Se para como una bailarina, cruza los pies al sentarse en tercera posición como una bailarina, y , lo más notable, “coloca” el cuello sobre sus hombros como una bailarina, como uno de esos cisnes que tantas veces recreó sobre los escenarios del mundo. Alicia Alonso pasó por Buenos Aires acompañando la gira del Ballet Nacional de Cuba, que fundó y dirige.
—¿Cuál es su vínculo con Argentina?
—Nosotros con mi compañía estábamos en Chile 1949 cuando el gobierno argentino nos invitó a venir a Buenos Aires y nos ayudó trasladarnos aquí con los aviones de la Flota Aérea Mercante Argentina. Era agosto. Primero debutamos en el Astral y tuvimos tanto éxito que en septiembre pasamos al Municipal y en octubre al Casino. La gente nos quería mucho. Teníamos en el repertorio Bodas de Aurora, Cisne negro, Coppelia, La siesta de un fauno, Petrouchska...
Alicia Alonso nos cuenta que en una de las funciones del Astral los ovacionaron de pie durante 45 minutos y tuvieron que salir a saludar 49 veces. Pero su segunda visita en 1954 fue aún más exitosa.
—¿Cómo fue el debut en el Colón?
—Maravilloso. Vinimos con El Lago de los cisnes y también tuvimos mucho, pero mucho éxito. No se olviden de que yo ya era una primera bailarina en Estados Unidos y en muchas otras compañías del mundo. Lo bueno fue que Perón nos invitó luego a bailar a la quinta presidencial y allí escenificamos El lago de los cisnes. Miles de personas entraron gratis a vernos.
Según consta en los archivos, esa gira terminó con un éxito clamoroso pero debido a empresarios poco escrupulosos, Perón debió ocuparse de trasladar a toda la compañía de regreso a su país en el “yate presidencial Evita”.
—¿Cree que los jóvenes de hoy tienen el mismo sentido de la disciplina que tuvo su generación para aprender a bailar?
—Los jóvenes tienen una gran predisposición y muchísima voluntad y disciplina, lo que pasa es que su modo de vida de hoy les hace más difícil conseguir la fragilidad de los roles clásicos, viajan en transporte público, hacen muchas cosas violentas con sus cuerpos y luego tienen que adaptarse a la realidad de la danza.
—Usted también se ha dedicado a dirigir, enseñar, crear coreografías. ¿Considera que sus bailarines tienen un estilo particular?
—No son sólo los bailarines cubanos. Cuando uno ve bailar a alguien, se da cuenta enseguida de que es un bailarín argentino, o ruso, o francés o cubano… Cada persona, aunque baile la misma coreografía, tiene incorporada adentro su manera de vivir y de sentir de su país.
— ¿Qué vamos a ver en el Coliseo cuando comience Don Quijote?
—Una compañía joven con primeros bailarines que los van a sorprender…
—¿Cómo ha vivido su ceguera, cómo le cambió la vida?
—No conozco a nadie que alguna vez no haya tenido algún inconveniente en su vida.
Una amistad
La amistad de Alonso con Fidel Castro Ruz nace con la revolución. En 1956 Batista decide deshacer la compañía de Alonso e intenta sobornarla. Alicia rechaza la oferta y promete no volver a bailar en su país. Cuando asume el poder, Castro le pide que arme una compañía de ballet.
–¿Cómo es su relación con Castro?
–Muy buena, nos conocemos de hace mucho y el ayudó a la creación del Ballet Nacional de Cuba y de la escuela del Ballet, y a la inclusión de muchos jóvenes en nuestra nueva escuela. Ahora, cuando salen de sus escuelas los recoge una guagua (colectivo), toman clases de danza hasta las 8 y ½ y luego los reparten en sus casas. Tenemos así 4.400 alumnos que tienen todo pago.