Hace unos 55 años, cuando yo empecé en televisión, era la época en que se trabajaba en vivo y en directo. No había forma de grabar. Para cocinar, era bastante difícil y riesgoso, porque sucedían muchos imprevistos, que debías salvar de la manera menos ridícula. Era difícil pero era lindo.
Paralelamente, me he dedicado a la docencia. En diversas escuelas, enseñé a mucha gente: las chicas jovencitas querían sorprender a su novio o a la familia del novio con algo rico; las señoras grandes querían tener una salida laboral. Y de los que fueron conocidos en los medios y que yo ayudé, puedo mencionar a María Adela Baldi, y a Manuel Aladro, a quien llevé yo a la televisión, casi de las pestañas, porque vi una clase suya y vi que tenía lo que se necesita en televisión: ser didáctico y sintético para enseñar.
Desde mis comienzos en Buenas tardes, mucho gusto, he trabajado tantos años, que ahora ya miro poco los programas de cocina. En general, veo poco la televisión; me dedico mucho a leer. Entre lo poco que miro, está MasterChef. Al respecto, creo que estos programas pueden ayudar a muchísima gente, sobre todo a jóvenes desorientados que no saben para dónde escapar, qué hacer de su vida.
Otro punto que considero importante es que uno tiene que estimular a la persona que quiere hacer algo, y no denigrarla. Yo trabajé mucho tiempo con Petrona, y jamás tuvo una palabra fuerte conmigo; es algo que yo no veo bien. Además, nos teníamos un cariño muy grande. No obstante, Petrona me corregía cuando le parecía que algo no había estado bien, o si yo no había sido lo suficientemente didáctica. Me decía: “Mirá, nena, tenías que haber dicho esto y esto”, y yo lo aceptaba porque estaba muy orgullosa de que Petrona me guiara.
Y así salió mi cocina. A comienzos de los 60, en Buenas tardes, mucho gusto, que después se llamó Utilísima, quise hacer buena cocina, incluso cocina de cinco tenedores, pero simplificándola y sintetizándola, para que la pudiera hacer sin ningún problema cualquier ama de casa, cualquier persona. Para eso, el lenguaje utilizado debe ser claro, didáctico. Es cierto que en el mundo tiene que haber de todo, sobre todo ahora, cuando hay tantos programas de cocina. Pero lo que se ve en esos programas exóticos, muy poca gente lo puede hacer, si bien a lo mejor alguien tiene curiosidad y lo hace. Yo prefiero lo que hice siempre: simplificar y sintetizar la buena cocina. La buena cocina se puede dar por un camino sencillo, y puede llegar a la persona que no sabe demasiado.
Se puede llegar, incluso, a los niños, como pasa ahora con el recién estrenado programa MasterChef Junior, que arrancó el 17 de julio con 16 chicos concursantes, todos con el deseo de quedarse. Me dio pena los que fueron sacados del concurso porque, al tener poca edad, estaban muy ilusionados y se fueron cabizbajos. No me parece bien que eliminen a los chicos…
Más allá de esto, al comenzar, estaban evidentemente muy nerviosos, pero muy resueltos. Imagino que han practicado mucho el lenguaje, porque, si no, no se puede concebir que un chico de 9 años hable con términos gastronómicos, con un lenguaje no habitual en una criatura; me parece que los papás, las mamás y las tías querían que los niños se lucieran.
El programa está muy bien organizado. Les ofrece diferentes elementos, para que, entre ellos, los chicos elijan: salmón, tomates cherry, tomates confitados, frutos rojos, chocolate. En general, lograron una cosa muy importante en la cocina que es armonía de sabores. Podrían haber puesto cosas sin equilibrio de sabores o de cocción entre sí, pero eso no pasó. Todos tuvieron que usar salmón, y se ve que lo hicieron sabroso; supieron utilizar bien los ingredientes: usaron ricota, jamón crudo. Solamente critico que, para envolver el plato, utilizaron una masa muy gruesa, pero es algo que seguramente no han podido practicar nunca, dado que algunos eran muy chicos: 9 o 10 años. Para mí, Guillermina fue la mejor; y estuvieron también muy bien Chiara, Lola y Rodrigo.
MasterChef Junior sirve para entusiasmar a los más chicos, para que prueben y se metan en la cocina con las mamás o los papás. Fuera del churrasquito, la papa frita, el huevo frito o una tortilla, muchos chicos no saben comer… Vincularlos a la cocina los saca de esos lugares y les muestra lo que ellos pueden hacer y comer. Por eso, por ejemplo, me pareció muy bien que en MasterChef Junior cocinaran pescado. Los chicos no son muy amantes del pescado si no están acostumbrados a comerlo o a verlo en su casa. Es un sabor que rechazan ya por el aroma. Enseñar a cocinar pescado es enseñar a comer y es, también, hacer docencia.
*Cocinera, conductora y autora de libros, entre otros, el clásico Cocina fácil para la mujer moderna. A sus 87 años, está escribiendo un nuevo recetario.