ESPECTACULOS
TELEVISION

Calles de tierra, calles de fuego

Superheroes. Arriba, el afiche de la película. A la izquierda, primera imagen de la serie que se desprende del film. Pablo Rago y el resto de los protagonistas con superpoderes.
| Cedoc/Space

Un capítulo de la novela que quedó afuera de la adaptación cinematográfica es un flashback que cuenta el Ráfaga sobre una de las noches que fueron juntos con el resto de la banda a bailar a Catán. El Pini (Nafta Súper) se encuentra con una piba de la que se dice tiene ojos verdes Stella Artois. Nunca se sabe si se conocían de antes o no. Pero empiezan a hablar. Se gustan. Ahí hay algo. Pero ella no le afloja porque le conoce la fama. Y si bien está todo piola con que le haya tocado ser malandrín, lo que a ella no le va es que sea mujeriego. Para la piba de ojos verdes Stella Artois al Pini le va a dar lo mismo darse un beso con ella o con cualquiera porque, según su parecer, él busca mimos, no a alguien en particular. Nafta Súper le retruca que no es así. Ella insiste en no creerle y en seguir diferenciando las cosas. Y redobla la apuesta diciéndole que si fuera sólo eso –unos besos– no le importaría hacer cola para besarlo. Que se besara con todos y ella fuera la última sería lo de menos. Que la cuestión pasa por que él después desee quedarse con ella.
Cuando uno termina de escribir una novela lo mejor que nos puede pasar es desprendernos. Que ese texto, que esa historia, pase por muchas otras manos. Con Kryptonita, la novela, ya nos habíamos separado hacía un buen tiempo, cuando empezó el rodaje de la película. Nicanor Loreti, su director, siempre me tuvo al tanto de cómo iba avanzando la realización hasta que se concretaron actores, preproducción y el inicio del rodaje propiamente dicho. Y entonces volví a ella, a esta historia. Como jamás lo hubiese imaginado. El cine definitivamente es algo diferente. Ni mejor ni peor. Es distinto. Y para que se corporicen personajes y lugares, para que eso ocurra, tiene que haber un gran equipo y un amor por la camiseta; un amor por lo que se está haciendo. Y eso era lo que sentía cada vez que iba a la filmación de la película, y es lo que siento cada vez que voy ahora a la grabación de la serie: que estoy viviendo una relación, uno de los más grandes amores de mi vida.
Así, de forma inesperada, nos flechamos con este universo y con todos los que lo hacen posible. Por algo en la serie aparecen muchas de las cosas que tenemos tatuadas. Mucho de lo que queremos honrar. De lo que nos impactó y también nos alentó y enseñó cómo contar.
En la serie vamos a ser más ochentosos todavía. Le vamos a dar el lugar que se merece a Don Johnson. Y nuestras calles de tierra también van a ser calles de fuego. Nica no tendrá una camisa negra, pero la va a jugar de Juanes porque visualmente está haciendo cosas muy John Ford, muy John Woo, mientras tampoco deja de hacer cosas muy Nicanor Loreti. ¿En lo personal? Lujos varios, desde concretar un encuentro después de 37 años con unos amigos hasta la posibilidad de citar la obra de dos escritores que admiro y adoro, como Edward Abbey y Ariel Bermani. Tener colegas haciendo algunos cameos. Y el elenco. A nuestra banda descontrolada, a nuestros hermanos abrazados, se suman varios personajes a los que les hemos tomado mucho cariño, y esperamos les pase lo mismo a los espectadores; gracias a la entrega y el compromiso de los actores que se le animaron al juego.
“Para todas esas chicas lindas de ayer y de hoy” se titula ese capítulo al que hacía mención en el comienzo de estas palabras. Y quiero volver a ellas porque, como Nafta Súper en aquel baile en Catán, a mí me gustaría darles un beso a todos los que estamos haciendo esto, Nafta Súper/La Serie, ya sea en las oficinas de Space como entre los técnicos. Hay mucho hechizo en contar algo. Mucha entrega. Ya sea en una hoja, en la pantalla grande o en la pantalla chica. Será por eso que por estos días, como le sentenció al Pini la piba de ojos verdes Stella Artois, más allá de los besos por doquier quisiera quedarme en el universo Kryptonita.  

*Escritor, autor de la novela Kryptonita, en la que se basa el film homónimo.