ELOBSERVADOR
economia social de mercado

Pospandemia: hora de la comunidad productiva

Se habla de la crisis como una oportunidad. Para el ex presidente, consiste en una nueva articulación social cuyo eje sea la producción: un modelo que ponga particular énfasis en un desarrollo original, con distintas fuerzas que intervengan activamente.

20200419_pospandemia_mercado_economia_afp_g
Paralisis. Al cierre de fábricas por la pandemia deberá sucederlo una nueva manera de pensar cada una de las actividades con imaginación. | afp

Hace un tiempo leí un cartelito en una librería que me llamó la atención: “El futuro ya no es lo que ha sido”. Ninguna otra formulación se me hace más apropiada para definir el escenario global a partir de la irrupción de la pandemia del coronavirus.

La única certeza que tenemos es el pasado, porque el virus ha borrado el porvenir, ha hecho casi inasible el presente. Y bien sabemos que sin la dimensión temporal los humanos no podemos pensar con claridad y menos proyectarnos hacia el futuro.

Los marcos de referencia que teníamos hasta ayer están siendo cuestionados profundamente. ¿Saldrá indemne en el mundo pospandemia el modelo global imperante o sufrirá cambios? ¿Cambios de qué naturaleza y profundidad? Porque el cuestionamiento a la globalización está a la orden del día.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Las reacciones nacionales ante la crisis sanitaria han desplazado a las globales y aun a las regionales. Ni la Unión Europea ni el Mercosur, por ejemplo, han tenido arte ni parte en el manejo específico de la pandemia.

Se dice y se escribe mucho acerca de este renacimiento de los Estados nacionales. Si algo ha puesto de manifiesto la pandemia es que el imperio de los mercados sobre la economía solo ha servido para enriquecer a unos pocos y empobrecer a los más. Los Estados que se ataron las manos en el pasado pagan hoy más fuertemente las consecuencias, con sus carencias de infraestructura sanitaria, por ejemplo.

Argentina se encuentra luchando contra la pandemia en un escenario nacional económico y social sumamente crítico. A los efectos inmediatos y mediatos de las medidas adoptadas para asegurar el aislamiento social, debemos sumar que venimos de un largo período de caída de la actividad económica, con un enorme endeudamiento –y la incertidumbre a futuro de su resolución– y un altísimo nivel de pobreza y desempleo.

Organizada y productiva. En estas circunstancias se hace imprescindible pensar nuestro futuro inmediato, mediato y a largo plazo a partir de nosotros mismos. Como supo graficar Perón en la salida de la Segunda Guerra Mundial: tenemos que producir nuestra propia montura para cabalgar la historia que viene.

Pensar qué país queremos para nuestros nietos y enderezar el tranco en esa dirección. Saber adónde queremos ir y cómo vamos a llegar allí.

Para mí, desde hace muchos años, esa es una cuestión que tiene una respuesta clara: el objetivo es construir una Argentina que libere su potencial productivo y que distribuya los resultados con equidad. Y la herramienta para alcanzar ese objetivo es lo que llamo la “comunidad productiva”.

Esa ha sido mi política cada vez que tuve que ocupar un cargo ejecutivo. Lamentablemente, no siempre he sido acompañado por mis colegas políticos (con muy honrosas excepciones), no importa de qué partido vengan. Es que, desde mi punto de vista, ese es un déficit de la dirigencia argentina: no tiene ADN productivo.

Siempre cuento que, en mis viajes, muchas veces me he sentido avergonzado cuando me preguntan cuántas empresas se crearon el año pasado en el país, porque tengo que responder que no lo sé, porque no tenemos registros serios. Y si me preguntan cuántas se cerraron, tampoco puedo hablar. Prueben preguntarle a cualquier intendente europeo o americano cuál es la natividad empresarial en su municipio. No tienen que consultar con nadie, lo saben con exactitud porque es la máxima preocupación que tienen.

Esa ha sido mi actitud desde siempre. Ya como intendente de Lomas de Zamora, me esforcé en allanar el camino de todos aquellos que querían iniciar una actividad productiva en nuestra jurisdicción. Haciendo más sencillos los trámites. Poniendo reglas de juego claras. Recibiéndolos con los brazos abiertos.

Gestión. Como gobernador pude profundizar esa actitud, manteniendo una estrecha relación con todos los intendentes de la Provincia, fueran del color político que fueran. Les exigí que crearan secretarías u oficinas de la Producción en sus municipios, los apoyé para que generaran semilleros de emprendedores, creamos líneas de crédito especiales para pymes, contratamos expertos nacionales y extranjeros para hacer transferencia tecnológica...

Así y todo, por fuera de los esfuerzos de la Provincia, había en el país un escollo que no dejaba de crecer; la alianza que más daño le hizo a la Argentina, que es la alianza del poder político con el poder financiero. Una breve anécdota puede ilustrar esto que digo: a fines del año 2000 organizamos un brindis para despedir el año. En la concurrencia había dirigentes de las pequeñas, medianas y grandes empresas, sindicalistas, gente del campo, políticos... En fin, representantes de todo el arco de la ciudadanía productiva. Me tocaba a mí, en representación de los políticos, decir algunas palabras de circunstancia. Fui breve, pedí por la Patria, por los millones de argentinos excluidos y por el cambio que todos preconizábamos. Levantamos las copas y cuando pensé que ahí terminábamos con las formalidades y nos íbamos a poner a charlar entre todos, un dirigente rural pidió hablar. Puso de manifiesto la gravedad de la crisis para el pequeño y mediano productor del campo, acuciado por las deudas y los bancos. “Los que se llevan las ganancias son los pools de siembra que organizan los bancos”, denunció. Luego habló otro dirigente (del sector pyme) y se refirió a la angustia de sus representados. Y así, ese brindis se fue convirtiendo en una suerte de asamblea, en la que todos iban exponiendo sus análisis de la situación y la necesidad de provocar un cambio radical de las cosas. Allí nació el Movimiento Productivo Argentino, un verdadero tanque de ideas desde donde impulsamos nuestras convicciones, cuyo eje rector era la finalización de la alianza de la política con el gran capital financiero y la creación de una nueva alianza con la comunidad productiva argentina.

Mi modelo era –y es hoy– la Alemania de posguerra. Ese país derrotado, en ruinas y quebrado de 1945 que ha logrado ser hoy uno de los tres primeros exportadores del mundo, que superó los shocks petroleros de los 70 y 80, el golpe de la reunificación en los 90, la recesión mundial de 2008-2009 y la actual crisis de la Eurozona, y tiene el crecimiento per cápita más alto del mundo desarrollado y un desempleo del 6,9%.

¿Cómo lo lograron? Implementando un sistema donde el consenso y la cooperación están presentes en todos los estamentos de la economía. En el centro se encuentran los sindicatos y la patronal, que coordinan el salario y la productividad teniendo como meta el aumento real del salario y el mantenimiento del empleo.  Fue con esas ideas que asumí la presidencia de la Nación, en las difíciles circunstancias por todos conocidas, en 2002. Por eso, a escasas 72 horas de hacerme cargo de un país en llamas, convoqué a Olivos a más de cien empresarios de la producción (lo que excluyó a los sectores financieros) en una proporción de 80 por ciento de pymes y 20 por ciento de grandes empresas. También pedí que asistieran los representantes de las dos centrales obreras.

Frente a esa audiencia destaqué que modelos económicos exitosos hay muchos, pero que todos tienen dos rasgos en común. El primero de ellos es la defensa irrestricta de los intereses nacionales permanentes de los países. Y el segundo es la absoluta mancomunión del sector público y del sector privado de la economía. Ninguno de los países que se desarrollan está ajeno a esta idea. Argentina tiene ante sí el mayor desafío de su historia contemporánea. Cómo salir de la pandemia, cómo superar los problemas crónicos que nos sumen de crisis en crisis, cómo crear un modelo que privilegie la producción. Sin dudas, el paso inicial es crear la Comunidad Productiva; promover la formación de un think-tank productivista con los especialistas en todas las disciplinas; formular un modelo y luego propiciar su adopción de parte de todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria.

Comunidad Productiva, Coalición Legislativa y de Gobierno. Esas son las herramientas imprescindibles para superar la contingencia y proyectarnos hacia el futuro.

*Ex presidente de la Nación.