Hay un pasillo descendente, en escalera, hacia la cúpula –inevitable recordar a Gustavo y Lo que sangra, obra maestra de Soda–, y hay un pibe con gafas de realidad virtual (RV) y grips tipo joystick frente a dos pantallas LED que proyectan imágenes en las que se reconstruye un posible Metaverso.
Atardece en el CCK, el lunes 24 de octubre, cuando Marco Rossi, abogado y secretario de Justicia de Tucumán, con solo 25 años, muestra su experimento en el Congreso de Tecnología y Justicia: un entorno virtual para que los jueces puedan reconstruir hechos sobre los que deben juzgar.
Algo huele bien; a innovación, a juventud, a intersección interesante entre mundos que es bueno acercar, y generaciones que vienen, valga la metáfora, con “otro chip”.
Veintiocho empresas de tecnología, contando a las más importantes del mundo, acompañaron, durante dos jornadas, un evento tan singular como quienes lo desarrollaron. La referencia apunta a abogados, docentes y jueces de las Cortes provinciales que están convencidos de que la tecnología ofrece oportunidades para cambiar una de las organizaciones con peor reputación.
No son muchos, pero empujan con ímpetu y convicción. Mario Adaro, presidente del Instituto Federal de Innovación, Tecnología y Justicia, fue quien puso primera apenas pasado el mediodía del lunes, ante ciento cincuenta personas, colmando el auditorio, para que, luego, aparezca en escena uno de los logros notables, el Bus Federal de Justicia.
Gustavo Pérez Villar, líder de Tecnología de la Corte Suprema bonaerense, lo explica describiendo microservicios, planteando agilidad entre sistemas digitales de cada provincia, y con la incorporación de sellos en blockchain.
En pocas palabras, las Justicias provinciales, que resuelven casi el noventa por ciento de los expedientes argentinos (los que se ocupan de los problemas de los vecinos de a pie, léase juicios laborales, tributarios, accidentes de tránsito, divorcios, etcétera), empiezan a tejer redes de intercambio de información y simplificación de la burocracia, para brindar eficiencia.
Desde luego, tan cierto es que todo esto huele bien, como que, en latitudes muy al sur, siempre remamos en dulce de leche. O sea, las empresas saben que deben poner mucho de ellas para equilibrar, en lo posible, las asimetrías visibles de Jujuy a Tierra del Fuego.
De la misma manera, a la hora de arreglárselas con presupuestos insuficientes, la creatividad es fundamental. Por eso en el crepúsculo del 24 aparecerá, delante de incrédulos ojos, Pedro Saborido. Sí, el guionista de Capusotto.
Las intervenciones de ese tenor, que sacuden la imaginación de quienes se han formado en leyes (“tenemos que volver a jugar, a suspender por un rato la incredulidad, porque si no, es imposible crear algo distinto”), serán dosificadas durante las dieciocho horas de transmisión en vivo.
De hecho, así también Fabricio Oberto, el de la Generación Dorada del básquet argentino, explicará desde Los Ángeles, el martes 25, cómo se innova con la tecnología en los deportes electrónicos.
Con él, conceptos claves para cualquier organización como los roles en un equipo, el liderazgo, la plasticidad y la formación de nuevos talentos, quedarán grabados en los oídos de quienes le sacan fotos a la pantalla.
Los líderes tecnológicos se van sucediendo, y los expositores de geografías variadas relatan sus esfuerzos. Se destaca, claro está, Juan Corvalán, director del Laboratorio de Innovación e Inteligencia Artificial de la UBA, quien puso a funcionar,en 2017, el primer sistema de inteligencia artificial (IA) incubado en la Justicia, de toda habla hispana. Prometea es, hoy, casi una leyenda.
Pero sobre el almuerzo del martes irrumpe Mario Pergolini. No solo muestra, previsiblemente, dónde hay que mirar. Va más allá e interpela con agudeza a quienes toman decisiones: “Tenemos que admitir que hoy se está escribiendo el código de la tecnología que vamos a usar mañana, y nosotros no formamos parte de la conversación. Así que ustedes van a tener que decidir a quién le compran, si a las empresas de Estados Unidos o a las chinas. Pero no cabe duda de que el mundo va hacia la incorporación de más y más tecnología (…) estemos preparados, al menos, para decidir bien”.
Promediando la tarde del martes, Melina Jajamovich, experta en transformación de organizaciones, utiliza técnicas de recreación y metodologías ágiles y hace que no quede nadie sentado. Parada, ella, arriba de una silla, puro carisma, hace que, de pronto, formemos un avión humano aterrizado en la cúpula vidriada que se torna anaranjada.
¿Habrá tiempo de más? Solo Paola Prenat, conductora del evento, sabe el final de la película.
Jeffrey Apperson, vicepresidente de Relaciones Internacionales del Centro Nacional de Cortes Estatales de Estados Unidos, anuncia una alianza para la cooperación entre ambos países, por la cual habrá más y mejor software a disposición de las provincias.
Lo ven y lo escuchan tres mil quinientas personas, aunque es un evento de nicho.
Se acerca el cierre, anochece, y viene el tiempo de los agradecimientos y las emociones. Algunos tienen las valijas consigo. Les toca volver a sus realidades, siempre dispares.
Entonces suena la voz candorosa de María del Carmen Battaini, presidenta de la organización que nuclea a todas las Justicias provinciales, y cobija esta clase de iniciativas.
Cerca de las 21, es ella, quizá la más longeva, la que está parada allí, como una más. Su alocución es breve, luego de la exposición del ministro de Justicia de la Nación y del propio Mario Adaro, referente internacional de innovación en la Justicia.
Desde el cielo, en la cúpula –Cerati dixit–, desciende y se posa algo de esperanza.
A veces, es muchísimo.