Cuando el 7 de marzo pasado, nada menos que Quentin Tarantino y Pedro Almodóvar le entregaron el Oscar por su film El secreto de sus ojos, Juan José Campanella llegó al punto más alto –equivalente sólo, quizás, a la palma de oro de Cannes– al que puede llegar un director cinematográfico argentino, hasta entonces sólo alcanzado por otro compatriota –Luis Puenzo–. Y quiso el destino que Campanella y Puenzo –junto a Lita Stantic, Luis Brandoni y otros– conformaran la lista que desde hace diez días se hizo cargo de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina. Sin dudas, es uno de los años más importantes de su vida, como cada vez que se materializa una fantasía.
—¿Qué pasa luego de que cumplís el sueño de tu vida?
—En lo interno, haber ganado el Oscar me dio una sensación de tranquilidad conmigo mismo. Ya no tengo nada que probarme. Hace poco, estuve en Sarajevo y charlé con Dani Stanovic, el director que nos había ganado cuando fuimos nominados por El hijo de la novia, y me decía algo que es verdad: cuando ganás el premio te das cuenta de que seguís siendo vos. Los miedos ante un nuevo proyecto y la obligación de remar son los mismos.