Juventud divino tesoro, la “gloriosa”, la juventud “maravillosa”, la “vanguardia”, el futuro. ¿Cuáles de esas calificaciones generosas que pronunciaron una y otra vez en sus discursos los principales líderes políticos de la treintañera democracia argentina se vieron traducidas en acciones concretas para abrirles camino a las nuevas generaciones en la política?
El recambio generacional en el poder, una ilusión compartida por los militantes en el ‘83, se perfiló en la constitución del Movimiento de Juventudes Políticas (Mojupo) que acompañó los primeros años de la democracia, pero una vez insertos en el proceso electoral las alianzas juveniles se perdieron. ¿Cómo recuerdan esas luchas quienes fueron sus protagonistas? ¿Fue una batalla ganada o una oportunidad perdida?
La juventud fue convocada una y otra vez para movilizar la política y la sociedad. Es el sector más dinámico, el que llena las calles, toca timbres, reparte volantes.
Los jóvenes son también los más creativos, con sus cánticos: “Ay che gorila/ mirá qué distintos somos/ vos destruís con los golpes/ yo construyo con los votos…” (La Cámpora), pero también: “Che, peroncho/ mira qué distintos somos/ lo tuyo es personalismo/ lo nuestro es causa de todos” (Franja Morada).
Las deseos de transformación y trascendencia de los jóvenes kirchneristas que alzan hoy sus voces, alineados detrás de La Cámpora o Unidos y Organizados, tal vez no sean demasiado diferentes a los enunciados por los radicales de los 80: “Somos la vida, somos la paz, somos la Junta Coordinadora Nacional”.
Esos gritos juveniles escandalizaron, y tal vez siguen haciéndolo, a los sectores más conservadores de la sociedad, incluso dentro de sus propios partidos.
¿Qué une y qué separa a La Cámpora de estos días y la Coordinadora del ‘83?
Democracia e ideales juveniles
El periodista José Antonio Díaz fue dirigente de la Federación Juvenil Comunista (Fede) e integró la mesa del Mojupo de 1982, cuando la democracia era aún una esperanza compartida por los partidos. “Acordábamos los documentos con facilidad, todos estábamos por la democracia y los derechos humanos”. El Mojupo lo integraron jóvenes peronistas, radicales, socialistas, comunistas, demócrata-cristianos y otros. “Recuerdo que por la juventud del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) estaba (la actual presidenta del Banco Central) Mercedes Marcó del Pont, por la Democracia Cristiana Juan Luis Losurdo, Juan Pablo Unamuno por los restos de la Juventud Peronista (JP), también los radicales (la JR), que eran mayoría: Federico Storani, Jesús Rodríguez, Marcelo Stubrin.”
El dirigente radical Rodríguez, que en el ‘83 estaba a cargo de la JR de la Capital, recordó para PERFIL: “Hubo una marcha de junio de 1983 que circuló desde la avenida Córdoba por el Bajo, 9 de Julio, Avenida de Mayo y llegó hasta el Congreso. Era por ‘la paz y la libertad’, una consigna muy general que abarcaba a todos. Reclamábamos contra la autoamnistía de los militares (que había sido decretada). Hicimos un afiche celestito con letra de caligrafía infantil. Fue extraordinaria, fluyó por la Ciudad. Teníamos dos objetivos: que fuera masiva para ampliar los márgenes de la legalidad de la actividad política, y evitar provocaciones. Por eso decidimos no estar concentrados, sino caminar, que la marcha fluyera”
JR, mayoría en los 80
Ese día de la marcha muchos fueron los sorprendidos por la masividad de la columna radical. “Concentramos en la plaza Roma, el lugar más chico. Fue impresionante, desbordaba por todos lados, una cosa impensada.” Es que los radicales venían de ser apenas un puñado entre miles de peronistas en los 70 y su crecimiento en los 80 irrumpió inesperadamente en la escena política.
Esa JR que se institucionalizó dentro del partido en 1983 fue el principal sostén que tuvo Raúl Alfonsín para llegar al poder. Resulta paradójico que, aunque en 1968 en Setúbal, Santa Fe, se fundó la Junta Coordinadora Nacional, con toda su mística, recién en 1983 Alfonsín, desde el Comité Nacional, aceptó en los papeles a esa juventud, en una histórica carta en la que los llama “la vanguardia de nuestra acción y pensamiento”, reivindicando los dos frentes juveniles del radicalismo: la JR en el partido, y la Franja Morada, en la universidad (ver recuadro)
la Coordinadora, ideada por el santafesino Luis “Changui” Cáceres, Ricardo Campero, Leopoldo Moreau y su entonces novia, María del Carmen Banzas, Alicia Tate (la mujer de Changui), entre tantos otros, nació para transformar el radicalismo y se disolvió pocos meses antes de que asumiera el gobierno, pero sobrevivió por casi veinte años en la mística juvenil del partido y en el imaginario de la sociedad. Fue amada por los jóvenes que se sumaban al radicalismo, pero demonizada por muchos sectores. Los medios de comunicación de la época no dejaron de endilgarles motes que calaron hondo en la sociedad. Fueron “la JP de Alfonsín”, “los nuevos montoneros”, “las milicias” del presidente, eran quienes intentaban “manejar” el gobierno y ganar poco a poco más espacio en el poder. Por ese entonces fue un éxito el libro Los herederos de Alfonsín (Alfredo Leuco y José Antonio Díaz), que narró detalles de la fundación de la Coordinadora, sus debates y sus míticos documentos.
El Mojupo
Los jóvenes unieron sus fuerzas en el Mojupo alrededor de una movilización de la Multipartidaria a la Plaza de Mayo en diciembre de 1982, cuando fue asesinado el obrero metalúrgico Dalmacio Flores. En la Marcha de la Civilidad se dieron cita 100 mil personas, según las crónicas de la época. Los líderes partidarios reclamaban elecciones al año siguiente y presentaron un documento con título apocalíptico: “Antes que sea tarde”. Flores murió delante del Cabildo, como consecuencia de un balazo policial.
Edgardo Alfano era ya en esos tiempos periodista de Radio Continental, una de las dos emisoras privadas que los militares no manejaban, y cubría los pronunciamientos del Mojupo. “Era todo hecho a pulmón. Se reunían en un par de mesas de un hotel de la Avenida de Mayo y discutían sus estrategias. En otra mesa esperábamos los periodistas que no pertenecíamos a los medios intervenidos por la dictadura y que no simpatizábamos con los militares. Y también estaban dando vueltas por ahí los ‘servicios de inteligencia’ que nos espiaban siempre, como ocurría con las marchas de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo”, recordó.
El Mojupo tuvo un rol central en la reapertura democrática, a tal punto que fue uno de los primeros a los que recibió el presidente electo. “El 9 de diciembre, un día antes de asumir, vimos a Alfonsín en el Panamericano. Recuerdo que se dio una discusión picante, por el tema sindical”, señaló Patricia Bullrich, la ahora diputada de Unión por Todos, pero que entonces militaba en la JP.
“Teníamos una vida intensa, había reuniones semanales. Recuerdo un viaje al Cristo Redentor donde nos encontramos con jóvenes chilenos para reivindicar la paz, que tenía un sentido importante porque la dictadura había usado la guerra como recurso para instar a un falso nacionalismo”, dijo la hoy dirigente que dejó el peronismo en 1995.
Las consignas que unían a los jóvenes militantes de los 80 eran la democracia y la defensa de los derechos humanos. El tema económico no estaba en el horizonte. Sin embargo, fue uno de los principales motivos por los que se disolvieron. El 26 de abril de 1985 los jóvenes de todos los partidos fueron a la Plaza de Mayo a escuchar a Alfonsín, convocados en defensa de la democracia. Hubo un discurso que desilusionó a propios y ajenos y un anuncio que causó estragos: la “economía de guerra”. La JP, la izquierda y el resto de los partidos –con excepción de la JR– se fueron de la plaza, al grito de “A ver a ver, quién dirige la batuta, si el pueblo unido o los yanquis hijos de puta”.
La disolución del Mojupo no tenía vuelta atrás. “Creíamos que Alfonsín iba a ir por más, y no. La JP marchó con Julio Guillán y Germán Abdala a la cabeza. Nos fuimos de la plaza y prácticamente no hubo más acciones conjuntas”, contó a PERFIL Fernando Melillo, primer titular de la JP Capital en 1986.
La JP ¿la gloriosa o del partido?
Mientras los radicales crecían en el ‘83, los peronistas se organizaban. “La JP venía muy golpeada. Los que se incorporaban, sin haberlo vivido, reivindicaban eso de ‘la gloriosa JP’, pero teníamos la mayor cantidad de pérdidas y de presos. Y, por el golpe, se había postergado el debate interno entre los que defendían ‘Perón y Evita, la patria peronista’ y los de ‘la patria socialista’”, describió Melillo.
La JP Unificada se plasmó en 1984 en Córdoba. Allí estaba Bullrich. “Lo buscamos a (Dante) Gullo que salía de la cárcel como emblema porque estábamos jaqueados de todos lados. (José Manuel) de la Sota y (Carlos) Grosso querían tener sus propias juventudes y ahí vino una pelea que tuve con Melillo, que fue elegido como la JP partidaria y se quedaron con la juventud. Primero él y luego Claudia Bello”, narró por su parte la dirigente que tras dejar el PJ fue funcionaria del gobierno de la Alianza, estuvo aliada a Elisa Carrió y actualmente dirige su propio partido, Unión por Todos.
Mientras Bullrich ve esos años como de discusión: “La JP no tenía que someterse a ningún dirigente sino tener los propios”, Melillo tiene otro relato: “Las juventudes nos metimos en las internas, yo estaba en lo que luego sería la renovación peronista. Ya se perfilaban Grosso, De la Sota, Cafiero, Manzano, Menem y Bordón. Por primera vez la JP empieza a pensar con una lógica de votos, elecciones, y a participar de un sistema partidocrático. Antes éramos la mano de obra de los dirigentes, tocábamos timbres, éramos la fuerza de agitación y de propaganda”.
La Cámpora
En los treinta años de democracia hubo dos juventudes protagónicas: la Coordinadora y La Cámpora, la primera bajo el liderazgo de Alfonsín y la última conducida por Néstor y Cristina. Ni Menem ni De la Rúa lograron conquistar amores juveniles. La comparación surge, entonces, inevitablemente.
“La Cámpora tiene mucho que aprender de la Coordinadora”, aseguró a PERFIL José Natanson, autor de ¿Por qué los jóvenes están volviendo a la política? (Ed. Debate). “Son dos juventudes bajo liderazgos fuertes que surgen en la renovación de sus partidos. La Coordinadora fracasó al no saber acomodarse ante el giro político de Alfonsín en derechos humanos y en la economía. La Cámpora, con un gobierno que no tiene salidas por derecha a la crisis, corre el riesgo de no poder trascender a sus líderes.”
Alfano opinó que ambas juventudes son incomparables. “Todos en nuestra juventud tuvimos una cuota importante de soberbia. La tuvo la Coordinadora y ahora La Cámpora. La Coordinadora, con todos sus defectos, representaba a jóvenes que tenían por delante tareas como el fortalecimiento de la democracia y de sus instituciones y llevar a los represores a los tribunales, había una historia por delante para escribir. La Cámpora y el Gobierno reescriben la historia.”
Para José Antonio Díaz “La Cámpora fue una idea de (Néstor) Kirchner: tener un semillero de cuadros que pudieran ocupar funciones dentro del Estado. Lo que buscaba era un sector que reivindicara la vuelta a la Plaza de Mayo. Eso es una consigna, no una juventud”.
Fernando Melillo, en cambio, encuentra puntos de comparación: “Ambos tienen centralidad en la política y se sostienen sobre la vigencia en la sociedad de un relato en el que la gente cree. Por eso surgen voces en contra. Cuando un proyecto político tiene vitalidad se traduce en militancia, y esa militancia es siempre juvenil. Menem tuvo muchos recursos, pero no pudo tener jóvenes”.
Facundo Suárez Lastra, uno de los coordinadores que asumió un cargo ejecutivo durante el gobierno radical (fue intendente de la Ciudad de Buenos Aires), rescató que ellos eran “críticos de las políticas de Alfonsín y hacíamos públicas las posiciones en documentos. A La Cámpora no le conozco un solo documento político”.
Sea como fuere, hoy parece imposible imaginarse un escenario político con coincidencias de agenda de los jóvenes que militan. Y pareciera que en todos los tiempos la comparación entre los jóvenes de los dos partidos populares que gobernaron este país en los últimos treinta años resulta inevitable. Así lo muestra una anécdota sobre una reunión de Alfonsín con la JR en 1985, después de las elecciones en que el radicalismo había revalidado el poder y el rol de los jóvenes fue decisorio. Según el relato que el ahora dirigente de Nuevo Encuentro Carlos Raimundi me hizo durante la investigación del libro La Franja (Aguilar), el ex presidente les dijo: “Bueno, muchachos, está de más que les deseo éxitos y que podría decirles ‘El futuro es de ustedes’, como les dijo un gran líder a sus jóvenes, pero ¿saben la anécdota? Cuando una delegación de la Juventud Peronista viaja a Madrid para hablar con Perón entre la elección de Cámpora y su asunción, Rodolfo Galimberti le pide a Perón las milicias populares y Perón los cepilló. Ahí Galimberti le dice: ‘Pero, General, usted nos había dicho que el futuro era nuestro...’ y Perón le contesta: ‘Y lo sostengo, pero ahora es el presente’”. La anécdota dio por concluido el encuentro y quien era el titular de la JR, Raimundi, se acercó a despedirse. Alfonsín le preguntó si le había gustado la historia y el dirigente juvenil fue sincero en su respuesta: “Mire, doctor, le digo una cosa: nosotros no somos los Montoneros, pero usted no es Perón”.
La Franja
En los 80, pero principalmente en los 90, estalló en la escena pública un nuevo fenómeno juvenil: la Franja, los universitarios radicales que empezaron a ganar centros de estudiantes y ocuparon puestos de poder en las universidades y no dejaron de crecer hasta la debacle del gobierno de Fernando de la Rúa en 2001 y que arrasó con ellos, principalmente en la Ciudad de Buenos Aires.
Pero la Franja Morada había nacido en 1967 en el interior del país y, aunque pareciera que desapareció de escena en la Capital Federal, sigue ganando centros de estudiantes y federaciones en Córdoba, Santa Fe, Tucumán, La Pampa, Junín, La Plata y otras tantas casas de estudio.
El libro del que soy autora, La Franja. De la experiencia universitaria al desafío del poder (Aguilar), da cuenta de los 45 años de lucha de esta agrupación universitaria que desde 1968 enarboló las banderas reformistas, luchó contra las dictaduras, se encolumnó detrás del liderazgo de Alfonsín y siguió ganando centros hasta florecer en los 90, pese a que la juventud de su partido no estaba tan movilizada.
“En los 80 en las universidades y en los colegios ‘la Franja’ era la envidia de todos”, admite Gabriel Puricelli, quien militaba en ese entonces en la Juventud Universitaria Intransigente.
La Franja ganó espacio en los primeros años de democracia también entre los secundarios. “En el Normal 5, en 1986, la directora me prohibió presentar la lista Franja Morada porque estaba prohibido hacer política partidaria en las escuelas. Tuve que pedir autorización al Ministerio de Educación”, contó el dirigente de Derecho de la UBA Martín Scotto, quien fuera secretario general de la Franja en 1995