El pasado martes 23 de agosto, un grupo de jóvenes nazis, de entre 16 y 17 años, del colegio Sedalo, Sociedad Escolar y Deportiva Alemana de Lanús Oeste, irrumpió en el boliche Cerebro, de San Carlos de Bariloche, durante el baile de egresados del colegio judío ORT y, vestidos a la usanza alemana de los años de apogeo del nazismo –con esvásticas, brazaletes, bigotes que imitaban a los de Adolf Hitler–, intentaron amedrentar a los alumnos de ORT. La mayoría de los alumnos judíos de ORT tienen parientes asesinados o sobrevivientes de la Shoá; otros tantos han perdido familiares o conocidos en sendos atentados a la Embajada de Israel en Argentina y en la AMIA. Saben de qué se trata el nazismo. Los jóvenes nazis del Sedalo lo saben también. No se vistieron de mongoles de Gengis Kan, ni atacaron a un colegio de budistas: expresaron abiertamente su identidad nazi y atacaron a los judíos.
Fines. La esencia del nazismo es la destrucción del pueblo judío. Todos los demás objetivos que persigue son funcionales a éste primordial. Hitler le declaró la guerra al pueblo judío, desde su elocuente folleto Mein Kampf en 1925, hasta el último texto de su vida, en 1945, cuando en su testamento condenó al pueblo alemán por no haber sido capaz de exterminar a los judíos en esa guerra y le ordenó continuar la tarea. No existe ningún grupo de adolescentes capaces de terminar el secundario, mucho menos de un colegio alemán, que al atacar con esvásticas y bigotes del Führer a estudiantes de un colegio judío, no conozcan la historia y los objetivos del nazismo de la Segunda Guerra Mundial y del presente. La edad no es un atenuante. El premio Nobel nazi alemán Günter Grass, ya fallecido, fue SS a los 17 años, y declaró sin tapujos: “Fui seducido por Hitler; creer en él no cansaba. Era facilísimo”. Ocultó su adscripción nazi hasta muy entrada su vejez, y sólo la admitió cuando fue descubierto por la prensa libre. Pero una vez que lo sacaron del closet, se sintió liberado y escribió un “poema” nazi contra el Estado de Israel. El tiempo no lo había librado de la seducción del Fürher. Tampoco la educación es una panacea para enfrentar al nazismo. ¿Quién más educado que el Premio Nobel alemán? Es cierto: sin la educación es imposible, pero con la educación no alcanza.
Ingenuidad. Cuando ocurren estos ataques nazis por parte de jóvenes, la ingenuidad o un peligroso optimismo tiende a especular con que los atacantes carecen de información. La directora del colegio Sedalo ha aseverado que no los expulsarán porque eso sería quitarse el problema de encima, que prefiere “educarlos”. Por un lado, ¿si no han logrado educarlos hasta la fiesta de egresados, por qué cree que lo lograrán en los pocos meses que faltan hasta el fin de curso? Por otro, ¿qué hubiera ocurrido si los jóvenes nazis hubieran golpeado hasta la muerte a otro alumno, también los mantendrían dentro del establecimiento hasta educarlos? Y, fuera del suceso de Cerebro, si hubieran violado a alguien, ¿también les permitirían permanecer en el Sedalo hasta educarlos? Lo que la directora está diciendo al no expulsarlos, en mi opinión, es que ser nazi, a los 16 o 17 años, no es lo suficientemente grave. Pero lo que ocurrió es que el ataque no produjo heridos de gravedad ni muertos, no que no haya sido grave en sí. Las circunstancias no son las de los años 30 y 40 del siglo pasado. En esta ocasión, los adultos del boliche permanecieron indiferentes; durante el apogeo del nazismo previo al comienzo de la Segunda Guerra, entre 1932 y 1939, hubieran colaborado con los jóvenes nazis y entre todos hubieran expulsado a los judíos del lugar. Si los judíos se hubieran resistido, los hubieran golpeado, encarcelado o asesinado, con la complicidad de la fuerza pública. Aquí los alumnos de ORT se resistieron y el resultado, sentenciado por los propietarios del boliche, fue patético: ambos grupos fueron expulsados del boliche. No expulsaron a los nazis, expulsaron a los nazis con los alumnos de ORT. ¿Qué esperaban de los alumnos de ORT: que continuaran bailando, que se dejaran maltratar, insultar? Los jóvenes nazis ya les habían dicho: “judíos de mierda”. Lo que morigeró la peligrosidad del ataque no fue la juventud de los nazis ni su falta de voluntad antisemita: fue la capacidad de los jóvenes de ORT de defenderse, en una coyuntura en que la fuerza pública ya no favorece a los nazis. Permitirles a los jóvenes nazis terminar el secundario en el mismo colegio Sedalo, es premiarlos. La educación no debe ser un castigo, sino un derecho, incluso un premio. Pero ese derecho, ese premio, el alumno debe ganarlo con su buena voluntad, con un comportamiento por lo menos sociable, con principios de convivencia. La ruptura de estas normas debe ser sancionada. No podemos responder al intento de imposición de la ley del más fuerte con especulaciones. ¿Por qué se especula con tanta liviandad respecto a que los alumnos desconocían el significado del credo nazi? Ningún alumno ha declarado que desconocía lo que era un esvástica o quién era Adolf Hitler. Y si lo desconocen, más que por la continuidad de los alumnos habría que preguntarse por la continuidad del colegio Sedalo, que demostraría ser una fantochada. ¿Qué es lo que deberían hacer los alumnos en cuestión, además de vestirse como nazis, actuar como nazis e insultar y amenazar a los judíos, para que los consideremos nazis?
*Escritor.