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el impacto de la auh

Transferencia de ingresos, pero sin escolarización

Cuello de botella. Muchos de los jóvenes “ni ni” dejaron la escuela entre los 15 y los 16 años, la edad de mayor desgranamiento del sistema educativo argentino.
| Cedoc

Unos seiscientos mil jóvenes de entre 18 y 24 años se inscribieron en los últimos cinco años en el plan Fines, programa oficial del Ministerio de Educación, para terminar sus estudios. Representan el 37% del 1.700.000 personas inscriptas, según fuentes de la cartera educativa. Allí están, en parte, los jóvenes que son ahora destinatarios del nuevo programa oficial Progresar.

El Fines es uno de los tantos planes que se diseñaron en los últimos cinco años para quienes superaron la edad de estar en la escuela tradicional, pero no trabajan ni estudian.
Es una de las deudas pendientes porque surgen como consecuencia, en parte, de la extensión de la obligatoriedad de la educación formal hasta el nivel secundario. Muchos de los jóvenes, hoy considerados “ni ni” dejaron los estudios en ese cuello de botella de los 15 y 16 años, la edad de mayor desgranamiento del sistema educativo argentino, admitió a PERFIL una fuente de la cartera educativa. El abandono escolar no se produce de golpe. Los chicos primero suelen repetir el año, siguen adelante con sobreedad, empiezan a ser marginados por los profesores, se aburren ante conceptos repetidos del año anterior, salen y entran a veces del sistema, faltan a clase y finalmente abandonan. Volver a la escuela, después de ese camino, no es sencillo.

Se trata de más de 900 mil jóvenes argentinos, un número que varía año a año porque resulta difícil precisar, ya que algunos entran y salen de los sistemas educativos y de los empleos formales o informales. Hay coincidencia en que aumentó levemente en los últimos cinco años, no sólo en el país, sino en toda Latinoamérica. Un informe del Sistema de Información de Tendencias Educativas en América latina (Siteal) indica que en 2005 quienes no estudiaban ni trabajaban significaban el 15,4% de jóvenes de entre 18 y 24 años, pero en 2010 el número subió al 17,4%.
Algunos estudiosos del tema, como Ana Miranda, investigadora de Flacso y Conicet, cuestionan la denominación de “ni ni” con la que se bautizó a este grupo de la población porque “a fines de los 90 era una cosa, con el alto índice de desocupación que había, y hoy es diferente”, dijo. El 40% de quienes no trabajan ni estudian “son mujeres que cuidan a sus hijos o a niños de otro miembro de su familia. Decir que son inactivas es falso e invisibiliza el trabajo doméstico”, dice la especialista. Se trata de mujeres que en muchos casos reciben la Asignación Universal por Hijo (AUH) y que podrán tramitar también el programa Progresar para completar sus propios estudios.

Resulta posible pensar que esas jóvenes pueden haber decidido desafiar imposiciones del mercado y permanecer en sus casas hasta que sus hijos sean más grandes, en lugar de salir a trabajar y cobrar un sueldo magro que prácticamente tienen que gastar en pagarle a otra cuidadora. Sobre todo cuando la oferta estatal de jardines maternales y de infantes es insuficiente en la Argentina.

La AUH: política redistributiva. “Muchas de las políticas que se ejecutaron en los últimos años, si bien tuvieron como eje la cuestión distributiva del ingreso, implicaron un retiro y un repliegue sobre el ámbito familiar de muchas de esas mujeres. Ahora se trata de pensar en otras políticas que apunten al apoyo en la crianza, pero también de dar la posibilidad a esas mamás de dejar a sus hijos para poder estudiar o trabajar”, señala Ana Pereyra, secretaria de Investigación de la Universidad Pedagógica (Unipe).
Un trabajo realizado por la socióloga María del Carmen Feijóo para esa universidad analiza el impacto educativo de la AUH y señala un problema en el diseño. “Funcionó bien como política de transferencia o distribución del ingresos, pero en términos de participación de la escolarización no se puede evaluar”, explica Pereyra. “El trabajo de articulación entre Anses y Educación fue muy escaso”, precisa.

La investigación, basada en escuelas bonaerenses, reveló que no se registra qué niños reciben AUH ni se diseñan estrategias específicas para acompañarlos o garantizar sus aprendizajes. “Los docentes no están capacitados para trabajar con esa población y a veces se producen comentarios del tipo: ‘Nos traen con becas a los estudiantes que nosotros logramos que salgan de la escuela’, esto dicho como si hubiera sido un mérito haberlos expulsado”, explica Pereyra. En consecuencia, el impacto educativo de la AUH no puede cuantificarse con precisión. Y los números difundidos, como el aumento del 25% en matrícula sobre el que informó Educación, surgen de registros informales realizados por algunos directivos que anotan, mientras otros tantos no documentan, argumentando que se protege a los niños que reciben la AUH de una eventual discriminación, según el informe de Feijóo.

En la cartera educativa trabajan en el segundo informe de evaluación de la asignación, que se dará a conocer a mediados de este año y que les permite avanzar en ajustes en el sistema.