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la opinion de unicef

Pobreza infantil: falta de datos oficiales y números inquietantes

La publicación de los índices del Observatorio de la Deuda Social de la UCA motivó una discusión teórica acerca de cómo se hacen estas mediciones. Los especialistas coinciden en que los datos alarman y que es de un arraste de años precedentes, agravado en los últimos meses.

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Multidimensional. Para el economista de Unicef es esencial aportar una mirada que comprenda las necesidades de la niñez que trascienda lo estrictamente monetario. | Cedoc Perfil
Hace más de diez años que no se mide oficialmente la pobreza infantil en la Argentina. Esto no es únicamente una cuestión estadística: no tener un número claro implica la ausencia de diagnóstico para el tema y, por tanto la carencia total de un mapa que pueda orientar en la búsqueda de soluciones. El Observatorio de la Deuda Social de la UCA realizó durante todo el gobierno anterior, y aún hoy, un aporte indiscutible en la materia. Miró y midió la pobreza desde una perspectiva que es una aproximación indiscutible. Pero especialistas como Sebastián Waisgrais, el economista que realiza el monitoreo sobre inclusión social de Unicef, alertan que los números –indiscutiblemente preocupantes– en esta labor específica necesitan el aporte del Estado. Cuestiones como la alimentación necesitan un muestreo mayor para encontrar datos fidedignos.
Waisgrais dice que “contar con más y mejor información sobre la situación de los niños, niñas y adolescentes que viven en Argentina es el prerrequisito central para lograr las metas de reducción de la pobreza en el país. Hace unos meses Unicef publicó un estudio sobre la pobreza multidimensional infantil, basado en datos oficiales que mostraban a través de la medición de 28 indicadores, que el 30% de los chicos es multidimensionalmente pobre. Por su parte, el Observatorio de la Deuda Social de la UCA recientemente publicó un estudio donde la pobreza infantil medida a través de variables monetarias alcanzaría el 40% y en términos multidimensionales al 56% de la población infantil”.

MОtodo. Los efectos de tener un número correcto tienen un correlato en políticas activas. Waisgrais lo explica: “Más allá de las variaciones entre uno y otro indicador, contar con este tipo de mediciones nos brinda insumos para el diseño y la implementación de políticas públicas que tiendan a garantizar y dar cumplimiento a los derechos de la niñez y la adolescencia”.
En este contexto, la palabra clave es nutrición: “No de los indicadores que por su sensibilidad y repercusiones negativas en el bienestar infantil genera una extrema preocupación, es la situación nutricional de niños, niñas y adolescentes –explica–. Estos indicadores de percepción pueden dar un panorama relativo de riesgo, pero no dejan de ser muy sesgados si se quiere medir la inseguridad alimentaria. Generar información válida y pertinente de este fenómeno implica disponer de mediciones más complejas que tengan en cuenta, entre otros factores, el consumo de calorías, la diversidad de la dieta y mediciones antropométricas (altura y peso de los niños, niñas y adolescentes)”.
El dato sobre la medición oficial es clave y también permite un análisis sobre cómo se llegó a esta situación: “Lamentablemente, la última medición oficial objetiva con la que cuenta el país fue desarrollada hace más de diez años por el Ministerio de Salud de la Nación. Esta encuesta (llamada Encuesta Nacional de Nutrición y Salud) resultó un hito: por primera vez se contó con información precisa a través de la medición y la obtención de muestras bioquímicas a más de 28 mil niños y niñas menores de 6 años y mujeres embarazadas, con el fin de tener un panorama representativo del estado nutricional de la población”, dice el economista de Unicef. Y agrega: “Los resultados de esta encuesta mostraron que la emaciación (desnutrición aguda) para la población de 6 meses a 5 años representaba un problema de magnitud en regiones geográficas localizadas y reportó una prevalencia de 1,3% para el promedio país, en tanto la talla baja (acortamiento) alcanzó el 8%. En contraposición, se observaron prevalencias elevadas de obesidad (10,4%) y de anemia (16,5%) resultante de la carencia de micronutrientes. Así, el problema parece estar centrado, cada vez en mayor medida en la malnutrición”.

Adolescencia. Los problemas de nutrición se hacen aún más críticos en la temprana infancia y en la adolescencia. Y aquí, aporta más datos: “Entre los adolescentes, la obesidad muestra una preocupante tendencia ascendente. Los últimos datos disponibles corresponden a la Encuesta Mundial de Salud Escolar (EMSE) de 2012 que registra, para los últimos cinco años, un aumento del sobrepreso y la obesidad en los estudiantes de 13 a 15 años del 24,5% al 28,6% y del 4,4% a 5,9% respectivamente. Estos datos esconden inequidades que desmitifican la asociación pobreza-desnutrición/riqueza-obesidad: los adolescentes del nivel socioeconómico más bajo tienen un 31% más de probabilidad de sobrepeso respecto de los adolescentes del nivel socioeconómico más alto”.
Explica que la obesidad está ligada a la pobreza: “La obesidad infantil es el resultado de mútiples causas, tanto referidas a malos hábitos alimentarios que surgen en edades muy tempranas (consumo de alimentos de baja calidad, comida procesada y azúcares) como a la reducción de la actividad física y el aumento del sedentarismo”.
Concluye que “la obesidad infantil puede tener graves consecuencias sobre la salud no sólo en la infancia y adolescencia sino también en la vida adulta: aumenta los factores de riesgo de patologías cardiovasculares y metabólicas, diabetes tipo 2 y trastornos hepáticos. Además, existen consecuencias en términos de salud mental: los adolescentes con sobrepeso tienen un 12% más de probabilidad de pensar en suicidarse.  Estas consecuencias y, particularme, su persistente tendencia a la alza, requiere que sea considerada en el centro de la agenda pública tanto como la baja talla y las deficiencias de micronutrientes”. Es esencial una investigación seria.    n