ESPECTACULOS
Marcelo Lombardero

Barítono, Régisseur y adelantado

El director artístico del Teatro Colón inaugurará la temporada 2007 con su propia puesta de Wozzeck. También cantante, abandonó la ópera pero ahora, al menos, entona bajo la ducha.

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"Estaba empezando a despegar en teatros importantes del mundo, pero a mi edad nadie te espera". | Cedoc

Cuando aceptó el cargo de director artístico, hacia mediados de 2005, el Teatro Colón estaba en la misma situación que el país tres años antes: al borde de la disolución. “ No me tocó fácil. Fue una de las épocas más complicadas”, dice Marcelo Lombardero, el sujeto en cuestión, a propósito del momento en que asumió su cargo, con una temporada ya casi programada, otra breve y la actual, de extramuros.

Con todo, el Colón empezó a organizarse y la temporada 2006 tuvo varios puntos fuertes, entre ellos la exitosa Turandot (se promete otro espectáculo similar para diciembre) y el estreno de Jonny Spielt Auf, de Krenek, con puesta de Lombardero. “ A diferencia de otras épocas en que importábamos todo, ahora estamos exportando producciones y artistas. Estoy muy contento con lo que pasó en la primera temporada, pero no es sencillo. Hay que estar muchas horas acá.”

Formado íntegramente en la cáscara del Colón, Lombardero estuvo en el Coro de Niños, egresó del Instituto Superior de Arte del Colón, fue un destacado barítono tanto en el repertorio tradicional como contemporáneo y participó activamente en el Centro de Experimentación y en la Opera de Cámara. Desde hace un tiempo, sin embargo, se dedica centralmente a la dirección escénica. “ Sigo haciendo puestas. En Santiago de Chile, tenía que hacer Elektra, de Strauss, pero cuando llegué el Teatro Municipal tenía conflictos sindicales y me pidieron montar The Turn of the Screw, de Britten, en quince días”. Por esa puesta precipitada recibió el Premio del Círculo de Críticos de Arte de Chile, que se suma al Premio ACE por la puesta de Las bodas de Fígaro para el Teatro Avenida, en el 2005.

—¿Son compatibles las tareas de director y “régisseur”?
—Cuando me propusieron tomar la dirección del teatro aclaré que no iba a renunciar a mi parte artística. Este es un cargo pasajero. Si dejo de trabajar, estoy fuera de todo. Y además no me llamaron como gestionador sino como artista.

—“Wozzeck”, de Berg, abrirá la temporada con una puesta suya, ¿por qué?
—Nuestras condiciones de trabajo durante este año son de un verdadero teatro en gira. Todo el montaje se hará en las salas de ensayo del Colón y después se irá a otro teatro. Es un sistema concebido para las condiciones con las cuales vamos a trabajar. Era muy difícil pedirle a alguien que fuera el adelantado. Yo tenía que ser el conejillo de Indias.

—¿Qué razones inclinaron la balanza por “Wozzeck” como primer título?
—Necesitábamos un lenguaje que el director musical, Stefan Lano, y yo conociéramos a fondo, y contar con un elenco nacional. Me parece un título interesante para el público, y además la cuota posible de siglo XX.

—¿Abandonó definitivamente el canto?
—Es una posibilidad. Creo que ya está. Tengo 42 años y se podría decir que soy un cantante maduro. Estaba empezando a despegar en teatros importantes del mundo, pero a mi edad nadie te espera. La profesión de cantante es terrible, muy dura. Es difícil llegar y después es difícil mantenerse. El mercado se ha vuelto una picadora de carne.

—¿Extraña el escenario?
—La verdad, mucho. Yo era un bicho de escenario. Era un cantante de ópera, es decir, un actor-cantante. Pero ahora hago algo que antes nunca hacía: canto en el baño.
“Quiero escaparle al cliché operístico”

Hace unas semanas, en el Teatro Real de Madrid, el régisseur Calixto Bieito montó una iconoclasta versión de Wozzeck que exhibía cadáveres desnudos, trepanaciones y vómitos. Lombardero tendrá a su cargo la puesta de esta ópera en Buenos Aires, el 23 de marzo.

—¿Cuánto realismo soporta “Wozzeck”?
—Más allá de que Calixto es un provocador, con Wozzeck uno se puede internar en lugares insondables. Wozzeck es el final del género. Tiene todos los condimentos de la ópera romántica: un triángulo amoroso y un asesinato. No hay una diferencia de estructura dramática con Puccini o Verdi. Pero esta formalidad está llevada al paroxismo y revela la exclusión social y la miseria posterior a la Primera Guerra Mundial. Lo que no me interesa es hablar de la locura.

—¿Cuál será su enfoque en la puesta?
—Una lectura del expresionismo desde nosotros. No va a estar acotada a 1830 ni a 1920. Quiero escaparle al cliché operístico. Va a ser todo eso, y algo más presente o futuro. El crimen y la humillación del personaje son producto de la exclusión social. Y acá tenemos estas historias policiales todos los días.