Paco, a drug story, libro del fotografo italiano Valerio Bispuri, se presentó en el Centro Caras y Caretas, Venezuela 330. Bispuri, de 46 años, romano, es un fotógrafo que trabaja asiduamente, tanto en su país como en el extranjero.
Paco, de la editorial italiana “Contrasto”, especializada en fotos, registra la vida de los consumidores de la droga en villas miserias de varias ciudades latinoamericanas, incluida Buenos Aires. La obra recibió premios al Latin American Poy 2011, al Sony World Photography Award 2013, al Days Japan, al International Photojournalism Awards 2013 y al 2014 Poy.
No es el primer libro del artista italiano. En el 2014 salió, también por “Contrasto” el libro de Bispuri Encerrados: un trabajo fotográfico en blanco y negro que documenta la realidad de las cárceles de Latinoamérica, hecho a lo largo de 10 años y en 74 institutos penitenciarios. Encerrados fue elegido para ser expuesto en la Visa pour l’Image en Perpignan, Francia, y también en el Palazzo delle Esposizioni de Roma, el Browser Festival a Berlin y el Bronx Documentary Center de New York.
PERFIL habló en Italia con el artista, poco antes de su viaje a Buenos Aires.
-En las fotos del libro hay algunas hechas en cocinas de paco. ¿Donde se hicieron?
-En las afueras de Buenos Aires. No sé exactamente el lugar donde estuve porque me llevaron ahí con una venda, un día que se estaba jugando el superclásico, entre Boca y River. Fue el día ideal, porque hasta los mismos narcos estaban pendientes de lo que sucedía en el partido. Lo único que realmente sé es que es un lugar no lejos de una villa miseria de Lomas de Zamora y que estaba en un garage. Eran dos chicos muy jóvenes que preparaban el paco. Mientras la mezcla se cocinaba me ardían mucho los ojos y me faltaba el aire, tuve que salir un par de veces para respirar”.
-¿El paco sigue siendo la droga de los pobres?
-No solo de los pobres, según me informan especialistas en el tema, que trabajan con los consumidores. Parece que se volvió de alguna manera cool: hay fiestas en las que no falta un paquete con la droga. El paco salió de las villas y empiezan a usarlo, aunque no de forma masiva, personas de otro nivel económico, no solo los más pobres. Pero sigue siendo la droga de las villas. Los chicos que ves moviéndose en la noche con la cara transformada, como zombies, buscando otra dosis, son siempre de las villas.
-El libro tiene fotos hechas en Buenos Aires, pero también en Salvador de Bahía, en Cartagena de Indias, en Lima. ¿Nunca tuvo miedo?
-Un par de veces me asusté mucho. Siempre trabajo acompañado por alguien del lugar, por personas muy queridas donde me muevo, protegido en algún sentido. Una vez que estaba solo, en las afueras de Cartagena de Indias, la noche que saqué la foto a la prostituta sin un brazo que aparece en el libro, sentí real temor. Me di cuenta demasiado tarde de que el chulo que se quedó afuera de la puerta de la chica, pensaba que yo era un cliente como otros e ignoraba que lo que yo deseaba era sacarle fotos. Si escuchaba el click de la cámara realmente podría ser un problema. Le rogué a la muchacha que prendiera el ventilador para que haya algún ruido que oculte la cámara. Cada vez que tomaba una imagen, hacía como que tosía, para que el tipo no se dé cuenta del click. Y me asusté más cuando al final, la prostituta se negó a salir para acompañarme y me pidió más dinero. Pensé que quizás no saliera vivo del lugar. Pero aquí estoy... También me asusté mucho una noche en Rio de Janeiro. Me acompañaba entonces un hombre que me pidió que lo esperase un momento, mientras iba a ver qué pasaba bajo un puente donde habían unos chicos drogándose. En la oscuridad, interpreté mal sus gestos. Movió un brazo para decirme que me vaya urgentemente de allí y yo, al contrario, entendí que me decía que me acercase. Cuando me vieron los muchachos que se drogaban, me empezaron a correr: por suerte estaban tan mal, que los perdí rápidamente. Pero si me alcanzaban, no la hubiera pasado nada bien.
-Algunas de las fotos del libro son de un centro de recuperación para drogadictos de la Villa Lugano donde trabaja el pastor Baldi, un protestante. Las caras de las personas fotografiadas mientras están rezando colectivamente, transformadas por la exaltación general, no parecen menos monstruosas de las que fotógrafo bajo el efecto del paco. ¿Lo ve igual ?
-Si son impresionantes. La idea que yo me hice, sin embargo, es que en la situación material en la cual esa gente se encuentra o lo salva el centro de recuperación, en este caso el pastor, o no lo salva nadie. Porque nadie se ocupa de ellos.