alrededor del 20%. Si no lo aprobaban, le mandó a decir a la Presidenta, entonces él se iría del Gobierno. Néstor Kirchner contestó desde el atril diciendo que estaba harto de economistas que le querían enfriar la economía. Alberto Fernández, con un pie afuera del Gobierno, intentó convencer a Lousteau de que se quedara. Pero el joven economista, golpeado por las palabras del ex presidente, sabía que si aceptaba continuar tendría un futuro de figurita decorativa a la espera del próximo recambio ministerial. Entonces renunció.

En el corto tiempo que va desde su designación, cuando todavía era presidente del Banco Provincia y se reúne por primera vez con el embajador Wayne, hasta el día en que la embajada debe explicarle al Departamento de Estado su renuncia, la opinión de la sede diplomática no varía en cuanto a las virtudes y debilidades de Lousteau. En su haber, una sólida formación, capacidad técnica y sobre todo ideas originales y bien fundamentadas para resolver problemas complejos. En el debe, el no haber podido o sabido generarse suficiente espacio de maniobra en el Gobierno como para llevar adelante sus iniciativas. Esto es, no haber podido o sabido convencer a quien entonces era el ministro de Economía de facto, Néstor Kirchner, de hacer un ajuste que el Gobierno terminaría demorando hasta 2013.

Todo esto figura en los cables diplomáticos, empezando por el primero en nombrarlo, clasificado “confidencial”, fechado el 14 de noviembre de 2007. Ese día el entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández, anunciaba el nuevo gabinete que asumiría con Cristina el 10 de diciembre, casi un mes después. En el párrafo dedicado a Lousteau, tras citar sus antecedentes laborales, el cable dice lo siguiente: “El nombramiento de un ministro de Economía tan joven sin mucho peso político ni experiencia de gestión es visto por algunos como prueba de que Néstor Kirchner continuará siendo el ministro de Economía de facto en la presidencia de CFK. Por otra parte, Lousteau tiene la reputación de ser un joven brillante y de mente abierta, sin vínculos con las industrias proteccionistas de Argentina. Queda mucho por aclarar acerca del manejo de la política económica que tendrá el Ministerio de Economía bajo el mando de Lousteau, incluyendo si el ministro podrá retomar el control de la Secretaría de Comercio interior, que hasta ahora ha sido el ejecutor de los controles de precios impuestos por Néstor Kirchner y el líder en la manipulación del índice de inflación de la agencia de estadísticas Indec”.

Otro cable, fechado el 30 de noviembre de 2007, da cuenta del primer encuentro entre Lousteau como ministro designado y el entonces embajador Earl Anthony Wayne. El diplomático se lleva una buena impresión del economista, pero pone en duda su capacidad de maniobra.

Comentario: “Cuanto más tarde el gobierno de CFK en tratar los crecientes desequilibrios económicos, mayor será el costo –económico y político– de la corrección… es alentador que CFK haya elegido a un economista/banquero para enfrentar estos desafíos, pero quedan serias dudas sobre si Lousteau tendrá suficiente libertad de acción como para hacer lo correcto”.

Una semana antes de asumir, el 3 de diciembre de 2007, Lousteau volvió a reunirse con Wayne, a quien le propuso avanzar con un arreglo con el Club de París, pero en los mismos términos que habían planteado sus antecesores Felisa Miceli y Miguel Angel Peirano, o sea sin monitoreo de cuentas del Fondo Monetario Internacional (dicho acuerdo recién se concretaría en mayo de 2014). En una conclusión cargada de cinismo, el autor del cable firmado por Wayne destacó la voluntad de Lousteau de querer colaborar con el pago de la deuda externa, ya que el manejo de la economía doméstica quedaría en otras manos.

Comentario: “La ansiedad de Lousteau por tratar el tema del Club de París y de responder las inquietudes de los inversores es bienvenida, particularmente porque la dinámica de su nombramiento sugiere que no tendría mucho espacio de maniobra en los temas clave de enfriamiento de la economía y manejo inflacionario, incluyendo la normalización del Indec”.

Pese al escepticismo inicial, Lousteau no tardó en ganarse el favor de la embajada. Un cable del 25 de febrero de 2008 que da cuenta de una reunión entre el ministro y un grupo de congresistas estadounidenses marca el punto de máximo enamoramiento de la embajada con Lousteau.

El cable dice que en esa reunión Lousteau mencionó por primera vez que el gobierno argentino estaba dispuesto a reabrir el canje de deuda con los bonistas que no habían entrado en la reestructuración de 2005, cosa que finalmente ocurriría dos años más tarde. Hasta entonces, el Gobierno venía diciendo que no habría reapertura del canje. Eso sí, sin nombrarlos, Lousteau dio a entender que la nueva oferta no incluiría a los fondos buitre.

Sin decir explícitamente que Argentina arreglaría con algunos pero no con todos los acreedores, Lousteau destacó que cuando se hablaba de reabrir el canje era importante diferenciar entre varios tipos de tenedores de bonos. En particular, comparó a los pensionistas europeos que tienen bonos adquiridos antes del default de 2001 y que sufrieron mucho con el default de 2001, con los grandes fondos de inversión y otros especuladores que compraron deuda argentina altamente comprometida por centavos sobre el dólar justo antes o inmediatamente después del default… Muchos de los especuladores evitaron participar en el canje de la deuda, apostando a que decisiones favorables en cortes de Estados Unidos y Europa les permitiría cobrar el 100% de bonos que pagaron al 20% de su valor original. El cable finaliza con una catarata de elogios para Lousteau, a quien imagina como “un excelente representante económico del gobierno argentino”.

Comentario: “A pesar de llevar tan sólo dos meses en su puesto y de no tener mucha experiencia de alto nivel en la cual recostarse, Lousteau ha demostrado un impresionante comando de los temas durante su reunión con la delegación de congresistas. No queda claro todavía si el ministro Lousteau tiene mucho poder o influencia dentro del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Sin embargo, hablando en un inglés excelente, ofreciendo observaciones concisas y bien elaboradas –y sin leer apuntes–, manejando con eficacia temas difíciles y controvertidos como la manipulación de datos, Lousteau demostró que tiene el potencial para convertirse en un excelente representante, y vendedor, del gobierno argentino en otros países e instituciones multilaterales”.

Pero el romance terminó rápido: tres semanas más tarde, el 12 de marzo de 2008, Lousteau anunció un fuerte aumento en el impuesto a las principales exportaciones agrícolas y un esquema de retenciones móviles para aprovechar el alto precio de los granos en el mercado internacional. La embajada no estuvo de acuerdo con la medida y así lo hizo saber en un cable que despachó a Washington dos días después: “Mientras el objetivo del gobierno argentino de agrandar el superávit fiscal primario es encomiable, el mecanismo recaudatorio elegido podría ser peligroso a mediano plazo. En primer lugar, la presión impositiva apuntada a un sector específico desalienta la asignación de recursos económicos a ese sector, en este caso el sector agrícola, probablemente el más eficiente y competitivo de la Argentina, en favor de sectores menos competitivos de la economía. En segundo lugar, el aumento en las retenciones aumenta la vulnerabilidad de las cuentas del gobierno argentino con respecto al ciclo internacional del precio de materias primas, en particular porque parte de lo recaudado se usaría para financiar subsidios domésticos. Si los precios caen, cuando eso suceda el gobierno argentino corre el riesgo de un ajuste fiscal abrupto y un deterioro en la dinámica de su deuda. Ambos factores tendrían una fuerte incidencia en la capacidad de Argentina para mantener su crecimiento económico”.

Las malas noticias para Lousteau no tardaron en llegar y en sucesivos cables la embajada fue marcando su pérdida de influencia y relevancia en las decisiones del Gobierno. Un despacho del 3 de marzo advertía que Lousteau había quedado “herido” tras perder una disputa con Moreno por el control del Indec, batalla que reflejaba que el sector “proteccionista” de Moreno y De Vido le había ganado la pulseada interna al sector “reformista” que encarnaban Alberto Fernández y Lousteau. Otro cable del 10 de abril de 2008, en medio de la pelea por las retenciones, daba cuenta de la ya precaria posición del entonces ministro de Economía dentro del gobierno kirchnerista.

Lousteau pelea por su supervivencia política. Enfrenta fuertes críticas en la prensa y frecuentes pedidos de renuncia. La Presidenta le ha ratificado su apoyo, pero permanece débil y vulnerable. Mientras su influencia sobre los grandes temas económicos es limitada, Lousteau claramente quiere buscar soluciones creativas al controvertido tema de la deuda. Se podría decir que necesita un triunfo, pero su debilidad interna puede hacerlo reacio a tomar riesgos.

Sin embargo, aunque la embajada ya no confiara en él, seguía apoyando a Lousteau por considerarlo mucho más razonable y afín que sus rivales internos. El 11 de abril de 2008 el entonces secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, se reuniría con Lousteau en Washington. El cable del día anterior, dirigido a Paulson, recomendaba que tratara bien a su visitante, ya que dentro del gobierno de Cristina es “lo mejor a lo que podemos aspirar”.

Descripción del escenario: “Lousteau es lo mejor a lo que podemos aspirar. La reunión del 11 de abril con el ministro de Economía Lousteau ofrece la posibilidad de demostrarles, tanto a Lousteau como a otros funcionarios con ideas reformistas dentro del gobierno argentino y del Banco Central, que existe un interés estadounidense de alto nivel en ayudar a la Argentina a resolver los temas de deuda que impiden su reinserción en los mercados globales de capital”.

Dos semanas después de su reunión con Paulson, Lousteau renunció. Según un cable del día siguiente, la embajada averiguó que, más que irse Lousteau, Néstor Kirchner lo había echado de manera poco elegante, defenestrándolo sin nombrarlo en un mitin partidario. 

En una reunión del PJ en la tarde del 24 de abril, el Primer Marido y recientemente elegido presidente del partido peronista les apuntó a ciertos economistas, a quienes no nombró, que en las últimas semanas habían expresado una creciente preocupación por la aceleración de la inflación doméstica. “Son los líderes que llevaron al país a la bancarrota (por ejemplo, fueron responsables por la crisis económica de 2001/2); esos economistas ahora quieren enfriar la economía, que no se consuma (por ejemplo, no promocionar el consumo doméstico). ¡Quieren que todo se exporte!”. Contactos de la embajada, consultores económicos independientes y fuentes del Ministerio de Economía coinciden en que Lousteau leyó la declaración de Kirchner como un rechazo incondicional a sus propuestas antiinflacionarias ortodoxas. Poco después presentó su renuncia.

Así como se había ilusionado con las “ideas originales para asuntos complejos” del “ministro de Economía más joven de la Argentina”, la embajada despidió a Lousteau con un impiadoso análisis de su breve paso por los corrillos del poder kirchnerista. 

CFK empezó su presidencia en un momento económico precario. El nombramiento de Lousteau en noviembre de 2007 había sido una señal alentadora de que CFK permitiría que un economista técnicamente capaz enfrentara ese desafío. Pero eso no sucedió. Lousteau nunca tuvo libertad para hacer lo correcto. Deja su cargo sin mayor logro que el haberse ido del gobierno kirchnerista por voluntad propia antes de haber sido dejado de lado.

*Periodista.
santiagoodonnell.blogspot.com