Desde ayer se puede ver La Traducción (Prueba 8), el primer estreno de la compañía Buenos Aires Escénica en la sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes. Como todos los espectáculos irá de jueves a domingos con entradas sumamente accesibles ($600). El Proyecto Pruebas cuenta con la dramaturgia y dirección de Matías Feldman. Al frente de este elenco, que ya conforma una equipo, se sumaron las actrices de Piel de Lava como Valeria Correa, Laura Paredes más Elisa Carricajo y Pilar Gamboa, en video. Los otros intérpretes, casi históricos son: Maitina De Marco, Juan Isola, Vanesa Maja, Juliana Muras, Paula Pichersky y Luciano Suardi.
Recuerda Feldman: “Empecé antes de la pandemia, previo al 2020. Vino después del Hipervínculo (Prueba 7). Había empezado a reflexionar sobre un mundo cada vez más complejo, difícil de nombrar por parte de la sociedad y de los medios. El intento de nombrar busca simplificar y así surgen las grietas. Existe una necesidad de citarlo simplonamente, por la crisis de representación. No sólo pasa en la política. Me parece que hay un cansancio y se tiende peligrosamente a lo más simple”.
—¿Por qué abordar la traducción?
—Lo asociamos a las lenguas y a los idiomas, pero pensé cómo se puede traducir un acontecimiento o un gesto. Las pruebas tienen muchas capas, como aristas. Está la zona del relato, también de lo que significa la traducción, la interpretación y la cábala, tal vez más. Primero siempre interpretamos, incluso antes de traducir. Ver más allá de lo que está escrito o de la imagen. Investigamos sobre las simbologías y de lo que creemos que los temas nos dicen. Buscamos correr velos y capas. La traducción es mucho más que trasladar de un idioma a otro, se imprime y eso está condicionado por la época, por intereses sociales y por la persona que lo hace. De alguna manera se agregan contenidos, cargando lo que a lo mejor, no estaba.
—¿Con tu compañía empiezan improvisando sobre el tema?
—Hacemos un trabajo de laboratorio con un material que llevo y lo vamos probando. Después escribo la obra durante unos meses. Más tarde volvemos a reunirnos para ensayar y montar. Hay escenas escritas pero cuando las trasladamos al escenario se da algo inmanejable que puede cambiar. Lo que le pase a los actores puede variar en la acción, aunque las palabras sean las mismas. Por eso elegimos el título de Pruebas, da más la idea de no terminado y experimento.
—¿Te marcó haber trabajado como actor con Rafael Spregelburd?
—Al inicio de mi carrera trabajar con él fue fundamental: me dio la base ética y artística. Ya pasaron muchos años y creo que estoy en mi propio camino. Hoy lo siento un colega. Al principio me parecía mi padre, aunque él prefería que le dijera hermano mayor.
—¿Sentiste diferencias al pasar del Complejo Teatral San Martín al Cervantes?
—No, son ámbitos oficiales. La gran diferencia se da cuando pasás de las salas independientes a las estatales. Los tiempos y los protocolos son muy distintos. Ellos tienen toda la intención de entendernos, pero sobre todo con nuestras investigaciones y Pruebas no están preparados. Tenemos unas dinámicas donde se pueden cambiar muchas secuencias. Están más acostumbrados a ver cómo se dirige un texto de manera más tradicional.
—¿Nunca necesitaste convocar a actores “famosos”? ¿Trabajarías con ellos?
—No. Tampoco me exigieron que los sumara a mi elenco. A mí nunca me pasó. No tendría problema, mientras que el trabajo fuese siempre profundo y serio. La fama no me afectaría. Me interesa que funcione en la escena.
El orgullo familiar
La historia de Matías Feldman está muy unida a la sala Defensores de Bravard en Villa Crespo, ahora mudados a Gurruchaga 1113. Fue allí que en el 2013 inició esta historia bautizadas como Pruebas, así El Espectador, luego La Desintegración, Las Convenciones y pasó al teatro Sarmiento desde el 2016 con El Tiempo, El Ritmo y El Hipervínculo (2018). Fue Vivi Tellas quien lo invitó a pasar a ese espacio, dentro de la estructura del Complejo Teatral Buenos Aires.
Afirma Feldman: “En el 2002 estrené mi primer espectáculo como autor y director –El viaje de Mirna- en el teatro independiente”.
Cuando se le pregunta por las sorpresas que caracterizan a sus “pruebas” confiesa: “Nosotros mismos hacemos procedimientos que antes no habíamos transitado. Eso nos lleva a frustraciones y sorpresas. No las buscamos, pero si acontece. Se relaciona con nuestra manera de investigar, donde nos metemos en territorios desconocidos”.
Es pianista, actor, dramaturgo y director, tal vez su preocupación por ciertos temas evidencian su formación. “Claramente el ritmo es una mezcla de mi pasado musical, pero también de mis intereses filosóficos y políticos. Tal vez vengan de una base un poco familiar, mi padre es médico, siempre fue científico e investigador. Hizo trasplantes de médula ósea como hematólogo. Mi madre es abogada y bailarina. Y mi hermana Constanza acaba de ganar el Bafici junto a Agustín Mendilaharzu por su ópera prima Clementina. Estoy muy orgulloso”, finaliza con una sonrisa.