A pesar de que en los últimos dos años logró domesticar su vida infernal, cuando el alma se le arqueaba por los excesos. De que hizo renacer el negocio millonario de su música y volvió a salir a escena pese al pánico a la exposición pública. A pesar de su nuevo aspecto físico, producto de los dulces, los ravioles y la medicación con la que dejó atrás esa delgadez extrema, pálida, que lo caracterizaba. A pesar de eso y de otros cambios que muestran a un Charly remixado, domado, tranquilo y, por momentos, irreconocible, él está en peligro.
Lo advierte su hijo, Miguel “Migue” García. “Estoy asistiendo al suicidio público de mi padre”. Y no se refiere al pasado caótico que Charly superó no hace mucho tiempo y que, sin dudas, era un suicidio sofisticado, sonoro y con mística rockera.
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