Calificación: Muy buena
La Aladin de Guy Ritchie, una live-action del film animado de la Disney de 1992, recupera con muy entretenidos recursos la mirada ingenua y nostálgica de los cuentos infantiles. Incluido en Las mil y una noches, este Aladino actual tiene algunas variantes respecto del relato original. El muchacho acá es un pícaro ladrón que se salva de las fechorías que comete porque está muy bien entrenado en parkour. Y así como su protagonista que no tiene nada, vive una vida de riesgo, este remake musical también arriesga para capturar al público. Aunque respeta las canciones originales del 92, le suma algunas nuevas y añade suaves melodías pop, o notas más rítmicas, ideales para mostrar las coloridas coreografías con las que está poblada esta versión, que es un efervescente homenaje a las películas de Bollywood (musicales de la India).
En este caso también es elogiable el trío de intérpretes que integran un suelto, histriónico y dispuesto al juego Will Smith, en el papel de un genio soñado, que escapa de la lámpara con el vigor y la rapidez de un tsunami. Mena Massoud que le aporta no solo frescura, candidez y viveza a su Aladdin, también derrocha una energía física envidiable. A ellos se agrega la inglesa Naomi Scott, que en un mensaje feminista digno del Me Too, quiebra costumbres milenarias y aspira a obtener el título de sultana.
El diseño de escenografía y el de vestuario se vuelven imponentes, de tal modo que los escenarios parecen una recreación de una Disneyworld árabe, de la que pareciera que en cualquier instante asoma una odalisca, pero no. A esto hay que decir que los ingredientes originales del relato están todos, desde la vieja cueva en la que el joven va a rescatar la lámpara, el villano que interpreta confusamente el holandés Marwan Kenzari y por supuesto la alfombra mágica.