Tiene 45 años y le gusta contar que llegó a los efectos especiales y el maquillaje por puro gusto, a pesar de un título que lo habilitaba a trabajar como publicista. “ Fue como un juego”, repite Andrés Parrilla en su taller, rodeado de máscaras, moldes y pegamentos que harían las delicias de cualquier niño con ganas de disfrazarse para interpretar a un personaje, ficticio o no tanto.
Pero, más allá del hobby, Parrilla vio el negocio en 1989. “En ese momento, no había ningún lugar donde estudiar, ni tampoco llegaban al país materiales con los que trabajar, así que fui viendo de qué se trataba en publicaciones de afuera e inicié un camino autodidacta”, sostiene. Y su olfato no falló, como tampoco lo hizo el de Marcelo Tinelli, el hombre que trajo de vuelta el humor político al prime time vernáculo de la mano de “Gran Cuñado” y lo contrató para que que caracterizara a los habitantes de la casa “de la que todo el mundo habla”.
—¿Cuánto tiempo lleva hacer una máscara?
— Una sola máscara puede llegar a tomar una semana, sin incluir el tiempo en el que se le toma el molde al actor, que es el primer paso del proceso. A partir de ahí, uno empieza a darle las formas que se necesitan; es un laburo bastante grande en el taller con los moldes y contramoldes. Con “Gran Cuñado”, con mi equipo de trabajo teníamos que realizar 9 prótesis, entonces tuvimos que apretar un poco los tiempos en los dos meses que tuvimos para realizarlas.
—¿Recordás cuál de las caracterizaciones causó una mayor impresión en la producción del programa, antes de salir al aire?
— Las de la Presidenta, Kirchner y De Narváez. Creo que son por las que hemos recibido un mayor número de felicitaciones. Está bueno cuando se empieza a ver el personaje, perdés la cara del actor y se empieza a ver al político.