A los nietos los vemos, sin abrazarlos, sin besarlos… Es muy duro, pero ya estamos un poco acostumbrados. Es muy gracioso: uno arranca como para ir a abrazarlos, y ¡no, no, no, abrazarnos, no!”, así resume, risueña, Selva Alemán la cotidianeidad con los niños rusos que en 2017 adoptó Ximena, hija de Arturo Puig. Todos, también con Juan, hermano de Ximena, conforman una familia que se adapta a los desafíos de vivir en pandemia.
Con la misma flexibilidad y versatilidad, Alemán y Puig transitan los roles de abuelos y de actores: ahora, tanto en radio como en teatro. Juntos, interpretan y se dirigen en Cartas de amor, de Albert Ramsdell Gurney Jr., de miércoles a domingo en el Multiteatro Comafi. Como comparten la vida fuera del escenario, allí también pueden sentarse codo a codo, sin protección, para leer las cartas a través de las cuales se construye la historia de dos personajes, Andrew Makepeace Ladd y Melissa Gardner, quienes se escriben desde pequeños hasta adultos, acercándose y alejándose del indudable afecto que los une. Asimismo, de lunes a viernes, de 23.15 a 24, las voces de la querida dupla de actores se escuchan en Cuentos para soñar, un programa en Regina FM.
—Ya habían hecho “Cartas de amor”, por varias temporadas, años atrás. ¿Qué trae esta nueva puesta?
ALEMÁN: La vida te va cambiando inevitablemente, y entonces la posición frente a un texto, también. Volver a hacer una obra es aprender a ver lo nuevo en algo que uno ya ha transitado. En esta obra, el autor pide que el actor no se la aprenda de memoria, sino que son cartas que vamos leyendo.
PUIG: Uno, más maduro como actor, como hombre, lee las cartas con otra puntuación, le da más importancia a una palabra que antes a uno no lo tocaba tanto. Esta obra necesita de una interpretación profunda, total. El desafío como actores es que se vea a esos dos personajes en escena, aunque estemos sentados leyendo cartas y sin que nos miremos.
—¿Y ustedes mismos se han escrito cartas?
A: Je, je, hace bastante tiempo que vivimos juntos, entonces no es necesario escribirnos cartas. Pero sí, sobre todo cuando Arturo tenía que viajar por trabajo y hemos estado alejados por bastante tiempo. En los 80, para la primera película que dirigió Eliseo Subiela, La conquista del paraíso, Arturo fue protagonista y filmó en Misiones: no había teléfono, ni celular, ni nada; nos comunicábamos por radio y por carta también. En las cartas, uno pone sentimientos que, ahora, con el teléfono o con los whatsapp, pone menos. En las cartas, uno trata de buscar las palabras exactas para comunicarle sentimientos al otro. Las cartas no van a morir nunca, más allá de los avances técnicos.
—¿Cómo realizan el programa de radio?
A: Para el programa grabamos cuentos maravillosos, leyendas, reportajes. Recién grabamos uno que le hicieron a Fellini; también, un diálogo de El Principito; otro de Un marido ideal, de Oscar Wilde; grabamos algo de Cortázar, de Borges, de Lugones, de Galeano…
P: También de autoras, porque la mujer tiene la misma cantidad de posibilidades que el hombre y hacia ahí vamos, por supuesto. Leímos textos de Rosa Montero, Ana María Shua, Alfonsina Storni, Silvina Ocampo…
—Ustedes configuran una pareja emblemática del teatro en la Argentina. ¿Cómo piensan los roles de hombre y de mujer en el matrimonio?
A: Nosotros siempre fuimos bastante atípicos. Nunca fuimos la señora que hace no sé qué o el hombre que hace no sé cuánto. Tal vez, porque venimos de una educación y de una familia que han tenido que ver con el arte. Mi mamá (Carmen Vallejo) era actriz, ya en La Plata, en los años 30, cuando no era fácil ser actriz. Ella sostenía la casa; mis abuelos nos criaban a mi hermana y a mí. En el caso de Arturo, el padre era empresario y la madre era una persona muy inteligente, capaz, solidaria. El padre de Arturo, por ejemplo, siempre cocinó en la casa; la mamá nunca cocinó.
P: Mi papá cocinaba de todo, una cosa más rica que la otra. Cocinaba, no de vez en cuando, sino que hacía el almuerzo, la cena, todos los días. La cocina era de él nada más; hacía unas pascualinas extraordinarias, una especie de budín de arroz, unas cazuelas catalanas…
A: Y en nuestro caso nunca hemos sido al modo de mirar a la mujer y al hombre como se pensaba en aquel momento. Nunca lo fuimos. Como actores, mostrar la vida de los otros, a través de autores maravillosos, te va cambiando la mentalidad. Siempre hemos compartido todo, absolutamente todo: la casa, el dinero, los viajes, la familia, la vida. Pero somos una pareja atípica: esto lo reconozco.
—Individualmente, han sido y son actores reconocidos, además de por su talento, por su belleza. ¿Qué reconocen de bello en el otro?
A: El día en que conocí a Arturo fue un impacto. Le contaba a mi querida amiga Elena Tasisto: “Conocí a un hombre que es tan technicolor: tiene todos los colores. Los ojos que tiene, cómo mira, las manos que tiene, está quemado. Es divino”. Fue un shock para mí. Aparte de todo el reconocimiento físico, me impactó porque sentí que encontraba a alguien de mi familia. Yo reconocí a alguien familiar.
P: A mí Selva siempre me había gustado. Cuando la vi en ¿Quién le teme a Virginia Woolf? me impactó muchísimo: su cara, su pelo… su físico me gusta. Cuando la conocí, me quedé fascinado. Los dos bajábamos en un ascensor y yo no podía sacarle los ojos de encima. Me gustaba todo de ella, que se combinaba con una gran dulzura, ternura, educada, que yo reconozco en las mujeres…
A: Je, o sea que no sean mal habladas. A veces lo soy, cuando corresponde.
—¿Qué perspectivas laborales se vislumbran para 2021? ¿Cuál es la situación del teatro en tanto funcione con el 30% de la capacidad de su sala?
P: Yo iba a hacer El vestidor, con Jorge Marrale, pero por los protocolos no podemos, porque nos tocábamos y etc. Obras como Hello, Dolly! tienen mucha gente en y fuera del escenario; yo adoraba dirigirla; se va a reponer cuando el teatro esté normal. Si no, no se puede lamentablemente. Nuestra intención de volver a hacer Cartas… es que el teatro permanezca abierto. Es como una inversión a futuro. No espero que el teatro esté repleto ni nada de eso, sino que la gente sepa que puede ir al teatro, que está cuidada, que la marquesina está con las luces como siempre. Las entradas van a mantener más o menos el mismo precio que tenían antes. Los actores no estamos en contra de los empresarios, somos compañeros también. Más adelante, si Dios quiere, cuando pase esta pandemia, se podrá abrir el teatro completo. Estamos todos en la misma…
Televisión, pasado y presente
—¿Cómo ven la televisión en la actualidad?
P: La televisión en la Argentina y en el mundo está medio pausada, pero se están haciendo producciones para las plataformas, como Netflix y Amazon. Ojalá los argentinos podamos ir por ese lado. A mí me encantaría volver a la televisión de antes, porque era más fácil, rápida, artesanal. Hoy, no sabés de quién son los canales. El Trece era de Goar Mestre; el Nueve era de Romay, y últimamente Telefe era de Gustavo Yankelevich. Entonces, cuando vos tenías algún problema o proyecto, ibas, golpeabas la puerta y te atendían.
A: Me preocupa que prácticamente no hay ficción argentina. Cuando se hizo la Ley de Medios, se habló de un porcentaje de producción nacional, pero no se especificó que fuese ficción. Creo que hay una deuda con la ficción.
—¿Qué personajes, famosos u olvidados, les vienen a la memoria?
P: El programa de mayor éxito de la televisión argentina fue ¡Grande, pa!: yo fui el protagonista y no puedo negarlo. Y más allá de ¡Grande, pa! tuve la suerte de haber trabajado con uno de los mejores escritores de televisión: Alberto Migré, un genio. En teatro, me gustaría volver a hacer ¿Quién le teme a Virginia Woolf?
A: Yo no he tenido tantos éxitos como Arturo, pero recuerdo la mucha audiencia de Una escalera al cielo, que iba por canal Nueve, con gente maravillosa: Jorge Mayorano, Alicia Zanca, Ricardo Darín, Elena Tasisto, Perla Santalla. Y también, de mucho éxito, Mal parida, con Juanita Viale, Raúl Taibo, Gonzalo Heredia. En teatro, me acuerdo de Cristales rotos, lo de Las troyanas; ¿Quién le teme a Virginia Woolf? la íbamos a hacer con Carlos Rottenberg en Mar del Plata este verano.