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Presidencia española de la UE

¿Por qué importa América Latina?

Una serie de factores externos e internos obliga a la Unión Europea a replantearse su política de alianzas y la región latinoamericana surge como una renovada prioridad.

16-4-2023-Logo Perfil
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¿Por qué importa América Latina? es el título del último Informe del Real Instituto Elcano, un think tank español de relaciones internacionales. Su intención es proporcionar algunas ideas que permitan a los tomadores de decisión europeos estar mejor informados sobre la realidad y las oportunidades que podrían proporcionar tanto a Europa como a América Latina la potenciación de la relación birregional.

La excusa para realizar este Informe, teniendo presente que otro con nombre similar vio la luz en 2017, fue la presidencia semestral rotatoria del Consejo de la Unión Europea (UE), que desde el 1° de julio está en manos de España. 

En realidad, esta es la quinta ocasión en que a España le corresponde la presidencia del Consejo y, como en todas ellas, América Latina ocupará un lugar central de la agenda. Sin embargo, a diferencia del pasado, cuando acabado el semestre América Latina retornaba a un lugar secundario en las preferencias, en esta oportunidad las cosas parecen ser distintas y no solo por la apuesta europea por la transición verde y la transición digital.

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Son distintas por razones externas (persistencia de la pandemia y efectos de la invasión rusa de Ucrania), pero también por razones internas, propiamente europeas. Una de las consecuencias de la invasión rusa fue, contra las advertencias de los más agoreros, que la UE no solo mantuvo su unidad, sino también la reforzó. Y esto persiste más allá del año y medio que llevamos de guerra. Sin embargo, esta sensación se ve contrastada por el gran aislamiento que sufre Europa frente al mal llamado “Sur global”.

Esto ha obligado tanto a la Comisión Europea como a los Estados miembros a replantearse su política de alianzas, su proyección internacional y la forma en que se relacionan con el mundo. Y es aquí, precisamente, donde América Latina emerge con presencia propia. Si bien las relaciones entre Europa y América Latina son muy especiales, casi únicas, habría que agregar la tan manida comunidad de valores compartidos y la enorme capacidad de la región en materias primas, minerales estratégicos, luz y agua, así como su gran potencial a la hora de producir energías renovables. 

Narrativa de prejuicios. Pese a la profundidad y la originalidad de la relación birregional, ésta está muy marcada por una fuerte narrativa que tiende a deslegitimar la realidad latinoamericana. Por eso, en nuestro Informe, con la intención de llevar a América Latina a la conversación global, decidimos partir de cuatro grandes presupuestos que lastran su imagen. Los cuatro prejuicios son: 

1) América Latina es un desastre político, 

2) América Latina es un fracaso económico, 

3) la UE, y Estados Unidos, han abandonado a América Latina, permitiendo que China ocupe ese vacío y se convierta en el actor regional hegemónico y 

4) las empresas europeas, particularmente las españolas, la están abandonando para invertir en las economías desarrolladas.

Partiendo del dicho latino facta non verba (hechos, no palabras), que en román paladino podría traducirse como datos matan al relato, se trata de poner cada una de esas cuatro afirmaciones en su contexto adecuado. Está claro que todas las afirmaciones presentadas son parciales y sesgadas, pero al mismo tiempo, albergan una gran dosis de realidad. Por eso, no se trata de construir un contrarrelato, rosa y agradable para los oídos latinoamericanos, sino de valorar cada afirmación, introduciendo una buena dosis de comparación con otras regiones emergentes y haciendo un uso profuso e inteligente de los datos.

En lo relativo al desastre político, lo cierto es que el relato dominante sugiere que el estancamiento económico de la última década llevó al desencanto con la democracia, a la desafección con los partidos y las élites políticas tradicionales, movilizaciones de protesta, voto de castigo, en definitiva, a una frágil gobernabilidad. Sin embargo, en desarrollo democrático y respeto por los derechos humanos, América Latina ocupa el primer puesto entre las regiones emergentes, y más si se excluye de la ecuación a las tres dictaduras regionales (Cuba, Nicaragua y Venezuela). 

Por eso, cuando la política latinoamericana se inserta en el contexto de las tendencias globales de expansión de tendencias iliberales, se ve que la región no es única. Y que en su dinámica política hay elementos coyunturales, asociados al ciclo económico, sin vocación de permanencia y que cuando el entorno global y el nacional recuperen su situación anterior, la situación podría revertirse. La evidencia muestra que la democracia está consolidada en casi toda la región y que una generación entera creció teniendo en las elecciones el único modo legítimo de elegir gobiernos. 

Sobre el fracaso económico podría señalarse que los progresos macroeconómicos de las últimas dos décadas han sido importantes y que un grupo considerable de países latinoamericanos ha logrado resultados notables. Toda una generación ha crecido con una inflación baja y relativamente estable, unas finanzas públicas razonablemente saneadas y una regulación y supervisión del sistema bancario que ha permitido tener sistemas financieros sólidos. 

Pero, sin duda alguna, el mayor logro fue la reducción de la frecuencia de las crisis (balanza de pagos, deuda y financieras). Se pasó de un promedio de cuatro anuales entre 1974 y 2003, a menos de una crisis al año desde entonces. Con esta mayor estabilidad macroeconómica, América Latina dejó de ser protagonista, ya que solo una de cada tres crisis globales de esos años se originó en la región, para convertirse en actor secundario. Desde entonces, sólo una de cada seis crisis globales se inició en América Latina. 

Es cierto que en las primeras dos décadas del siglo XXI la región no alcanzó logros significativos en la convergencia con los niveles de renta per cápita del mundo desarrollados. Pero esto tampoco lo ha hecho la mayoría de los países emergentes. Por eso, el desafío de América Latina sigue siendo el de reactivar el crecimiento, ya que solo él permitirá la convergencia. Es más, sin él se marchará hacia una puja redistributiva, con otros problemas, que también será caldo de cultivo para la tensión social. 

Hay una percepción extendida del abandono generalizado de América Latina por la UE y Estados Unidos, que dejaron un vacío ocupado por China. De ese modo, la potencia asiática se habría convertido en el actor regional hegemónico. Pero, los datos no corroboran tal afirmación. Primero, porque México y América Central están mucho más vinculados a Estados Unidos, en todas las dimensiones económicas, comerciales al igual que en vínculos militares (compra de armas) y humanos (migrantes, turistas y estudiantes). 

Y segundo, porque América del Sur, mucho más europea. Aquí, el rol dominante de China se limita únicamente al comercio, en tanto importador de recursos naturales y productos primarios y exportador de productos manufacturados.  A diferencia de China, Europa es un importante mercado para las exportaciones latinoamericanas de productos de alta tecnología. También es, a gran distancia, el mayor inversor en la región (veinte veces mayor que China), el mayor proveedor de equipamiento militar y el destino preferido de turistas, estudiantes y migrantes de América del Sur. 

En cuanto a las empresas españolas se suele decir que aprovecharon la apertura externa y la reestructuración económica de América Latina tras la Década Perdida y que gracias a una financiación internacional abundante y barata, tras su entrada en las Comunidades Europeas, pudieron internacionalizarse e insertarse en las cadenas globales de valor. Pero, luego de la crisis argentina de 2001 emergió de lleno el riesgo de invertir en países emergentes, y América Latina perdió protagonismo en favor de los países más desarrollados. 

Sin embargo, los datos no avalan la idea de la retirada de la inversión española desde comienzos del siglo XXI, sino todo lo contrario. Entre 2007 y 2020, por cada cien euros invertidos, treinta fueron a América Latina y 55 a EE.UU. y otros países desarrollados no comunitarios. La UE sólo captó un 4% de la inversión extranjera directa (IED) neta española. Aquí emerge un rasgo muy interesante de la inversión española. Si una primera fase se caracterizó por grandes adquisiciones en el proceso de privatización de empresas públicas, la segunda se basó en la reinversión de las utilidades acumuladas. Como apunta el Informe, “los empresarios españoles han honrado su palabra de ser inversores de largo plazo y han destinado a la reinversión buena parte si no todos los beneficios obtenidos”.

El Informe repasa los desafíos de la presidencia española, propone la creación de un Consejo de Comercio y Tecnología (CCT) de la UE con los países de América Latina y el Caribe similar a los ya existentes con Estados Unidos y la India, y hace una fuerte apuesta por cerrar el Tratado de Asociación entre la UE y Mercosur. En este punto se recogen las grandes oportunidades que esto aportaría para ambas regiones, desde los más variados puntos de vista. Se trata de una cuestión prioritaria. El acuerdo UE-Mercosur es una oportunidad trascendental para que ambas regiones ahonden en su cooperación y compromiso. La ocasión es propicia y el momento es ahora.

*Investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano.