Este año se cumplen veinte de su debut en televisión. Carina Zampini tiene toda una carrera en telenovelas, donde ya fue la buena, la mala o la loca. Lo que en dos décadas no había sido era conductora de un magazine. En 2015 cambió las largas jornadas de grabación de una tira diaria y pasó al vivo de las mañanas de Telefe donde, junto a Gerardo Rozín, conduce Morfi, todos a la mesa. con un rating de 5 puntos, ganándole al de Germán Paolosky.
—¿Baja la presión cuando se abandona el prime time?
—Tenía incertidumbre por no saber cómo me iba a desenvolver. En mi caso, tuve dos dudas: no saber cómo iba a desenvolverme en algo que no sé hacer y cómo le iría en el rating. Yo elegí tener sólo la primera; de lo demás, que se ocupe quien se tenga que ocupar.
—¿Este es un año en que mejor descansar de las ficciones?
—Si yo manejara la conducción desde hace diez años, podría tomármelo como planteás: salgo cuando la ficción está un poco difícil y me pongo a conducir. No es el caso. Calculo que te referirás a Entre caníbales.
—Lo digo en general, pero si querés en particular.
—Esperanza mía está funcionando muy bien, Las mil y una noches está andando muy bien, aunque no es producción local. La que no funciona como se esperaba es la de Campanella.
—¿Genera miedo en el actor ver que una propuesta como “Entre caníbales” no funciona?
—Hay circunstancias externas y otras que ellos se estarán replanteando. También tiene que ver con momentos sociales. Todo influye, si no tendríamos que pensar que nada más va a funcionar: tienen al ganador del Oscar, un gran elenco y una inversión increíble. Listo, bajemos la persiana… Y no es así. Nosotros hicimos Dulce amor y fue un suceso, pero tampoco eso tiene una explicación.
—Hoy muchos se plantean que hay que volver a los culebrones clásicos. ¿Creés que “Dulce amor” fue valorada?
—Cuando empezamos, veníamos de unos años donde las novelas tendían a tener dentro un lugar oscuro. Hasta Padre coraje lo tuvo, con su “logia”. Ni hablar de Resistiré o Vidas robadas. Se venía con esa tendencia y de pronto aparece Dulce amor, que parecía viejo, de la época de Romay...
—¿Repetirías la fórmula con Sebastián Estevanez?
—Sí, pero no en un futuro inmediato. Entiendo que la gente se cansa.
—Nombraste a Romay. ¿Creés que en la actualidad podría haber uno como él?
—Hoy se trabaja con muchas productoras independientes. No existe la posibilidad de autoabastecerte pero si existiera, sí. Hay gente muy talentosa y apasionada como Alejandro, que podría estar en todo. Cuando trabajé con Adrián Suar en Por el nombre de Dios, él no paraba. Adrián era Alejandro. Cuando estaba en su motorhome después de haber laburado todo el día y grabado durante toda la noche, le llegaban los tapes para ver lo que había hecho él, la ficción que iba a otra hora y la que estaban por grabar. Las miraba, chequeaba, leía los guiones… acompañaba con pasión y compromiso todo lo que se hacía en Pol-ka. Ama a los actores de la misma manera que lo hacía Romay.