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Tecnología versus trabajo: la distopía se hace realidad

En el rectorado de la UBA se realizó un panel entre académicos y gremialistas sobre las amenazas que genera la inteligencia artificial sobre el futuro de la situación laboral.

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Debate académico. Tecnología versus trabajo. | Pablo Temes

Hernán Sandro, director de la carrera de Relaciones Laborales de la UBA, abrió el debate “Impactos de la ciencia y de la técnica: ¿fin del trabajo o transformación superadora?”, con un dato que podría resultar emblemático para entender la situación laboral, no solo en la Argentina: “Kodak –explicó–, que tenía 140 mil empleados, se va a la bancarrota por Instagram, una empresa que en ese momento tenía 13 trabajadores”. Este es el cuadro de situación en el que se desarrolló la conferencia en el Rectorado de la UBA. Participaron Aníbal Cofone, secretario de Ciencia y Técnica de la UBA; Carlos Médico Algañaraz, docente de la UBA; el filósofo Esteban Ierardo y Daniel Ricci, secretario general de Aduba, coordinados por el propio Sandro y Zulema Beltrami, también de la carrera de Relaciones del Trabajo, invitados por Samuel Cabanchik (ver columna aparte). La pregunta por el sentido de la tecnología, si abre o cierra puestos, fue contestada desde distintas perspectivas por los participantes.

Seguramente, es de las más lícitas posibles en este contexto de algoritmos e inteligencias artificiales. Las respuestas desde la inteligencia humana, la real, hablan de perplejidad y atención. ¿Se puede detener el progreso? ¿Se puede evitar que sea injusto?

Sandro dijo: “Nuestra subsistencia está basada en el trabajo. Y el trabajo nos da una identidad. Pero también puede ser una fuente de destrucción. Me parece importante que esté en la agenda de la sociedad, de los sindicatos, que esté en la agenda de los entes gubernamentales, de las organizaciones. Estamos frente a muchos indicadores de la OIT, que nos dicen que muchos son los trabajos que se van a perder, con el avance de la tecnología. Es importante tener presente que los que van a perder los puestos de trabajo sean quizás los menos preparados para poder reinsertarse nuevamente.”

Problemas del siglo XXII con criterios del siglo XVIII. Aníbal Cofone fue el primero de los oradores. Comenzó con una descripción histórica. El Japón de posguerra se reconstruyó a partir de acuerdos de toda la sociedad que incluyeron a los sindicatos.

“La globalización trajo un entorno que tenía que ver con que el capital se movía, la gente se movía, que los productos se movían –dijo–. Hoy daría la sensación de que pasa algo raro: las cosas se globalizan, pero no se mueven. Dejó de ser necesario moverse, incluso para estudiar. El mundo del trabajo está demostrando lo mismo. Hoy la cantidad de trabajo que se puede hacer desde cualquier lugar era inimaginable años atrás.

Así como la formación y los trabajos pueden ser a distancia, una gran parte de los productos que uno puede llegar a pagar un montón de plata no existen. Para mí, un software no existe: no es una lapicera o un auto. Algo parecido sucede con el dinero, que ahora es virtual. Estos paradigmas cambian. Y me preocupa que sigamos pensando estas cuestiones cada uno desde su disciplina. Es más, cada especialista pareciera hablar en un idioma diferente al de sus colegas. Y los problemas y las realidades son de naturaleza compleja y sistémica. Y en la Universidad seguimos enseñando y –lo que es peor– investigando, de una manera monodimensional. Solo un 10% de las actividades de la Universidad –y soy muy optimista al decirlo– tienen cruces disciplinares. Y si me refiero a proyectos de investigación certificados, este número se reduce al 3%. Solemos pensar problemas del siglo XXII con parámetros del siglo XVIII.

De la tecnoglobalización a la socioglobalización. Carlos Médico Algañaraz comenzó refiriéndose a la “audacia de hablar sobre una problemática que venimos desarrollando desde hace 160 mil años.”

Para él “hay una nueva situación que se dio en 1974 con la creación de la máquina de chorros de tinta, que, en menos de 15 años, da lugar a unos desarrollos incipientes de esto que llamamos la impresora 3d. Y que nos ofrecía un panorama de transformación social sobre lo que teníamos en aquellos tiempos. Solo lo podíamos ver como tendencia. Cuando trabajo con los alumnos, siempre uso una frase: el futuro no es solo lo que vendrá, sino también lo que nosotros podamos hacer que venga”.

La imaginación es clave para tratar de pensar todas estas cuestiones que se vienen planteando. El cambio está. Está instalado. ¿Qué nos queda a nosotros? Pensar cómo enfrentarlo. Lo primero es pensar cuál es la modalidad de aprendizaje en la que nos hemos desarrollado como especie. Lo hemos hecho a partir de la enseñanza. Y la enseñanza trabaja con certezas. La incertidumbre trabaja con el material opuesto: precisamente la incerteza. Los que enseñamos deberíamos plantearnos cómo vamos a trabajar con los alumnos para que se adapten a un mundo que exige innovación, cómo abrimos el pensamiento. Una alternativa para no claudicar ante las limitaciones”.

Sobre la globalización: “Lo único que se puede tomar como verdaderamente globalizado es la tecnología. La tecnoglobalización. La misma máquina funciona de la misma manera en todos lados. Nos queda el desafío de pensar en la socioglobalización. Porque también hemos desarrollado una serie de formaciones culturales que no trabajan coherentemente con estos procesos. Nos preocupa y discutimos si hay un impacto sobre el trabajo. En realidad, debiéramos modificar la pregunta y ver cuál es el impacto sobre el salario”.

La robotización de la vida. Ilardo se preguntó por el sentido de la tecnología. Si bien siempre hubo tecnologías, “la humanidad se desarrolló bajo paradigmas tecnológicos que hacen centro en un recurso. Así como hubo un “paradigma lítico, hoy estamos bajo un paradigma digital”, basado en la inteligencia artificial y en los algoritmos.

Podemos decir que el impacto en el siglo XXI es mucho más profundo que en otras épocas. Frente a la omnipresencia de la tecnología en relación con el trabajo, una primera dimensión que podemos pensar es que siempre con los avances tecnológicos hay una variación del paradigma de lo laboral, que sucede en sincronía con el paradigma tecnológico y los recursos naturales.

Estamos, desde el punto de vista filosófico, frente a un verdadero problema, en tanto que supone decisiones y actitudes de cambio. Una de las maneras de pensarlo podría ser la de la robotización de la vida. Este no es un problema de la tecnología. No hay desarrollo humano sin la utilización de los elementos con los que se cuenta previamente. La tecnología se convierte en problema cuando se hace una amenaza para el trabajo como medio de vida y de dignificación del trabajador, de acceso a los bienes de fomentar una continuidad y ascenso de la movilidad social. Cuando la robotización de la vida como posible problema en el siglo XXI que para pensarlo requiere no solo un enfoque sociológico o tecnológico, es un desafío multidisciplinar. Que implica una convergencia de miradas.

Modelos y relatos. Ricci invitó a cuestionar la idea de poder en torno a la tecnología. “No estamos hablando de una ciencia exacta. Los impactos que se producen tienen que ver con lo objetivo, pero también con la subjetividad de cada uno de nosotros. Cuando se toman decisiones, hay gente que se beneficia. Pero, en paralelo, también hay gente que sufre con esas decisiones. A veces, los economistas toman un modelo e intentan que la sociedad se adapte a ese modelo. Eso normalmente termina en fracaso, que muchas veces se adjudica a la sociedad –los trabajadores, los sindicatos– y no a los economistas”.

“Cuando se habla de cuestiones referidas a la tecnología, lo primero que tenemos que decir es que la clave está en comprender el aspecto humano. Y también los ambientales”, agregó.

Finalmente, dijo: “Es bueno que se desarrolle la ciencia y la tecnología, que crezca. Pero tiene que estar al servicio de toda una sociedad, y no solamente al servicio de los dueños de la tecnología. Porque obviamente una parte de la creación de la tecnología no está apropiada por el conjunto de la sociedad, sino que está al servicio de quienes la crearon. Es un capital privado. La tecnología debe tener un efecto igualador. Porque uno de los problemas que tenemos en el mundo actual es la desigualdad entre los ricos y los pobres. El algoritmo termina con tanto poder que puede al mismo tiempo generar empleos, pero genera un poder de presión sobre la sociedad: sobre el cobro de impuestos, sobre la flexibilización laboral. Se deben crear regulaciones para evitar un poder extorsivo”.