ESPECTACULOS
Crítica televisión

Breslin y Hammill: Dos seres hermosos con una mirada diferente

El documental de HBO no solo es brillante sino que llega en gran momento para recordar cuál es el sentido del periodismo.

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Hammill y Breslin marcaron décadas con su periodismo y dejaron un ejemplo profesional. | HBO

Calificación: Excelente.

 

El presidente Kennedy había sido baleado. La mañana siguiente, mientras los reporteros preguntaban en la conferencia de prensa, un periodista conseguía ubicar al cirujano que había tratado de salvarle la vida al fallecido, y así podía ofrecer un verdadero fresco. Días después, en el entierro, la mayoría de los reporteros se dedicaban a sacarles frases a los mandatarios de todo el mundo, mientras el periodista que había entrevistado al cirujano iba al cementerio y realizaba un reportaje con el negro que había cavado la fosa donde se introduciría el ataúd, cobrando US$ 3,01 la hora y sin que le asignaran sobrepago por tratarse de domingo ni que tampoco le permitieran asistir al entierro, aunque trabajaba porque lo consideraba un honor, dado lo que consideraba que Kennedy había hecho por los negros. El periodista era Jimmy Breslin. De los reporteros nadie recuerda sus nombres, salvo sus familiares. Brillantez y mediocridad. Trascendencia y olvido.
En periodismo, como en cualquier actividad, están los brillantes y los mediocres. Los últimos repiten (el sistema de producción, frases que escuchan), los primeros observan y, sobre todo, piensan. El documental que estrenó HBO es particularmente oportuno para los tiempos que corren. En épocas en que algunos creen que citar un tuit constituye una noticia, es necesario recordar a quienes hicieron grande esta profesión. Cuando se llega a textos que parecen escritos con los codos, cabe detenerse y tomar conciencia de que se puede escribir bien. 
Alter y el resto de los directores arman con este documental un maravilloso retrato acerca de dos seres hermosos. Bellos no desde lo estético, sino desde lo ético: entusiastas, contradictorios. Uno provocador, furibundo y torpe si se quiere (Breslin); el otro, un dandy con prosa más que meritoria (Hammill). Están, como en cualquier documental, quienes hablan de los objetos de estudio. Pero están, sobre todo, y presentados con maestría, las voces de Breslin y Hammill. Dos hombres sin figuras paternas, con una misma pasión y estilos disímiles (si no opuestos), que solo por lo que escribían generaban que se vendieran más diarios. Uno con voz popular; el otro, con ansias literarias. Dos estrellas, en su momento, que es probable hayan rivalizado (eso no se muestra en el documental), pero que también se guardaban aprecio y respeto. El mismo que plasmaron en sus palabras escritas por presentar la realidad de forma diferente a los demás, quizás sin buscar esa diferenciación. 
Veían lo que otros no. O se atrevían a decirlo mientras los demás callaban. Genios o valientes, disquisición vana. Quizás fueron ambas cosas. Quizás deberíamos evocarlos más a menudo, tanto lectores como periodistas, para recordar cómo debe ser una profesión pauperizada, en crisis, que en poco tiempo, a este ritmo, podría dejar de tener sentido de existencia. 

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