“Cuando pienso en todo el esfuerzo que hacen para protegerme, siento un poco de vergüenza”, dice Shirin Ebadi. Estamos en el Hotel Castelar, a punto de comenzar una de las sesiones de la reunión de la Red Iberoamericana de Organismos y Organizaciones contra la Discriminación (Riood), y el protocolo de seguridad incluye también al jefe de Gobierno de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. La visita de la premio Nobel de la Paz está signada por custodios celosos y una especie de vértigo en el entorno, que se sosiega cuando PERFIL tiene la oportunidad de hablar con ella. Apenas ayudada por su traductora, Rima, esta abogada iraní, islamista, se tomará todo el tiempo del mundo para contestar con total tranquilidad –lo que los jóvenes definirían como “buena onda”– sobre temas que deberían ponernos nerviosos: la situación de los derechos humanos en el mundo y especialmente su tema, la situación de las mujeres, aquel que tomó como bandera cuando perdió su puesto de jueza en Irán, apenas llegada la revolución de Khomeini.
“Si miramos la situación de derechos humanos en el mundo –dice Ebadi–, son muchos más los lugares en los que no se respetan los derechos que aquellos en los que sí se respetan. Es cierto que difícilmente las cosas sean peores que en lugares como Irán o Arabia Saudita. Pero hay otros sitios a los que hay que prestarles particular atención: en Africa es una constante que se pierda de vista la importancia de atender estos temas”.
—¿Y en Latinoamérica?
—Si bien no cuento con toda la información necesaria, uno de los temas más preocupantes es el de México. Y sobre todo la situación de las mujeres y los niños en ese país.
—¿Cómo ve la situación específicamente en Argentina? La lucha contra el terrorismo de Estado fue uno de los ejes, y aún hoy es parte de la agenda política.
—Conozco especialmente el trabajo de las Madres de Plaza de Mayo. De hecho, apenas llegué a la ciudad fue lo primero que quise conocer. Me parece que lo que hicieron las madres, su ejemplo, su condición de mujeres, es uno de los modelos con los que todos contamos.
Mujeres, hombres, islam. Shirin Ebadi tiene como el eje de su participación política, precisamente, el rol de las mujeres en su país. “La situación de las mujeres en Irán sigue siendo de enorme desigualdad. Un hombre puede casarse hasta con cuatro mujeres. También puede elegir el momento en que se separe o no. En cambio, las mujeres no pueden pedir el divorcio. Tampoco pueden decidir en muchos aspectos que tienen que ver con la vida cotidiana. Aun así, las mujeres se educan, ocupan un lugar importante en la actividad académica”.
—El prejuicio indica que el islam relega a las mujeres.
—No es así. Hay muchas formas de islamismo. El islam no nos enseña a matar, no hay ningún lugar del Corán que indique esas cosas. Más de un 25% de la población mundial es musulmana, y el islam no es lo que dicen los talibanes o Estado Islámico. Así como una Iglesia acepta el matrimonio de personas del mismo sexo o el aborto y otras no, al islam le pasa exactamente lo mismo. Coincido en que es una cuestión de prejuicio. ¿Acaso se les ocurrirá hacer esa misma pregunta a un judío? ¿A un hindú? ¿Cómo es que cada vez que uno se encuentra con un musulmán se le ocurre esa pregunta? ¿No creen que al preguntar eso están creando un prejuicio?
—¿Cómo se hace para que el islamismo moderado encuentre un lugar en los países árabes?
—Básicamente, de lo que se trata es de separar la religión del Estado. Y de emprender políticas activas. En nuestros países es esencial que haya más lugares de acogida, espacios para que las mujeres que sufren la violencia de género tengan dónde ir.
—¿Cómo fue su propia infancia en Irán?
—Mi padre era abogado. Era juez. A mí, de niña me interesaba intervenir cuando veía una injusticia. De hecho, más de una vez tuve algún inconveniente por eso mismo de pequeña. Pero con el tiempo descubrí que estudiando las leyes podía ayudar a muchas personas. Fue escuchando a mi padre que aprendí a apasionarme con la Justicia y las leyes.
—¿Su madre estudió?
—Mi madre fue ama de casa. Ella no pudo estudiar. Más de una vez me dijo que le hubiera gustado, que hubiera querido ser médica. Pero yo conté con una ventaja: mis padres se querían, el suyo fue un matrimonio por amor.
Las dos discriminaciones. Para Shirin Ebadi, la discriminación y el prejuicio son un fenómeno universal. “Es un problema que en Europa se puede ver en la calle. Son sociedades en las que se teme a las personas musulmanas. Y se constituye un problema que se hace universal”.
Es algo que trasciende la situación de los países árabes: “Si una mujer quiere ser profesora de una escuela francesa pública no puede llevar el velo porque es una representación del islam, como tampoco puede usar una burkini en la playa. Pero es curioso, porque los hombres sí pueden llevar la barba larga en la playa o cuando van a dar clases, aunque también es un símbolo del islam. En muchos países, los musulmanes hacen los trabajos que otras personas no quisieran hacer.
—¿Qué opina de los acuerdos que se firmaron entre Argentina e Irán para esclarecer los atentados de la Amia?
—Todo acuerdo tiene sentido cuando trasciende los gobiernos. Los que deben encontrar los puntos de contacto no son los dirigentes, sino los pueblos en cada caso.
Esa es la manera de llegar a la verdad.
Un problema de todo el planeta
La reunión extraordinaria de la Riood realizada en Buenos Aires la semana anterior reveló que la cuestión de la discriminación es un fenómeno universal. Comienza con la crisis de los refugiados y encuentra ecos en todo el planeta: “Si bien los territorios donde habitan los pueblos indígenas son ricos en recursos naturales y sitios arqueológicos, hoy la desnutrición y la
pobreza extrema de este sector social supera el 60%, lo que pone a muchos municipios de este país en los lugares más pobres, no solamente de Latinoamérica, sino también del mundo. Nosotros consideramos que el principal motivo de esta situación es el racismo estructural”, dijo Rudy Camposeco Cano, de la Comisión Presidencial contra la Discriminación y el Racismo contra los Pueblos Indígenas de Guatemala (Codisra).
México. En el mismo encuentro, Rigoberto Mata Medina, del Foro Intereclesiástico Mexicano, expresó: “No aceptar la diversidad social y religiosa y querer imponer la propia moral y el dogma son factores que desencadenan la discriminación”.
Colombia, Nathalia Rodríguez Martínez, de la Consejería Presidencial para los Derechos Humanos de Colombia, señaló que “quienes más se ven discriminados son las personas con orientaciones sexuales diversas, etnias, personas con discapacidad y los sin techo”.