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TENDENCIA EXITO EN BUENOS AIRES

Nuevas formas de comunicar ideas en poco tiempo

Pecha Kucha y TEDxRíodelaPlata son las únicas ONG en el país encargadas de organizar charlas innovadoras que inspiren. Las técnicas de transmitir reflexiones en seis o 18 minutos que atraen a multitudes en nuestro país.

REFERENTES. Tanto a May Groppo (izquierda) como a Gerry Garbulsky los apasiona ser voluntarios de estas organizaciones destinadas a descubrir talentos que inspiran.
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El desafío es simple: “Dar la charla de tu vida”, y la pregunta también: “¿Qué querés que recuerden de vos?”. El detalle está en el tiempo. Hay 18 minutos para contar lo primero y seis para responder lo segundo. En el país existen dos organizaciones sin fines de lucro destinadas a buscar oradores dispuestos a difundir ideas innovadoras en un tiempo limitado, sean famosos o no. Son Pecha Kucha –evento que se lleva adelante en el Centro Cultural Konex, donde 12 presentadores exponen proyectos a través de veinte diapositivas de veinte segundos cada una– y TEDxRíodelaPlata, un programa que invita a “hacedores” a dar una charla “que pueda cambiar el mundo” en tan sólo 18 minutos, como máximo, en La Usina del Arte, una vez al año.
PERFIL habló con May Groppo, miembro de Pecha Kucha, y Gerry Garbulsky, de TEDxRíodelaPlata, sobre el éxito en Buenos Aires de esta tendencia y abrió el debate acerca de si se puede transmitir un mensaje profundo en tan poco tiempo.
—¿Cuál es la idea principal de cada proyecto?
GROPPO: Lo que buscamos son profesionales, académicos o empresarios de disciplinas relacionadas con arquitectura, diseño gráfico, moda, música, cine, entre otras, que a través de lo que hacen utilicen su creatividad. La idea es generar redes entre quienes asisten a estas charlas. Se convoca a personas emergentes y famosas. A veces cuentan ideas que no se concretaron, o si se trata de un conocido, se le pide que cuente su lado más oculto. Pecha Kucha es creado en 2003 por los arquitectos Astrid Klein y Mark Dytham en Japón, como una nueva forma de dar a conocer sus proyectos de una manera muy simplificada. Hace siete años que se hace.
GARBULSKY: La idea de TED es esparcir ideas que transforman. Para eso organizamos conferencias e invitamos a oradores que son “hacedores”, gente que haya hecho o esté haciendo cosas increíbles para que en un tiempo de como máximo 18 minutos dé la charla de su vida. Es gente grosa que lidera en los campos a los que se dedica. La mayoría no es conocida. La encarnación local de esto se llama TEDx Río de la Plata, una franquicia de TED que nació en 1984 en California. Sus siglas significan “tecnología”, “entretenimiento” y “diseño”, pero con el tiempo se fue diversificando, por eso podemos tener desde un Manu Ginóbili hasta una médica que trabajó en Africa. Ya organizamos más de cien charlas.
—¿Qué diferencias hay entre cada uno?
G: Pecha nace dogmáticamente con la reproducción de veinte imágenes en veinte segundos cada una, donde el apoyo visual es obligatorio. El formato invita a jugar, a tomarlo como algo experimental. Insisto en que esto sea algo más personal, más íntimo, que no se cuente una secuencia de los trabajos sino cómo lograrlos, los éxitos, los errores. El objetivo final es inspirar.
G: El espíritu de los eventos es diferente y se complementa. La charla sos vos, es el orador, qué quiere contar. Si hace falta algún apoyo en video u objetos, allí estará. Pero el apoyo que no suma, resta. La presentación no es el PowerPoint. Para cada evento trabajamos un año: primero por el proceso de selección de los candidatos, y luego en la preparación de las charlas.
—Teniendo en cuenta que TED y Pecha Kucha surgen en otros lugares del mundo y se realizan en diversos países, ¿qué particularidad encuentran en Argentina?
G: Muy pocas ciudades convocan como Buenos Aires a nivel cultural, salvo Pecha en Nueva York o Londres. En otros lugares del mundo se suelen hacer en bares, el patio de una casa o en un shopping. Acá Pecha se realiza cuatro veces al año y suele llenar la sala grande del Konex, que tiene una capacidad para 500 personas. Lo importante es que desde hace siete años podemos realizarlo y el interés por nuclearse no merma.
G: Hay hambre por este tipo de cosas, y cuanto más haya, mejor. La comunidad mundial es muy vibrante, pero hay eventos grandes y ambiciosos que se dan acá. Por ejemplo, este año se van a dar charlas TEDx dos días consecutivos y esto no sólo es la primera vez que sucede en el país, sino en todo América Latina.
—¿Cuál es el contexto que ayuda al éxito de esta clase de convocatorias?
G: Si uno lo piensa, hasta el año 1500 la forma en que nos comunicábamos era contándonos historias los unos a los otros. Al crearse la imprenta con (Johannes) Gutenberg, en los siguientes 500 años hasta hoy, la cultura pasó a ser leída y se fue perdiendo la tradición oral. Lo que pasa ahora es que con la vorágine de internet y la globalización se genera una manera de volver a contarnos historias mirándonos a los ojos. Por eso es que hay tanto hambre y ganas de participar en estos eventos donde se descubren otros mundos de manera genuina.
G: Yo a eso agrego que a muchas personas nos gusta ser descubridoras de lugares, personas, y Pecha es un lugar para sentirse descubridor. A los curiosos les encanta. Es como una degustación. Al ser eventos multidisciplinares se te abre la cabeza. Te sentís como un antropólogo.
—¿Creen que la consigna de tener que compartir un mensaje en pocos minutos les quita profundidad a los contenidos transmitidos?
G: Hay evidentemente una restricción de tiempo. Una novela no puede reducirse a un párrafo. Pero si uno no puede transmitir una idea fuerte en diez minutos, es probable que tampoco pueda hacerlo en una hora o diez horas. Hay una frase que se le atribuye a (Woodrow) Wilson, ex presidente de Estados Unidos, que dice: “Si querés una charla de diez minutos, necesito una semana para prepararme. Si querés que dé una charla de una hora, estoy listo ya”. Esta es una forma de decir que cuando uno habla mucho es más fácil; lo difícil es decirlo en pocas palabras. Fuerza al orador a hacer una síntesis y genera en la audiencia la posibilidad de mantener la atención, algo que no es fácil.
G: Para movilizar a alguien, querer abrazarlo o sembrar una semilla, alcanza. Yo siempre les digo a los oradores que piensen su presentación sobre la base de qué quieren que recuerden de ellos y por qué deberían seguir escuchándolos. Es muy difícil que alguien transforme tu vida en seis minutos, pero después se da la oportunidad de profundizar ese vínculo por fuera del escenario.