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Desafíos

Una conversación nacional sobre las prioridades en Argentina

El autor subraya la necesidad de reformular los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para hacerlos realistas en términos de costos y de factibilidad.

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Segunda revolución verde. La mitad más pobre del mundo necesita una I+D agrícola. Este gasto reduciría la desnutrición, y ayudaría a los agricultores a ser más productivos. | cedoc

El mundo se enfrenta a muchos retos, entre los impactos de la inflación y las altas tasas de interés, los efectos persistentes de la pandemia del covid o conflictos geopolíticos como la invasión de Rusia a Ucrania. En medio de todo esto, 2023 marca la mitad del plazo para los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una extensa lista de 169 metas en la que los líderes mundiales han prometido todo a todos.

Los gobiernos alrededor del planeta han prometido acabar con el hambre, la pobreza y las enfermedades, detener el cambio climático, la corrupción y la guerra, al tiempo que garantizar una educación de calidad y cualquier otra cosa buena que se pueda imaginar, incluidas las manzanas orgánicas y los huertos comunitarios para todos.

No es sorprendente que el mundo esté fracasando en casi todas sus promesas. Estamos en la mitad del plazo, pero ni cerca de la mitad del camino.

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Debemos hacerlo mejor.

En primer lugar, necesitamos un mejor debate sobre las prioridades. Mi grupo de expertos trabaja con gobiernos de todo el mundo, desde Uganda hasta Tonga y Uzbekistán, para ayudarlos a tomar decisiones sobre el gasto nacional investigando qué políticas aportan los mayores beneficios por cada peso argentino gastado. Si hay interés político, disponemos de los recursos para hacerlo también por Argentina. El punto de partida es una conversación nacional sobre las principales prioridades.

En segundo lugar, tenemos que rescatar los objetivos globales y acabar con el titubeo. Como los recursos escasean en todas partes, tenemos que dar prioridad a lo más relevante.

Desafortunadamente, muchos líderes mundiales siguen creyendo que el camino a seguir es acudir a la ONU este mismo año y pronunciar altisonantes discursos sobre la importancia de cumplir cada una de las 169 promesas, para luego sugerir que solo si apuntamos a las estrellas conseguiremos algo. 

Pero las ilusiones no cambiarán el hecho de que no hay forma de cumplir todas estas promesas a tiempo. El secretario general de la ONU, António Guterres, pide ahora de forma inverosímil un fondo de estímulo anual de 500 mil millones de dólares para los ODS, una cifra que representa varias veces lo que los países ricos ya gastan en ayuda exterior. Es algo que no va a ocurrir. 

Incluso si se pudiera convencer a los contribuyentes de todo el mundo de que pagaran el medio billón de dólares solicitado, seguiría siendo veinte veces insuficiente. Se calcula que cumplir todo lo prometido costaría entre 15 y 20 billones de dólares al año. En la actualidad, se financia menos de una cuarta parte y la mayor parte de ese gasto se destina a los países ricos, no a los pobres, donde el desarrollo es más necesario.

Esto deja un déficit anual de entre 10 y 15 billones de dólares, lo que equivale a la recaudación fiscal total de 13 billones de dólares de todos los gobiernos del mundo. Es una brecha fiscal que simplemente no puede cerrarse. 

Necesitamos pasar de la retórica vacía y las promesas de billones de dólares a la acción real y eficiente de miles de millones de dólares. Es hora de centrar nuestra atención donde más importa. 

La verdad es que, entre los ODS, algunas promesas no tienen soluciones rentables y potentes. Mientras que otras promesas suponen inversiones que son increíblemente efectivas y pueden lograr avances asombrosos por unos pocos miles de millones de dólares al año.

Tomemos la promesa crucial de los ODS de mejorar la educación. La investigación ha demostrado sistemáticamente formas baratas y eficientes de aumentar el aprendizaje. Las tablets con software educativo que se utilizan solo una hora al día durante un año cuestan solo 20 dólares por estudiante y dan lugar a un aprendizaje que normalmente llevaría tres años. Los planes de enseñanza semiestructurados pueden hacer que los profesores enseñen más eficientemente, duplicando los resultados del aprendizaje cada año por solo 10 dólares por estudiante. Podríamos mejorar drásticamente la educación de casi 500 millones de alumnos de primaria en la mitad más pobre del mundo por menos de 10 mil millones de dólares anuales. Esta inversión generaría aumentos de productividad a largo plazo por valor de 65 dólares por cada dólar gastado.

O pensemos en la promesa de reducir el hambre. Necesitamos una segunda Revolución Verde. En la década de 1960 se crearon semillas más eficientes que permitieron a los agricultores producir más alimentos a menor costo. Ahora, la mitad más pobre del mundo necesita desesperadamente I+D agrícola. Este gasto reduciría la desnutrición, ayudaría a los agricultores a ser más productivos y bajaría los costos de los alimentos. Gastar 5.500 millones de dólares anuales podría reportar un increíble retorno de beneficios a largo plazo por valor de 184 mil millones de dólares.

Unas sencillas medidas para mejorar las condiciones en torno al parto podrían salvar la vida de 166 mil madres y 1,2 millones de recién nacidos cada año, por menos de 5 mil millones de dólares anuales.

Los economistas que colaboran con el grupo de expertos del Consenso de Copenhaguen han identificado 12 políticas poderosas que aportarían enormes beneficios a los ODS a costos relativamente bajos. Puede leer más sobre ellas en mi nuevo libro Best Things First. Por un total de 35 mil millones de dólares anuales, podríamos hacer todo lo mencionado anteriormente, además de evitar un millón de muertes anuales por tuberculosis para 2030, mejorar los registros de propiedad de la tierra, impulsar el comercio, reducir la malaria, permitir una mayor circulación de trabajadores calificados para reducir la desigualdad, mejorar los niveles de inmunización, hacer grandes avances en la nutrición infantil y salvar 1,5 millones de vidas por enfermedades crónicas como la hipertensión.

En total, estas políticas pueden salvar 4,2 millones de vidas al año y hacer que el mundo más pobre sea 1,1 billones de dólares más próspero cada año. En términos económicos, por cada dólar gastado se obtendrán 52 dólares de beneficios sociales. 

Perseguir estas 12 inversiones fenomenales es probablemente lo mejor que el mundo puede hacer en esta década.

Deberíamos iniciar una conversación nacional sobre las prioridades en Argentina. Y deberíamos asegurarnos de que el mundo mantenga una conversación similar sobre sus numerosas promesas. Rescatemos la agenda de los ODS y aprovechemos al máximo los siete años que nos quedan. Demos prioridad a aquello que aportará los beneficios más increíbles para el mundo.

*Presidente del Copenhagen Consensus Center y visiting fellow en Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su más reciente libro en español es Falsa alarma: por qué el pánico ante el cambio climático no salvará el planeta.