En una videoconferencia desde la localidad de Chivilcoy, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner destacó que en las villas se ven antenas de DirecTV y reveló que ella misma es abonada a este servicio por ser el mejor del mercado televisivo.
Con estas palabras, además de destacar el crecimiento de la empresa norteamericana y resaltar el impacto del consumo en el país, CFK puso en evidencia la escasa expansión a nivel público que viene experimentando la Televisión Digital Abierta (TDA), una plataforma estatal de televisión digital creada en el 2009 para, entre otras cosas, ofrecerles TV de calidad gratuita a los sectores más postergados de la sociedad.
Se calcula que, hasta el momento, en el Plan Nacional Argentina Conectada –que está integrado por la operadora estatal de telefonía móvil, la TDA y el servicio de internet de banda ancha– se gastaron, en los últimos tres años, $ 10 mil millones. El presupuesto 2014 destina para el sector de las Telecomunicaciones una partida de $ 8.186 millones, lo que implica un aumento de casi $ 2 mil millones con respecto a lo invertido durante el 2013.
A pesar de estos números y aunque se puede acceder sin costo a un decodificador que ofrece alrededor de veinte señales en HD, en las zonas más vulnerables, a cuatro años después de iniciado el proyecto, muchas personas siguen optando por comprar un kit autoinstalable de DirecTV por $ 299 y pagarle a la empresa $ 129 por mes (o $ 6,5 por día) para acceder a 55 señales.
¿Televisión para quiénes? Con el impulso del Estado a través del Ministerio de Planificación Federal, hoy, la plataforma de TDA ofrece 31 señales (16 nacionales y 15 provinciales) con una cobertura del 82% del territorio nacional para todo aquel que tenga el decodificador necesario para captarlas. Para ello, el Estado pagó entre US$ 100 y 120 por cada uno, lo que da un total de entre US$ 118 y 141,6 millones en decodificadores. Los importantes avances en infraestructura y contenidos, sin embargo, no se han traducido en la generación de grandes audiencias. Como señala el investigador y docente en políticas de la comunicación Guillermo Mastrini, “si bien la oferta de TDA es interesante, hay poca disponibilidad a migrar de servicio. La demanda del cable es poco elástica. Creo que es un objetivo ambicioso pensar en desplazar a los usuarios de un servicio tan consolidado como es la TV de pago. Por eso me parece que hay una sensación de que la inversión no ha repercutido en los públicos”.
El coordinador general de la TDA, Osvaldo Nemirovsci, aclara que los objetivos iniciales de la TDA fueron los de darle cobertura de TV abierta de calidad a casi 4 millones de personas que no tienen acceso a la TV de pago. “Lo que buscamos es que la televisión se vea bien en aquellos lugares en los que se veía mal, que haya señales donde no las había y que se agreguen nuevos contenidos donde había pocos. Esto no fue hecho para competir con el cable”, explica. Según Ana Bizberge, docente de Políticas y Planificación de la UBA, “nuestro país tiene una tasa de penetración de la TV de pago que supera el 80%, y esto hace que el costo de cambio sea muy alto. No me refiero al costo en un sentido económico, sino al arraigo cultural y a la incidencia de la lógica multicanal de la TV por cable. Por eso, en términos absolutos, la penetración de la TDA es baja. Pero si se toma en cuenta el universo que sólo recibe TV analógica abierta, la incidencia de la TDA aumenta”.
Mucha cobertura. Poco uso. Como sucedió con la expansión de la cobertura a partir de la construcción de 71 estaciones digitales terrestres (EDT) a lo largo y ancho del país, fue el Estado el que se encargó de impulsar el acceso a la TDA al distribuir 1.180 mil decodificadores de manera gratuita entre los sectores más vulnerables de la sociedad. Desde el Ministerio de Planificación estiman que, además, se vendieron 50 mil decodificadores en locales de electrodomésticos y 600 mil televisores con el chip incorporado para captar la señal. Sin embargo, del total de 1.830.000 hogares con capacidad potencial para recibir TDA, no se sabe cuántos acceden a la plataforma estatal ya que no existen estudios que determinen el nivel de uso efectivo de los aparatos receptores. Para Mastrini, “el mayor problema es que algún sector de los que han recibido decodificadores no lo han sabido aprovechar por falta de conocimiento. Por eso pienso que habría que hacer un esfuerzo comunicacional para promover un mayor uso de estos decodificadores y para que se conozca qué es y cómo funciona la TDA”. Santiago Marino, coordinador académico de la Maestría de Industrias Culturales de la UNQ, remarca: “Si bien en parte se cumplió con el objetivo de incluir a sectores vulnerable en el uso de una nueva manera de distribuir la TV, hay serios problemas de universalización dada la escueta estrategia de comunicación y divulgación, sobre todo en el modo de uso del sistema”.
Los privados miran para otro lado. Hasta ahora, la TDA ha recibido poco acompañamiento del sector privado porque apunta al 30% de la sociedad con menores recursos económicos y, por lo tanto, la menos interesante para el mercado publicitario que financia a los medios privados-comerciales. “Para los privados, la lectura es distinta porque si los siguen mirando en el cable no van a mudarse a la TDA, dice Mastrini. El sector privado no va a impulsar la TV digital porque se trata de un gasto grande con poca ganancia”. Así, los privados han agregado casi sin costo sus señales en digital a la plataforma pública manteniendo (aquellos que las poseían) sus transmisiones en analógico. Esto plantea la sustentabilidad a futuro de la TDA ya que, como señala Ana Bizberge, “el sistema no puede depender exclusivamente de la inversión estatal”.
Muchos contenidos. Pocos actores nuevos. Para brindar contenidos a los nuevos espacios, el Estado impulsó la realización de concursos y planes de fomento que generaron 4 mil horas de programas nacionales que están disponibles para exhibición en el Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentino (Bacua).
Este volumen de contenidos, señalado como uno de los rasgos más exitosos de la TDA, se enfrenta a la falta de pantallas para su difusión y a la escasa capacidad para generar vínculos con las audiencias pese a la intención, descripta por Nemirovsci, “de ofrecer una alternativa a lo que la sociedad está acostumbrada a ver en el cable”, algo que, hasta ahora, no encontró un gran eco. La escasez de pantalla está vinculada a otro aspecto que Bizberge remarca: “Aún queda pendiente el ingreso de nuevos actores como los entes sin fines de lucro. Si bien se asignaron frecuencias a universidades y provincias, los concursos para 220 estaciones digitales fueron suspendidos y, con ello, su ingreso quedó en suspenso”. Nemirovsci dice que el Ministerio de Planificación y Arsat han cubierto, desde la infraestructura, la posibilidad de que se incorporen todas las señales que se concursen. “Ahora necesitamos que, desde la Afsca, se desarrolle el Plan Técnico para saber, por ejemplo, cuál es el 33% disponible para los entes sin fines de lucro”.
Mientras tanto, en relación con el Plan Técnico, desde la Afsca informan que esperan tener avances significativos para el próximo año.