Más allá de las imágenes en las que aparece saludando en el balcón ante la Plaza San Pedro colmada de fieles y de algunas dudas sembradas sobre su pasado, quizá una de las cosas que más se han repetido sobre Jorge Mario Bergoglio desde que fue ungido papa el miércoles 13 es, paradójicamente, su sentido común.
Que es austero en su forma de vivir, que intenta imponer un estilo despojado a su pontificado y que espera mantener esa misma actitud casi se han convertido, a estas horas, en verdades irrefutables. Pero otra característica del ahora denominado Francisco es, según las palabras de quien compartió parte de su carrera durante más de seis años, la obsesión por la claridad.
El padre Jorge Oesterheld trabajó codo a codo con el entonces cardenal primado de la Argentina y arzobispo de Buenos Aires durante los seis años en los que Bergoglio ocupó la presidencia de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), entre 2006 y 2011.
“Me enriquecí mucho a su lado: vi cómo él tomaba decisiones y priorizaba los temas. Muchas de las veces que uno le presentaba algo para decir, él intentaba hacerlo de una manera más sencilla. ‘Hay que bajarlo al idioma de la calle’, repetía. Esa era una de sus obsesiones. Aprendí muchísimo de eso, porque él era una persona muy rica, con un sentido del humor muy agudo. Era muy divertido conversar con él”, revela Oesterheld a PERFIL. El sacerdote continúa en su rol como vocero de la CEA, además de estar al frente de la Parroquia Virgen de las Flores, en Morón.
Buena nueva. “La noticia me tomó completamente por sorpresa, no esperaba para nada que Bergoglio fuera el elegido. Me dio mucha alegría, creo que va a ser un papa extraordinario para este momento que vive la Iglesia, porque es una persona que quiere comunicar de manera sencilla y comprensiva la palabra de la institución”, cuenta. “Además, esto lo manifiesta a través de gestos, de palabras muy simples, y creo que será ésa la característica de su papado, que contagiará a la manera de actuar de muchos. Tómense como ejemplos su primer mensaje, el miércoles, o el gesto de ir a pagar la pensión donde se alojó durante el cónclave. Es evidente que han elegido a alguien completamente opuesto a Benedicto XVI, que venía del ambiente académico, que siempre se había manejado en el ámbito eclesiástico. Este es un hombre que viene muy de lo pastoral, de la calle, del trabajo con la gente”, destaca.
—¿Cuáles son las cosas que más recuerda de su trabajo con él? ¿Sigue viéndolo con ese mismo entusiasmo?
—Lo primero que veo es al mismo Bergoglio de siempre. Era muy cómodo trabajar con él, porque es muy claro, dice muy bien lo que quiere y siempre sorprende. Resultaba imposible dar algo por sentado. Si uno se acercaba pensando: “Va a decir tal cosa”, jamás era así. Siempre profundiza, invita a ir más a fondo de lo que uno había planteado originalmente, y a la raíz de las cosas.
El peor de los pecados. Si las imágenes valen más que mil palabras, los gestos desplegados por Francisco hasta ahora marcan un camino diferente al del pontífice anterior. Para Oesterheld, esto debería ser la esencia misma de quien sirve a Dios: “La gente espera de nosotros actitudes humildes y simples. Cuando no tenemos esa actitud de humildad, es cuando más se alejan de la Iglesia. Nos perdonan las cuestiones sexuales, las cuestiones económicas. Todo menos la falta de humildad. Y cuando la gente actúa así, alejándose ante un soberbio, actúa bien, porque ése es el peor de los pecados”, afirma. “El gran cambio de Francisco será que nunca hablará desde la soberbia o el autoritarismo”.
—¿Cree que seguirá la línea de Juan Pablo II, de mayor acercamiento a la gente, donde el Papa no resulta aquella figura lejana e intocable?
—Seguramente establecerá un vínculo desde lo afectivo, y eso hará que se explique de manera diferente. En eso va a ser más parecido a Juan Pablo II. Benedicto generaba un vínculo más teórico, distante.
—¿Eso tiene que ver con su formación jesuita o más bien con cómo es Bergoglio como persona?
—Viene de su esencia como hombre y, además, del gran trabajo pastoral que tiene, de estar en contacto con las personas. Eso le da el lenguaje de la gente común y también el conocimiento directo de cómo piensan, qué necesitan.
—¿Imaginaron durante su período de trabajo juntos una posibilidad semejante, la de ser nombrado papa?
—El nunca hablaba de estas cosas, siempre fue muy reservado en lo personal. Esto es el resultado de que ha ido buscando siempre hacer lo mejor en cada trabajo que le tocó ejercer. Creo que le va a costar mucho dejar Buenos Aires, la ama, es un porteño que la disfruta mucho. Era de salir poco, pero le gustaba mucho caminar, andar por la calle; por eso usaba el subte, el colectivo. A veces se iba muy temprano a algún santuario, como a San Cayetano, y se ponía a confesar desde las 7 de la mañana. Siempre resultó muy fácil acceder a él. Había que esperar, pero le pedía el teléfono a cada uno que iba a verlo y en cuanto podía, Bergoglio llamaba personalmente.
—¿Cómo se trasladará esa forma de ser a su papado?
—No estoy seguro de cómo, pero sé que se las ingeniará para estar cerca de la gente. Tendrá encuentros con personas que lo enriquezcan. El necesita estar siempre en contacto con la gente.