La medicina argentina siempre ha tenido un nivel superlativo, y eso le es reconocido internacionalmente. Son conocidas también las virtudes de abnegación y compromiso de profesionales que se desempeñan en condiciones poco favorables pero que no dejan de cumplir con su juramento vocacional.
En estos días, a raíz del lamentable fallecimiento de una querida y destacada periodista, la inevitable repercusión mediática ha provocado, además de comentarios responsables e informados, un desfile de personas que manifiestan haber sido mal atendidas por otras instituciones y por otros profesionales, lo que ha llegado a parecerse mucho a un cuestionamiento de la capacidad humana y profesional de nuestras médicas y médicos.
Son dignos de todo elogio los profesionales que ejercen su vocación en lugares alejados e inhóspitos, con precariedad de recursos, o en instituciones abarrotadas y expuestos a riesgos de todo tipo, muchas veces sin contar con los insumos elementales.
Son muchas y muchos quienes han alcanzado el relieve nacional e internacional, por lo que el siguiente listado peca inevitablemente por injustas omisiones. Desde ya mis disculpas.
En el siglo XVIII tenemos a Cosme Argerich (1750-1820), el médico más prestigioso y mejor formado en los tiempos previos y posteriores a nuestra independencia, en cuyas jornadas participó activamente. Le cupo el mérito de ser el primer titular de la cátedra de Medicina que crease el Protomedicato.
Francisco Javier Muñiz (1795-1871). Tuvo decisivo papel en la difusión de la vacuna antivariólica, también entre los pueblos originarios. Murió heroicamente luchando contra la fiebre amarilla en la epidemia que asoló Buenos Aires.
José María Ramos Mejía (1849-1914). Fue el creador de la Asistencia Pública, psicólogo, pensador e historiador eminente. Uno de los pioneros de la medicina psiquiátrica.
Angel H. Roffo (1881-1947). Obstinado estudioso de causas, prevención y tratamiento del cáncer. Fue uno de los que primero se plantearon la relación entre tabaco y cáncer. Fundó el instituto que hoy lleva su nombre y la Liga de Lucha contra el Cáncer (Lalcec).
Cecilia Grierson (1859-1934). La primera mujer graduada como médica. Creó la Escuela de Enfermería y estudió el problema de la ceguera y su cuidado, entre otros objetivos científicos y humanitarios.
Magdalena Angela Lanteri (1873-1932), más conocida como Julieta Lanteri, fue médica, política y una de las más activas sufragistas y feministas. Para estudiar Medicina debió pedir un permiso especial. Propuso con otras activistas la igualdad de sexos y el divorcio.
Ramón Carrillo (1906-1956), creador de la medicina sanitaria. Durante los primeros gobiernos de Perón, entre 1944 y 1954, se hace cargo de la Secretaría de Salud Pública de la Nación. Su ejemplar acción social se centró en la construcción de hospitales modernos y divulgó los principios de la prevención y la higiene.
Cirujano. Cabe recordar también a Enrique Finochietto (1881-1948) uno de los cirujanos más brillantes de nuestra medicina, fundador de escuela quirúrgica e inventor de ingeniosos aparatos médicos utilizados en todo el mundo.
Salvador Mazza (1886-1946). Llevó a cabo valiosas investigaciones sobre la tripanosomiasis americana (mal de Chagas-Mazza) y se abocó a erradicarla por medios higiénicos y tratándola con la entonces novedosa penicilina.
Luis Agote (1868-1954). Inventor del método para evitar la coagulación de la sangre, esencial para transfusiones y cirugías.
La tríada de nuestros Premios Nobel: Bernardo Houssay (1887-1971), Luis Federico Leloir (1906-1987) y César Milstein (1927-2002). Académicos que abrieron campos relevantes en la investigación científica.
Hay tres cardiólogos que son reconocidos internacionalmente como protagonistas de avances decisivos en su especialidad.
René Favaloro (1923-2000). La estandarización de la técnica llamada del bypass o cirugía de revascularización miocárdica fue el trabajo fundamental de su carrera, y cambió radicalmente la historia de la enfermedad coronaria. Su suicidio pesa como una sombra vergonzante en la vida de argentinas y argentinos.
Por su parte, el médico radiólogo Julio Palmaz (1945) inventó y patentó en 1986 el primer stent expandible, con red metálica, revolucionando la revascularización coronaria,
que lo convirtió en uno de los grandes inventores y emprendedores de EE.UU.
Juan Carlos Parodi (1942). Experimentó con el dispositivo de Palmaz para desarrollar lo que se convertiría, con los años, en la tecnología EVAR (Endovascular Aneurysm Repair), consistente en el reemplazo de la pared de la aorta con una prótesis sintética a través de la ingle y con anestesia local, salvando la vida de muchos pacientes y también evitando una operación hasta entonces cruenta.
Carlos Giannantonio (1926-1995). Fundador de la escuela pediátrica, describió el síndrome urémico hemolítico y fue creador de las residencias en pediatría. Sus principales inquietudes fueron la educación médica, la atención primaria de la salud y las enfermedades crónicas infantiles.
Enrique Pichón Rivière (1907-1977). Brillante entre los pioneros del psicoanálisis en Argentina, se ocupó de las patologías sociales y creó la psicología social.
Carlos Galli Mainini (1914- 1961). Endocrinólogo, inventor del “método de la rana” para el diagnóstico de embarazo, que se usó en todo el mundo. Cuando murió, avanzaba en investigaciones sobre el cáncer.
Christiane Dosne de Pasqualini (1920). Investigadora científica especializada en leucemia experimental, trabajó junto a Bernardo A. Houssay. Es la primera mujer en ingresar a la Academia Nacional de Medicina.
Vaya entonces nuestro reconocimiento a quienes ejercen su vocación curativa en circunstancias tan disímiles pero en su inmensa mayoría con un indiscutible amor por el prójimo y con mucho respeto y dedicación por su función social. Que nada oscurezca nuestro orgullo por ello.
*Historiador y escritor.