ELOBSERVADOR
Percepciones y demandas

Mala nota para la educación argentina

La sociedad tiene una baja opinión de la calidad educativa, muy especialmente la del secundario. La mirada mejora para el nivel inicial y el universitario.

2023_04_22_educacion_cedoc_g
Demasiado bajo. El nivel de aprobación que la sociedad tiene de la escuela media es menor al 30 por ciento. | cedoc

Las transformaciones que ha atravesado el sistema educativo en los últimos años, en particular desde la pandemia, sumadas al bajo desempeño del país en las pruebas internacionales PISA, abren la reflexión acerca del lugar que ocupa la calidad educativa en el imaginario de los argentinos. 

¿Qué nota le ponen los argentinos al sistema educativo en la actualidad? ¿Consideran que está mejor o peor que hace treinta años? ¿Cuáles son los principales problemas que detectan? ¿Prefieren la educación pública o privada? ¿Representa la educación una vía concreta para el ascenso social? ¿En qué nivel se encuentra la educación argentina en comparación con otros países del mundo? Estas son algunas de las preguntas que forman parte de la encuesta que realizamos desde el Observatorio Hacer Educación para analizar las percepciones de los argentinos sobre la calidad de la educación que reciben nuestros hijos. Este estudio tiene además, como notas distintivas: 

* el análisis de las opiniones, tanto de la población en general como de la comunidad educativa, y 

* el tipo de muestra que abarca todo el país (incluyendo localidades grandes y pequeñas de todas las regiones del territorio).

Secundario, bochado. Así como diferentes actores y especialistas en la materia coinciden en los diagnósticos críticos respecto a la educación, también la opinión pública tiene un diagnóstico homogéneo sobre la crítica situación educativa: la calificación de la educación argentina es mala. A la hora de ponerle una nota a la educación, esta no pasa de los 5 puntos, y apenas mejora levemente en las opiniones de docentes y personal educativo, a 5,5. 

Cuando se pregunta cuál es el nivel de gravedad de la crisis, ocho de cada diez entrevistados consideran que la educación hoy está peor que hace treinta años. 

Sin embargo, se registran diferencias en cuanto a la evaluación que hacen sobre su situación personal. Porque cuando se indaga cómo calificarían la educación de sus hijos, se observa una mejora en comparación con la evaluación de la educación general. Las familias con niños en edad escolar tienen una mejor evaluación (en promedio 7,5) de sus propias escuelas, si se la compara con su mirada sobre la educación en general. 

Ahora bien, si hacemos foco en los distintos niveles del sistema educativo, la ecuación cambia un poco y las opiniones de la población general y de la comunidad educativa tienden a emparejarse. Si el primer punto de acuerdo es que todo pasado (educativo) fue mejor, el segundo consenso contundente es que la escuela secundaria es la que se encuentra en estado más crítico. Es el nivel educativo que obtiene la peor evaluación tanto en la calidad educativa como en la calidad docente. ¿Qué implica esto? Si bien las opiniones no niegan el malestar en la educación primaria y en menor medida en el nivel inicial, sí dejan en claro, y de manera rotunda, que la situación de la escuela secundaria es vivenciada no solo por el público general sino también por toda la comunidad educativa como preocupante. Y esto, sin lugar a dudas, de cara a las decisiones en términos de políticas públicas y gestión educativa, debería encender todas las alarmas. El nivel de aprobación que tiene la escuela secundaria es menor al 30% mientras que el de la escuela primaria es del 40%. En contraste, los mejor evaluados están al principio y al final del recorrido: tanto el nivel inicial como el universitario cuentan con una evaluación positiva de entre el 60% y 70% de aprobación respectivamente. También los docentes del nivel inicial y universitario son los mejor calificados/evaluados.

Público y privado. Un tercer punto está en la distinción entre lo público y lo privado. En términos generales la educación secundaria privada está mejor calificada que la educación secundaria pública. El 45% de los entrevistados cree que es preferible egresar de una secundaria privada antes que de una de gestión pública. La trayectoria escolar percibida como “ideal” incluiría asistir a un jardín y escuela primaria públicos o privados, una secundaria privada y una universidad pública. Porque otro aspecto a destacar en la encuesta es que la educación universitaria pública es percibida de manera notoria como mejor que la privada. Pareciera que, al menos una porción importante de la sociedad, prefiere inclinarse a lo privado ante la falta de alternativas (colegio privado), pero en cambio, cuando hay buenas opciones (universidades) opta por la educación pública.

La mayoría de los entrevistados identifica la formación y capacitación docente como el principal problema de la educación para los argentinos; y esta coincidencia se observa incluso en las percepciones de la propia comunidad educativa. En segundo término identifican las problemáticas asociadas a la inversión: falta de escuelas, déficit de infraestructura, uso de tecnología en el aula, etc.

Ahora bien, si por un lado, estas indagaciones nos llevan a entender que la situación es crítica, por otro nos muestran que los resultados concuerdan con el diagnóstico extendido sobre los problemas que enfrenta el sistema educativo en su totalidad por parte de los especialistas. Y también nos llevan a pensar estos datos como una invitación a la acción. 

En primer lugar, debemos reconocer que esta situación demanda entender las problemáticas concretas que atraviesan todo el sistema y aceptar que las próximas décadas se deberá gestionar la crisis educativa como encuadre general, pero atendiendo a las dificultades específicas que se plantean en cada nivel. No sirve construir relatos aislados; no estamos ante una crisis de la escuela secundaria o un tropezón de la primaria. Hoy lo urgente es observar el conjunto completo del sistema educativo. Porque para saber hacia dónde ir hay que entender desde qué base estamos partiendo.

En segundo lugar, resulta imprescindible construir la capacidad de generar información a escala federal que permita definir un conjunto de indicadores sobre calidad educativa para dimensionar el estado real de situación. Hay que asumir que los datos certeros y actualizados deben ser el punto de partida para la toma de decisiones.

En tercer lugar, la crisis educativa también es global. Las evaluaciones internacionales, como PISA o Aprender, muestran que la debacle educativa está afectando al mundo entero, aunque en una escala diferente de la nuestra y con otras problemáticas. Argentina continúa cayendo en el ranking mundial de las pruebas internacionales PISA. De los 79 países evaluados por la OCDE en 2019, en líneas generales Argentina solo mejoró su desempeño en Lectura (puesto 63º), pero bajó en Ciencias (65º) y Matemática (71º) con respecto a las ediciones anteriores. Matemática sigue mostrando serios problemas a nivel nacional. Más allá de eso, las evaluaciones internacionales como PISA o Aprender deben ser una herramienta más para el análisis y para impulsar políticas públicas que mejoren la educación, pero no constituyen la única estrategia para viabilizar las respuestas que la sociedad está esperando. 

Por último, es necesario empezar a construir los mecanismos para que la salida de la crisis educativa no sea un mero eslogan ni se quede en promesas; la transformación del sistema educativo debe constituirse en un proyecto integral que vaya más allá de mandatos y afinidades partidarias. Porque en ese cambio va mucho más allá del resultado de una prueba de calidad; se juega el futuro de las generaciones venideras.

*Director general del Observatorio Hacer Educación.