Griselda Blanco murió a los 69 años acribillada por un sicario en Medellín cuando estaba comprando en un pequeño mercado de la ciudad colombiana. Desde su asesinato hacia atrás, Blanco tuvo una vida de película: fue la primera mujer capo narco que abrió el mercado de drogas en Miami y Nueva York utilizando a bellas modelos para transportar la cocaína y muchos investigadores del narcotráfico creen que fue la mentora de Pablo Escobar Gaviria. Imponía tanto respeto y miedo en un mundo ilegal dominado por hombres que se ganó el apodo de “La Madrina”. Otros la llamaron “La Viuda Negra” porque la acusan de haber matado a cada uno de sus maridos. A su cuarto hijo varón lo bautizó como Michael Corleone y a su perro lo llamó Hitler. Adicta a la cocaína, vivía sin tapujos su bisexualidad en los 70, pasó 20 años en presión y luego fue deportada a su país. Una inesperada Catherine Zeta-Jones decidió salir de algunas de sus mansiones de Los Angeles, Vancouver, Mallorca, Gales, Nueva York, para retratar de manera brillante a la propia Griselda Blanco en Griselda, la reina de la cocaína, película de la señal Lifetime.
“La hice porque hace más de tres años que quería interpretar a Griselda Blanco, cuando vi el documental Cocaine Cowboys (2006), en el que no aparece físicamente porque ella había fallecido pero descubrí que estos hombres, algunos de ellos todavía en la cárcel, todos hablaban de La Madrina. Y la temieron, y la reverenciaron. Y pensaba: “Dios mío, qué sé de esta mujer. Esta mujer, en un mundo de hombres muy oscuro, peligroso y que tenía tanto poder. Así me lancé. Estaba obsesionada con Griselda Blanco”, asegura la actriz nacida en Gales hace 49 años.
Zeta-Jones confiesa que como actriz “quiero interpretar a todo tipo de mujeres. Las mujeres no somos un molde de galletas. No encajamos en el molde para galletas aunque algunos intenten meternos. Esta mujer se impuso en un mundo de hombres, donde solo la mujer era víctima del narco, y de lo que significaba mostrar que ella no era tan mala o que ella solo lo hizo por sus hijos”. La actriz ganadora de un Oscar por Chicago afirma que “moralmente soy lo opuesto a Griselda Blanco” pero que admira “la fuerza de carácter que tenía y que sinceramente me identifica con ella. Puede sonar como una loca, pero de alguna manera la banco”. Tal fue el compromiso y la obsesión de Zeta-Jones con la biopic que la estrella decidió viajar a conocer Medellín (la película se rodó en Estados Unidos) y hasta participó en la elección del casting.
Casada desde hace casi 17 años con Michael Douglas (73), con quien tuvo a Dylan Michael Douglas (17) y Carys Zeta Douglas (14), Catherine dice que “me encanta ser esposa y me encanta ser madre” y que como mujer “trato de infundir en mi hija, y en mí, una sensación de fuerza y poder y de mantenerse firme y atenerse a tu palabra. Esos son los valores que mi madre me enseñó. Pero, por supuesto, hay vulnerabilidades, hay inseguridades como las que todas las mujeres tenemos. Soy una madre trabajadora y tengo todas esas inseguridades”.
Revela que vio la película en familia y que a Dylan le hubiera encantado hacer de uno de sus hijos narcos: “Podría haber interpretado a uno de esos niños –me dijo–. Y yo le contesté: No, no puedo. Sé que soy una mamá. Siempre he deseado un médico o un abogado en mi familia, pero nunca tuve la oportunidad de conseguirlo. Ellos van a una escuela de artes muy liberal. Trabajan con todos esos niños de Broadway que van al mismo campamento, y los he visto actuar. Y lo que amo más que nada es que quieren aprender y que aman la artesanía”. Zeta-Jones jura que con Michael Douglas nunca se dan lecturas de sus trabajos excepto en el campo de golf, pero para hacer de Griselda, el actor de Día de furia le espetó: “No tenés que hacer mucho. El momento en el que más miedo das es cuando no hacés nada”. Y le respondí antes de tomarme el avión en Vancouver: “¡Ah!, después de 19 años, 17 años de matrimonio, es bueno saber eso, que te asuste cuando no hago absolutamente nada”.
Gustavo Méndez/Entrevista genérica concedida por Lifetime.