En la esquina de Montes de Oca y California está el bar El Progreso, escenario del encuentro que hace las veces de búnker del actor. “Acá hay como un olor a viejo, una esencia que se mantuvo. Conserva algo de antaño que me gusta”, dice Diego Capusotto mientras toma un café.
—¿Sos nostálgico?
—No. No estoy mirando para atrás. Me reconozco en el pasado porque uno vive de eso, es parte de mi historia, pero no me hace mal recordar. Lo que está pasando me parece interesante, entonces, cuando recuerdo, lo hago con cierto placer; algunas cosas no, lógicamente, pero es parte de la historia de uno. A veces, hoy uno acciona a partir de cosas que le pasaron hace muchos años.
A punto de volver el lunes 22 con “la segunda parte de la cuarta temporada de Peter Capusotto y sus videos" y con varios personajes que se convirtieron en arquetipos que reúnen a miles de seguidores en YouTube, el humorista asegura que tiene ganas de hacer teatro y seguir con el ciclo el año que viene si se le ocurren nuevas ideas.
De chico estudió teatro y fue en la primera improvisación cuando le salió algo “naturalmente ligado a la comicidad” y vio que sus compañeros, a los que no conocía, se rieron. “Ahí me di cuenta de que podía estar arriba de un escenario y hacer reír a un desconocido”, asegura el actor que dice divertirse con Fontova y Daniel Aráoz y respetar a Antonio Gasalla y a Enrique Pinti.
—¿De chico te sentiste alguna vez como tu personaje Juan Carlos Pelotudo, intentando sacar una canción de rock?
— Me siento muchas veces un pelotudo y la adolescencia es sentir que uno tiene épica siendo un pelotudo. En realidad yo el único instrumento que toqué por intuición y oído fue la batería. Después me puse a estudiar hasta que me di cuenta de que no era algo que amara lo suficiente como para dedicarme. Pero me he descubierto haciendo de guitarrista, de cantante, y son situaciones en las que probablemente después uno se ve un poco pelotudo. Eso de sentirse Robert Plant en la habitación de tu casa; esas cosas de chico me pasaron aunque en ese momento no pensaba que era un pelotudo, era lo que quería hacer.
—Un nostálgico es Bombita Rodríguez, el Palito Ortega montonero; ¿extrañás esa etapa de lucha?
—En los 70 yo era muy joven, tenía 12 años pero todo ese transcurrir, esa construcción política de la época era muy cotidiana. Todas las organizaciones, inclusive muchas de ellas que entraron en las armas, eran antes organizaciones políticas. Estaban al lado de uno todo el tiempo, eran aceptadas por la gente y después la dictadura se encargó de demonizarlas. Gran parte de la población se dio cuenta más tarde que los forajidos eran los que en ese momento estaban gobernando.
Yo era chico, vengo de una familia peronista, estaba muy presente la posible vuelta de Perón. Hacíamos pintadas, repartíamos volantes. Me he agarrado a piñas con un pibe de enfrente de mi casa que era del socialismo democrático porque yo había puesto una pintada. Eso no es casual, había Bombitas por todos lados.
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