Una Gualeguaychú del otro lado del río Paraguay: son los habitantes de Pilar, la capital del departamento Ñeembucú, que tal como sucedió con la ciudad entrerriana que combatió la instalación de las pasteras del lado uruguayo ahora rechazan la instalación de la planta de procesamiento de uranio Dioxitek en Formosa, después de que los cordobeses consiguieron clausurarla y emplazar su expulsión de la provincia. La multitudinaria protesta de los habitantes de Pilar, que incluye gobierno, academia y organizaciones ciudadanas, llegó al centro político del país vecino para reclamar a sus autoridades una postura firme frente a nuestro país. Sin embargo, la delegación de senadores paraguayos que se trasladó a Córdoba fueron impedidos de entrar a la planta “por razones de seguridad” y regresaron a su país con los relatos dramáticos de los vecinos que viven desde hace años al lado de “la atómica” y asocian los casos de cáncer con la planta Dioxitek, que deberá salir del lugar pero ha dejado toneladas de desechos tóxicos, las colas de uranio, a las que la misma Comisión Nacional de Energía Atómica reconoce como altamente contaminantes. Como la energía nuclear en nuestro país conserva el mismo secretismo y cerrazón con la que la tecnología fue inaugurada en tiempos de dictadura, incompatibles con lo que debe ser la transparencia y la información como un derecho ciudadano, ahora Argentina corre el riesgo de que se inviertan los papeles y los paraguayos nos pongan en el lugar en el que pusimos a los uruguayos por la instalación de las pasteras del otro lado del río Paraná.
*Senadora de la Nación.