ESPECTACULOS
Libro inminente y recuerdos del abuelo Fito

Araceli reconoce que Suar es el opuesto a su modelo de hombre

El 19 de junio cumplirá 40 años y está espléndida, más acá y más allá de ciertos retoques artificiosos con el bisturí o con el photoshop. Sigue modelando como si tuviera quince años menos, está trabajando una esquizofrénica para Mujeres asesinas y en pocos días más –el viernes, en la Feria del Libro– presentará Ada y el mar, su segundo volumen de textos para chicos. El primero, un año atrás, causó moderado impacto. En una entrevista exclusiva con PERFIL habló de eso, de su infancia con miedos, de su abuelo-modelo y de su relación con Adrián Suar: “ Estamos viendo”, juega con el eufemismo.

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"Adrin es un padrazo", asegura la actriz. | Cedoc

Tenía siete años cuando sus padres se separaron. Parece que todo fue lo suficientemente duro como para dejarle algunos temores, traumas y recuerdos que hoy trata de manejar como lo hace con su vida en general: calculando los costos de la angustia y los beneficios de la felicidad. “ Cuando nos pasan cosas fuertes en la vida... cosas que nos hacen caer a lugares bastante oscuros, eso sirve para salir a flote desde otro lugar, sorprendiéndote porque a veces descubrís cuestiones que no tenías tan claras” ¿define? ahora que no es una nena con el uniforme de La Sagrada Familia.

—Proponés lecturas para niños. Cuando eras chica ¿leías?
—Yo no era de leer cuentos. Esto, en realidad, tiene origen en un recuerdo de mi infancia, de mi abuelo paterno, Fito –se llamaba Adolfo pero le decíamos Fito–. Yo era muy miedosa a la noche, les temía a la oscuridad y a los ruidos.

—Como la mayoría de los chicos...
—Sí, pero eso tenía un origen: mi mamá recién se había separado y vivíamos con mis abuelos, Y bueno: él me contaba cuentos a la noche y eso hacía que yo me relajara: cuentos que me servían en ese momento para dormirme.

—¿Cuánto tiene que ver eso con esta oferta tuya?
—Cuando empecé a escribir, hace dos años, descubrí que en realidad estaba haciendo un reconocimiento de mi vida y de quienes fueron importantes para ser quien soy. Descubrí que mi abuelo era un referente muy importante como hombre.

—¿Cómo era él físicamente?
—Muy alto. Tenía 50 y pico de años, era joven y tenía mucha fuerza, mucha vitalidad. Era muy robusto, rubio, pelado y con ojos muy claros, de ascendencia italiana y francesa. Era un hombre que cuando hablaba transmitía mucha emoción, mucha pasión.

—Atribuiste ese miedo a la oscuridad a la separación de tus padres. Ese golpe ¿tuvo alguna otra consecuencia en vos que reconozcas hoy, que te haya marcado?
—Las separaciones de los padres dan a los hijos mucha inseguridad y lo que primero provocan en un niño es la sensación de abandono, ¿no?

—Sí, eso creo. ¿Es lo que les pasó también a tus hijos cuando te separaste?
—Sí... La separación genera angustia, frustración. Uno pone muchas cosas en juego cuando está en pareja, los hijos inclusive, que son lo más valioso. Lo importante es darle a la (otra) persona su lugar por más que no esté en su casa... como hice con el padre de Toto (Tomás, 9 años, hijo de Adrián Suar)... que sea un referente, ¿no? Eso quise siempre con mis hijos, que fuera totalmente diferente a lo que me pasó a mí.

—¿Lo lograste?
—Obviamente. Cuando dudo en tomar una decisión –si bien soy bastante valiente tomándolas– siempre consulto.

—En el caso de Florencia (18, hija de Rubén Torrente), debe haberlo vivido de otra manera, más parecida a lo que pasó con tus padres, ¿verdad?
—No, verdaderamente no. Tuve una charla fabulosa con mi hija, que tenía solamente tres años y me hizo las preguntas que necesitaba que yo le contestara.

—Pero esa separación fue muy dura, hubo pelea...
—Cuando pasa el tiempo, esas cosas por suerte se diluyen, se ordenan y en el día de hoy yo puedo tomar mate con el papá de Flor, charlar sobre ella. Es un padre presente. Y quiero que mis hijos, en lugar de leer notas sobre mí, lean lo que aprendí de lo que sufrí. Me parece patético mostrar experiencias que en realidad tiene que vivir uno, profundizarlas, sufrirlas.

—Hablemos de tu otro ex: ¿Suar es un buen contador de cuentos para tu hijo?
—Adrián es un padrazo, pero en la familia siempre hay roles. El tiene una conexión más física con su hijo: fútbol, acompañarlo los sábados cuando juega los intercountries como delantero. Es muy perfeccionista, Tomás: si hay ocho goles quiere que todos sean de él. Verlo es un sufrimiento porque es tan perfeccionista que a veces me pongo loca y le digo: “ Vos no jugás más”.

—Suar, en el partido, ¿es como la mayoría de los padres, exigente hasta el grito?
—No... no... a los dos se nos endurece el estómago viéndolo. Por suerte, Toto sabe decir basta: juega el primer tiempo y le dice al entrenador que no quiere seguir. A veces prefiere que no vayamos a verlo porque dice que nosotros le ponemos presión.

—¿Y con Florencia? ¿Cuánto de hija-hermana tenés vos con ella?
—Florencia vino en una edad muy temprana en mi vida. Pero nunca dejé de ser madre, de ponerle sus límites...

—¿Por ejemplo?
—Le he dicho que no muchas veces a salidas. Por ejemplo, ella quería comprarse su auto a los 17 años y se tuvo que bancar el no durante un año y medio hasta tener los 18.

—¿Y el tema sexo? ¿Cómo lo manejaste con ella?
—Naturalmente. A los 12 años me preguntó cómo era ser señorita y yo le hice un dibujo del útero, de los ovarios, de cómo es el hombre.

—Parece todo demasiado idílico en lo que exponés como tu relación con los hijos. A veces no son así las cosas... explotás fuerte...
—Sí, y se nota en mi cara. Tienen miedo de mi cara, nada más. Se me nota mucho. Y también la palabra fuerte. Acostumbro mandarlos a pensar a su habitación un rato. Bueno... pero volvamos al libro, que es donde empezamos.

—Claro, es lo que te interesa. Pero la que va a vender los libros sos vos, no yo. ¿Es buen negocio?
—No, es un regalo para el alma. Lo hago y lo comparto con mi hijo, y de lo que recaudo hay un porcentaje que va a la Asociación de Sordos Argentinos. Yo percibo algo, también.

—¿Para qué chicos escribís? ¿Para los del country, para los de las villas?
—El almita es igual en todos...

—Sí, pero sus realidades son diferentes. No todos están formados igual, ni tienen las mismas expectativas de vida, las mismas ganas de conocer.
—Lo único que propongo es la inquietud que Toto me va transmitiendo día a día. El ama la vida, la naturaleza, los animales, y su temor es que la gente no se dé cuenta de que quizás en 20 años desaparezcan un montón de animales, de especies.

—En la Argentina se habla de las papeleras, de los bosques en peligro, de contaminación...
—Por Tomás investigué los arrecifes de coral, que reciben todo tipo de agresiones y se van destruyendo.

—En Argentina no hay bancos de coral. Bien. Hablemos de tu futuro artístico inmediato.
—Viene muy bien. Estoy haciendo el papel de una esquizofrénica para Mujeres asesinas, la historia de una mujer que hoy vive con su hermana y que mató a su marido, que era la persona que más amaba. Y bueno... también publicidad y esperando lo que me ofrezcan y quiera hacer.

—Es decir: nada planificado, más bien picoteando, ¿no?
—Sí. Estoy en una etapa relajada. Tengo ganas de escribir, de hacer esto de Mujeres asesinas.

—Dijiste que el modelo de hombre que tenés...
—No, no, no hay modelo de hombre. Se destruyó.

—Acabás de decir que tu modelo de hombre es tu abuelo...
—Ah... sí, eso sí.

—Alto, rubio, de ojos celestes, corpulento. Y, seguro, con las piernas derechas...
—Así es...

—¡La contrafigura de Suar!
—A ver: psicológicamente, uno busca todo lo contrario a su modelo de hombre.

—Si bien decís que no tenés un modelo de hombre, parece estar muy cerca de Suar.
—Lo estás diciendo vos...

—Acabás de definirlo, por contraposición...
—Lo elegí y fue fantástico.

—¿Y ahora, no?
—Y... ahora estamos viendo.

—Un eufemismo más...
—Vos sos abuelo, ¿no? Bueno: mi referente es un abuelo. Te pido compasión y no me preguntes más sobre eso.